Recordemos, el doble rasero también afecta a Euskal Herria.
Esta es la editorial de hoy de La Jornada:
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Kurdistán: conflicto y doble rasero
Ayer, por tercer día consecutivo, el ejército turco llevó a cabo acciones militares en el norte de Irak –en la región autónoma conocida como Kurdistán iraquí–, contra los enclaves del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), una organización rebelde y considerada terrorista por Ankara, Washington y la Unión Europea, que desde 1984 mantiene una ofensiva armada en contra del gobierno turco, originalmente en demanda de la creación de un Estado kurdo al interior de Turquía, y en el contexto de la cual han muerto unas 37 mil personas. El despliegue de las milicias turcas en la zona septentrional iraquí ha generado diversas reacciones en la comunidad internacional: desde el beneplácito de Estados Unidos por la ofensiva contra los insurgentes kurdos, hasta la preocupación del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki Moon, quien criticó el despliegue del ejército de Ankara y llamó a respetar la frontera turco-iraquí, y la del primer ministro de Irak, Nuri Maliki, quien dijo respaldar “la seguridad de Turquía” y reconoció que “el PKK es una amenaza para Turquía y todas sus regiones fronterizas”, pero pidió, al igual que Ban Ki Moon, “el respeto a la soberanía iraquí”.
De su lado, el gobierno autónomo del Kurdistán iraquí responsabilizó a Washington por haber apoyado el despliegue de las milicias de Ankara en territorio kurdo, “que han afectado la infraestructura de la región”, y pidió su retirada inmediata. En tanto, el PKK advirtió que si el gobierno turco continúa con la ofensiva, llevará a cabo “operaciones de guerrilla en las ciudades turcas, sin apuntar a la población civil”.
Históricamente, el reclamo de los kurdos por formar un Estado propio e independiente ha sido olvidado y desatendido por la comunidad internacional. Con el fin de la Primera Guerra Mundial y la derrota y fragmentación del Imperio Otomano, y la firma del Tratado de Sèvres, en 1920, todo parecía indicar que por fin llegaría respuesta favorable a las demandas kurdas. Sin embargo, la reticencia del entonces recién nacido Estado turco a reconocer la independencia de Kurdistán derivó en la invalidación del Tratado de Sèvres y su sustitución por el de Lausana, en el que se establecieron las fronteras de la Turquía actual.
Al día de hoy, el pueblo kurdo se encuentra repartido en los territorios de Irán, Irak, Siria y la propia Turquía, donde constituyen una quinta parte del total de la población, se les niega sistemáticamente la posibilidad de constituir un gobierno autónomo, como sí ocurre en territorio iraquí. En este contexto se originó la violenta ofensiva que el PKK lleva a cabo desde hace más de dos décadas en contra el gobierno turco, en respuesta a la cerrazón sistemática de Ankara para negociar con la mayoría kurda que habita en la región suroeste de Turquía.
Por lo demás, con los anuncios de beneplácito hechos a raíz de la invasión turca en el Kurdistán iraquí, Estados Unidos ha puesto nuevamente de manifiesto su doble rasero en lo que toca a la autodeterminación de los pueblos. Apenas hace unos días, Washington festinaba la declaratoria de independencia de Kosovo que, de manera unilateral y a espaldas de la legalidad internacional, había decretado el Parlamento de Pristina; ahora, la Casa Blanca celebra la persecución que se hace en territorio iraquí de un grupo que busca reivindicar el derecho de la población kurda a elegir su propia forma de gobierno. De paso, con el espaldarazo que Estados Unidos ha dado al gobierno turco, complica aún más la de por sí precaria situación del gobierno iraquí, contribuye a vulnerar la maltrecha soberanía de esa castigada nación y abona a la tensión en una zona del planeta que es, de suyo, sumamente conflictiva.
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