Desde el portal Desperta Ferro traemos a ustedes una pieza de memoria histórica que deseamos dedicar a Dorothy Legarreta, la escritora que nos legara el libro 'Guernica Generation'.
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Un niño de la guerra con los “paras” británicos en NormandíaTras la publicación en este blog de varios artículos de recreación histórica, la Asociación Sancho de Beurko regresa a su inestimable labor de investigación de la microhistoria y la recuperación de la memoria de combatientes de la Segunda Guerra Mundial con este artículo dedicado a Lucio Sauquillo, un niño de la guerra que combatió con los paracaidistas británicos en Normandía, donde perdió la vida con tan solo 21 años.
Guillermo Tabernilla | Asociación Sancho de BeurkoYa hemos comentando anteriormente en este blog que la publicación en 2018 del libro Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial en la editorial Desperta Ferro dejó inconclusas algunas escenografías ya planificadas, que no se hicieron por falta de tiempo y/o medios, como esta que les presentamos aquí. En la actualidad, cuando ya han pasado cinco años desde el nacimiento del proyecto Fighting Basques, tenemos cierta perspectiva a la hora de abordar una memoria que empieza en 1936 y acaba en 1945, con el final de la Segunda Guerra Mundial, si bien estamos valorando la posibilidad de proyectarla más allá, en el inmenso escenario Asia-Pacífico, y más concretamente en Indochina. En este país hubo una guerra que no terminó, ni mucho menos, con la capitulación de Japón, y de hecho allí ni siquiera se desarmó al ejército nipón, que fue utilizado como fuerza de orden público por parte de los británicos en sus enfrentamientos con el Viet Minh de Ho Chi Minh, auspiciado, durante la guerra, por la OSS (la agencia secreta precursora de la CIA).
Y es que este proyecto de la Asociación Sancho de Beurko, que aúna recreación histórica e investigación, se encuentra en un momento en el que ya tenemos acumulada cierta experiencia resultante de trabajar en los distintos nichos de memoria (Francia, URSS, Reino Unido, EEUU, Filipinas, etc.), pudiendo afirmar que la historia familiar y la microhistoria se convierten en los instrumentos más adecuados para profundizar en el conocimiento de la participación de minorías en los esfuerzos de guerra de los países citados anteriormente, y en cualquier otro que se proponga. El Fighting Basques es un proyecto a caballo entre la historia militar y los estudios de emigración y diáspora, que cuenta con el valor añadido de la recreación histórica como herramienta didáctica y mejor modo de visibilizar a una generación de la que apenas tenemos imágenes. Esto nos aporta una nueva perspectiva sobre como evolucionan los diferentes nichos de migrantes para adaptarse a un mundo cambiante y convulso, partiendo en ocasiones de un mismo sustrato ideológico, como sucedió por ejemplo con la población de vascos exiliada que permanecía en Francia al final de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo los más jóvenes, que habían pasado la frontera para evitar ser reclutados por el ejército franquista y se encontraban fuera de su entorno familiar y geográfico, siendo presa fácil de los reclutadores de la Legión Extranjera, como sucedió en el batallón Gernika. Por otra parte, representar esta memoria sirviéndonos de la recreación histórica de época contemporánea es todo un reto para nosotros, ya que esta actividad, a diferencia de sus hermanas de periodos más antiguos, se manifiesta normalmente como un escasamente desarrollado recurso de socialización que ni siquiera tiene metodología y cuya proyección se reduce a diversos eventos públicos que se celebran con cierta regularidad en localidades repartidas por toda la geografía, si bien la COVID-19 ha modificado temporalmente este estado de cosas.
Tras una trilogía de artículos sobre recreación histórica y memoria publicada en este mismo blog durante la pasada cuarentena causada por la crisis de la pandemia vírica –que se suman a otros publicados anteriormente–, volvemos ahora con otro de los llamados “niños de la guerra” vascos que luchó en las fuerzas aerotransportadas británicas durante la Segunda Guerra Mundial y del cual, como pasaba con José María Irala, nada se sabía antes del nacimiento de nuestro proyecto. Se trata de Lucio Sauquillo Echevarría, a quien, para no ser menos y haciendo justicia a sus méritos, también le hemos dedicado una escenografía, que en este caso tiene lugar en Normandía durante el mes de junio de 1944, apenas dos semanas después del Día D. Su pista para nosotros comenzaba con el hallazgo de un documento en el que su padre, Luis Sauquillo Ereñaga, pedía explicaciones en el verano de 1945 a la delegación del Gobierno Vasco en París con relación a sus dos hijos pequeños, Lucio y Gabriel, si bien ya conocía la suerte del primero, fallecido en los campos de batalla europeos, pero no en qué circunstancias (1).
Lucio Sauquillo, de niño de la guerra al Día D
Lucio Sauquillo nació en Aretxabaleta (Gipuzkoa) en 1923 y fue evacuado junto a Gabriel en la expedición de niños de la guerra que partió del puerto de Santurtzi a Inglaterra el 20 de mayo de 1937, pero no fue reclamado por sus padres tras el final de la Guerra Civil, que se habían exiliado en Francia, por lo que ambos muchachos se quedaron allí, aunque fueron separados. El más joven, Gabriel, permaneció en las Midlands, formando parte de un activo grupo de 40 muchachos que se reunían con cierta regularidad para departir de sus cosas, captando pronto la atención de los representantes vascos en Londres, que temían el proselitismo que sobre este y otros grupos pudiesen ejercer las autoridades republicanas españolas en la capital del Reino Unido, con el presidente Juan Negrín a la cabeza. En cambio, Lucio fue enviado al norte del país, estableciéndose en Scarborough (Yorkshire). La familia Sauquillo, muy conocida en Aretxabaleta, estaba muy comprometida con las izquierdas y había sufrido con dureza el drama de la guerra. Su padre había presidido el centro republicano de la localidad del Alto Deba y sus tres hermanos mayores combatieron en los frentes vascos en las filas del batallón Dragones de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), de los que uno falleció en combate y otro fue fusilado.
En Scarborough, la bonita villa costera que ha conformado un tradicional sitio de veraneo para generaciones de ingleses, aún tuvo tiempo de aprender el oficio de electricista y conocer a una chica llamada Annie Olive Agar antes de que se incorporase al Ejército británico, convirtiéndose en padre de un niño a los 18 años, aunque la pareja nunca llegó a casarse. Según su expediente personal, se alistó el 19 de noviembre de 1942 y realizó la instrucción básica en el 19.º del Primary Training Corps en Edimburgo, de donde, debido a su formación, fue transferido al 100.º Coy del REME (Royal Electrical and Mechanical Engineers Corps), pero el joven guipuzcoano no estaba dispuesto a ver la guerra desde la retaguardia, incorporándose al Army Air Corps para ser formado como paracaidista el 14 de septiembre de 1943. Su nueva unidad sería el 12.º de Yorkshire, que se había organizado durante el mes de mayo de ese mismo año.
Con la mente puesta en que su objetivo sería el asalto a las defensas alemanas en el Atlántico, los “paras” británicos recorrieron el país en medio de una gira por varias localidades, como Ritchmond y Middlesbrough, y en unos meses llegó el día soñado en que todos aquellos jóvenes con sus boinas encarnadas gritando “¡Arriba la aerotransportada!” cogieron el tren que les llevaría hasta la estación londinense de Waterloo camino de las zonas de embarque donde se acumulaban las tropas llamadas a participar en la mayor operación militar combinada de la historia. El 12.º de Yorkshire se incorporó a la 5.ª Brigada de la 6.ª División Aerotransportada y se dirigió el 27 de mayo de 1944 al aeródromo de Kevil. El objetivo de toda la división el Día D sería tomar los puentes sobre el río Orne y el canal de Caen (este último sería bautizado como “Puente Pegaso” en honor al emblema de los “paras” británicos).
En las primeras horas del 6 de junio de 1944, mucho antes de que las tropas llegasen a las playas de desembarco, las fuerzas aerotransportadas británicas fueron las primeras en llegar a la zona, y Lucio saltó con ellas; comenzaba la Operación Tonga. Tras conseguir asegurar sus objetivos, todo el batallón se agrupó en Ranville, rechazando un contraataque alemán a las 11 de la mañana. Para entonces, ya se encontraban atrincherados y sometidos al bombardeo constante de la artillería y los morteros. A mediodía comenzaron a llegar los planeadores con el grueso de la fuerza, momento en que se vieron sometidos a un intenso fuego antiaéreo. A partir de entonces se produjeron constantes momentos de incertidumbre en los que los “paras” temieron la llegada inminente de refuerzos alemanes a la zona procedentes de la cercana Caen, y siempre en estrecha colaboración con los comandos de lord Lovat, que ya había llegado a las posiciones que defendían los hombres del 12.º de Yorkshire.
El día 7 tuvieron que rechazar un contraataque de la 21.º Panzer, que desplazó ocho carros que dejaron fuera de combate al único cañón antitanque disponible y causaron numerosas bajas, pero la cabeza de playa se iba consolidando paulatinamente. Esta confusa situación, donde los hombres no sabían realmente quien es quien, y tejían sus redes de comunicaciones en puestos de mando provisionales en medio del bocage, es la que hemos intentado reflejar en la escenografía que les proponemos en homenaje a Sauquillo. Constantemente se presentaban en las líneas británicas militares alemanes que habían quedado aislados y eran acompañados por el soldado de guardia para ser interrogados por el oficial al mando. Cualquier rato era bueno para avituallarse y la moral, a pesar del constante estrés de combate y la falta de sueño, se mantuvo alta. Muchas de aquellas historias son comunes a todas las guerras, dándose casos de pillaje y robos sobre los vencidos a modo de souvenirs, que en esta ocasión hemos querido representar a través del soldado inglés que luce en sus muñecas los relojes que va quitando a los alemanes.
El periplo de nuestro joven paracaidista llegó a su fin al anochecer del 12 de junio. Los 350 hombres útiles del batallón con el apoyo de una compañía del 12.º de Devonshire y unos pocos blindados atacaron la localidad de Breville pagando un alto precio en bajas, incluso el propio Lovat resultó herido por el mismo proyectil de artillería que alcanzó al jefe de la unidad, teniente coronel Johnson, que falleció al instante. Esa misma noche Lucio Sauquillo, mortalmente herido, no se presentó al recuento y su fallecimiento se registró al día siguiente, martes 13 de junio. Entre sus escasos enseres personales se recogieron una pluma, una pitillera, un anillo de cristal, una caja de esparadrapo, papel de escribir, cartas, un parche del regimiento, sellos y su chapa de identificación. El 12.º de Yorkshire quedó tan diezmado por la primera semana de combates en tierras normandas que tuvo que ser retirado del frente. El cuerpo de Lucio descansa junto al de muchos de sus camaradas en el cementerio británico de Hermanville y fue memorializado por la Asociación Sancho de Beurko en un viaje a tierras normandas con motivo del 75.º Aniversario del Día D. Hasta allí se acercó un equipo de EITB, la televisión pública vasca, y la historia de Lucio llegó a muchos hogares a través del informativo del mediodía.
La recreación histórica
La escenografía se llevó a cabo en medio de una densa vegetación de bosque cantábrico que emulaba el bocage normando merced a un linde de separación entre fincas y se dio plena libertad a los recreadores del grupo de recreación histórica de la Asociación Sancho de Beurko para componer sus personajes bajo la premisa de ajustarse a la bibliografía que conocemos sobre los paracaidistas británicos en el Día D. El esfuerzo merecía la pena y gracias a la ayuda de nuestros amigos se pudieron reunir los materiales necesarios, que se sumaron a los nuestros propios.
A diferencia de la Operación Market Garden, en esta ocasión hemos preferido que el entorno rural presidiese toda la escena, permitiendo solamente la irrupción de dos personajes ajenos al equipo británico: un suboficial y un oficial de alta graduación de la Kriegsmarine hechos prisioneros en medio del bosque. Los recreadores mostraron equipos británicos completos y adaptados en tono y color al estándar del final de la guerra, destacando los uniformes battledress de paracaidistas, sobretodos Denison fabricados por Kay Canvas y correajes “blanqueados” al estándar KG3.
Agradecer a Igor Jubindo y a los hermanos Joseba y Lander Zatón por su amistad y colaboración, además de a nuestros recreadores Eder Artal, Eneko Tabernilla, Iñaki Peña Eguskiza y Egoitz Ereño. Sin el buen hacer de todos no hubiera sido posible llevar a buen puerto semejante reto. Sin saber aún lo que nos depara el futuro en momentos tan inciertos como los que estamos viviendo, estamos convencidos de que se presenta halagüeño de la mano de tan buena gente.
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