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viernes, 25 de septiembre de 2020

Egaña | Nómadas

Estamos en vísperas de una de las fechas más significativas en el calendario de rebeldía del pueblo vasco y desde el baúl de la memoria Iñaki Egaña nos comparte este texto en su perfil de Facebook:

Nómadas

Iñaki Egaña

Un sábado 27 de setiembre de aquel año declarado Internacional de la Mujer por Naciones Unidas, unos días más tarde de que Papúa Nueva Guinea se independizara de Australia, las oficinas de prensa de las Capitanías Generales tanto de la VI como de la IV Región Militar, difundían la noticia de que Ángel Otaegi y Txiki Paredes habían sido “pasados por las armas” en Burgos y Barcelona.

En 2007, España reconoció el carácter “radicalmente injusto” de la condena de 1975, junto a todas las de la época. Y hace poco más de una semana, el Gobierno hispano ha anunciado que declarará nula la sentencia que llevó al patíbulo a Ángel y a Txiki. Una nulidad simbólica. Otaegi nació hace 78 años. Txiki, en cambio, hace 66. Les hurtaron unos cuantos.

Recordando aquella fecha, en la que en Madrid fueron también ejecutados tres militantes comunistas, Humberto Banea, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, diversas organizaciones independentistas fijaron un día para conmemorar la memoria de viejos y nuevos combatientes. El Gudari Eguna. Desde entonces, en la “ilegalidad”, a veces en circunstancias de permisibilidad, siempre bajo la vigilancia de jueces, delegados de Gobierno y policías.

No sólo se alargó la silueta de Ángel y de Txiki, sino la de otros hombres y mujeres que recorrieron nuestra tierra antaño y se nos fueron tras una bala traicionera, la picana en un cuartel o en el exilio a tantos kilómetros del fuego del hogar que apenas hubo lugar para la suma. José Mari Azkarraga, Lurgorri, ejecutado tras notificar a los intermediarios que no aceptaba ser canjeado por presos franquistas porque no quería acogerse a los “privilegios” de su profesión, periodista. Manuel Cristóbal Errandonea, que agonizó en un oscuro y lúgubre piso de París antes que ir al hospital para tratarle la apendicitis que padeció, por miedo a ser detenido. Maddi Heguy, arrollada por un tren por la negligencia de un gendarme que bloqueó su coche sobre la vía.

Leonard Cohen cantaba esos objetivos que aún siguen intactos, lejanos y cercanos, en ese horizonte irregular que un día acariciamos con la punta de los dedos y otros apenas divisamos entre la bruma: “Freedom soon will come then we'll come from the shadows” (La libertad pronto llegará, y entonces nosotros saldremos de las sombras).

El PNV celebró su Gudari Eguna en la clandestinidad, conmemorando en el último domingo de mayo de cada año, las gestas de los batallones bajo su disciplina durante la guerra civil y, por extensión, los muertos jeltzales. En los últimos años del franquismo, el Gudari Eguna se abría con una misa de campaña en Kalamua, Sollube y Bizkargi. A la muerte de Franco, la fecha jeltzale fue trasladada de mes y lugar en función de la agenda del Partido (de febrero a noviembre), hasta que la desaparición biológica de los protagonistas de la guerra diluyó la memoria con un último acto en Enkarterri, ya hace cinco años.

ANV, por su parte, recordaba y recuerda todos los años en el hayedo de Albertia, cerca de Legutio, una de las batallas más sangrientas de la guerra, en la que murieron decenas de sus militantes. Desde la década de 1980, el acto se celebra bajo el lema de “Atzoko eta gaurko gudarien omenez”. En 2014, los brotes de roble que había plantado en Aritxulegi, en la memoria de sus milicianos de 1936, junto a otras decenas de retoños de recuerdo más reciente, fueron destrozados por la Guardia Civil.

Suspirar por los muertos de cada trinchera es un acto de humanidad que no siempre se respeta. Benedetti nos recordaba en un conmovedor poema que es “mejor llorar que traicionar” y animaba, en una carta a su hijo, que llorase pero que no olvidase. Y esa es, precisamente, la esencia embrionaria del recuerdo de aquellos hombres y mujeres que ya se fueron y con los que otros hombres y mujeres aún sobre la faz de la tierra, compartieron sueños, ideales y proyectos. Aquellos que retrató otro poeta, Lauaxeta: "Dana emon bear yako maite dan askatasunari".

Ez dugu beldurrik ez dugu lotsarik nor geran, zer geran aitortzeko! Ez gaituk lapurrak ez eta zakurrak kataiaz loturik ibiltzeko!” declinó aquel hombre que a pesar de su tono, de su posición, también fue poeta. Telesforo Monzón, un nombre de otra época, un porte anterior al de su nombre, un empeño tan vigente que aún creo oír su voz aguda entre los ecos de Altabizkar, Lemoatx o Morlans.

Somos nómadas de la vida, acotados en un territorio que nos dio el halo de la supervivencia. Y cuando la edad aprieta, nuestros recuerdos tienen, en ocasiones, más peso que el día a día al que nos obliga nuestra condición. Nómadas a los que la primavera, el verano, otoño o ese invierno que se acerca, nos convierte en hojarasca, en pueblo activado hacia esos sueños libertadores que nos unen a otros hombres y mujeres con los que ni siquiera compartimos generación. Pero de los que heredamos su sonrisa, un gesto singular, una lectura emotiva.

En nuestro cuaderno de bitácora hemos ido marcando con muescas los hitos de nuestro viaje. Algunos con letras gruesas, otros con símbolos más finos. Llenos de colores estacionales, brillantes bajo el sol de la Bardena, amortiguados entre los robles melojos de Izki, hinchados en el reflejo del hierro rojo de Gallarta, sazonados en las marismas de Urdaibai, agrietados en las faldas del Sardekagaina.

Territorios que recogen los ecos que nos precedieron. Que guardan el caudal que es la vida y que acumulamos acarreando una carga repleta de utopías de los que se fueron, de aquellos nómadas cuyo viaje hoy compartimos. Con la responsabilidad de que los acogemos en el trayecto.

Somos esos caminantes que arrastran entre lluvias y sequedades la memoria que hemos ido acumulando por los rincones de nuestra tierra, la evocación de los nuestros, rellenada de nostalgia, pero también colmada de sonrisas cómplices, de amistades eternas que continuarán por la senda que un día allanarán los hijos y los nietos de Aitor y de Amaia. Los hijos y los nietos de Ramuntxo, Maite, Andoni, Belén, Goio, Blanca, Zefe y Maddi. 




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