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domingo, 26 de noviembre de 2017

Entrevista a Anne Etchegoyen

Les presentamos esta entrevista - con un par de preguntas mal intencionadas muy bien gestionadas en las respuestas para desmayo del entrevistador - a la cantante Anne Etchegoyen publicada por el Diario Vasco:


La artista de Iparralde presenta hoy en el Victoria Eugenia ‘Compostelle’ (2017), un disco inspirado por sus vivencias en el Camino de Santiago

Juan G. Andrés

En septiembre de 2015 Anne Etchegoyen partió de su localidad natal, el municipio bajonavarro de Donapaleu (Saint-Palais), rumbo al Cabo Finisterre. En un mes recorrió 880 kilómetros que terminaron convirtiéndose en un «proyecto musical humanista, unificador y abierto al mundo». ‘Compostelle-Du Pays basque à Saint-Jacques’ es el último disco de una joven que ha despachado más de 85.000 copias de ‘Les voix basques’ (2013) en Francia, donde ha llevado el euskera a escenarios tan emblemáticos como el Olympia. Acaba de ser madre por primera vez y ya piensa en alternar su actual gira con una segunda parte de ‘Les Voix Basques’ y un disco para niños.

- ¿Qué tiene el Camino de Santiago que engancha tanto?

- Vivimos en una época en la que todo va muy rápido y la gente utiliza Internet, las redes sociales, el ordenador y el teléfono móvil para comunicarse. Andar es una puerta abierta a la introspección y una experiencia como el Camino de Santiago permite volver a las cosas primarias. Como yo suelo decir, los caminos son las verdaderas redes sociales.

- En ‘Buen camino’ canta usted: «Dejé mi tierra / dudando por mi fe». ¿Fue una búsqueda más bien espiritual o religiosa?

- Un poco ambas. Atravesaba una etapa especial de mi vida. Tenía 37 años y los tres últimos habían sido de intenso trabajo con ‘Les Voix Basques’, proyecto en el que además de cantar, hice de productora. Aún no había tenido el bebé, estaba soltera y mi abuela había muerto seis meses atrás. Ella había dejado de creer en Dios tras la muerte de mi abuelo 40 años antes, cuando un cáncer fulminante se lo llevó en tres meses, y al final de su propia vida, cuatro días antes de fallecer, mi abuela pidió un cura. Rezamos y nos ayudó mucho. Por estas razones elegí una fecha para hacer el camino. Soy católica practicante, pero más bien creo en la espiritualidad.

- En el camino también encontró inspiración para su música…

- Sí, pero antes de partir no sabía qué iba a encontrar. Yo intuía que una experiencia así tendría una influencia y de camino a Santiago encontré muchas cosas: música, textos, pensamientos, gente, paisajes…. Aprendí que las cosas tienen la importancia que les damos y que cada uno hace su propio camino.

- En ‘Una cita conmigo’, compuesta por los hermanos Makaroff, canta: «...pero ya seré otra persona / porque habré recorrido el camino». ¿El Camino le ha cambiado?

- Sí, claro, porque en 880 kilómetros a pie tienes tiempo para pensar mucho tiempo, quizá demasiado. (Risas) Quería llevar a cabo una introspección y eso es lo que hice: ésa era la prioridad porque no salí de casa con la obligación de hacer un disco, sólo si encontraba la inspiración.

- ¿Pero ha cambiado en algo su perspectiva como artista?

- Sí, he aprendido que la inspiración puede venir de cualquier cosa y de todas partes: del canto de un pájaro, de una cena, de un paisaje, de una iglesia… Peregrinar favorece la apertura de ojos, alma y cuerpo.

- ¿Qué canciones guardan una relación más directa con el Camino?

- Todas… El disco es un diario de a bordo musical que narra mi camino de pensamiento, de espiritualidad… Algunas son más evidentes, como ‘Kanpaiak’, inspirada en el sonido de las campanas de los pueblos por los que pasé, y otras están relacionadas con las razones que me llevaron a peregrinar, como ‘Gurekin egon’, que canté en el funeral de mis abuelas.

- ¿Qué significado tienen las otras letras que ha escrito usted para el disco?

- ‘Entzun’ es un homenaje a mis abuelas y a mi infancia con ellas, y ‘Buen camino’ resume mi partida, mi peregrinaje, mis encuentros y mis pensamientos, mientras que ‘Saint-Jacques’ trata de la aceptación de nuestras creencias respectivas: es una época difícil en ese sentido quería hablar de la coexistencia de las distintas religiones. La muerte del padre Jacques Hamel (sacerdote degollado en 2016 por dos yihadistas en Normandía) me inspiró este texto que hemos grabado con un coro de niños malgaches porque soy madrina de la asociación Solidarité Madagascar. Además, en ‘Zortziak bat’ quería hablar de los vascos de la diáspora que no viven en Euskal Herria pero la llevan muy dentro del corazón.

- Utiliza el castellano y el francés pero el idioma dominante es el euskera. ¿Cómo es su relación actual con la lengua vasca?

- Mi madre nació en Hegoalde, en Erratzu (Baztan), y hablaba y todavía habla euskera, pero mi padre y su familia, con la que crecí en Donapaleu, no. Por eso no aprendí la lengua de pequeña. En 2013 decidí ir al barnetegi de Forua, cerca de Gernika, para aprender el idioma y la historia de Euskal Herria. Encontré gente y profesores que facilitaron mi inmersión en el euskera. Ahora lo uso en mis relaciones profesionales e intento hablarlo también con mi madre y con Gabi, mi bebé de tres meses.

- Algunos euskaldunes critican lo que consideran una visión folclorista de su música… ¿Qué le parecen esas críticas?

- No son constructivas… Por supuesto que también doy una visión folclorista en mi música, porque se trata de la realidad: playas, txapelas, makilas, coros de hombres, canciones populares que hablan de baile y de amor… Todo eso forma parte de la música vasca y de Euskal Herria, pero en un disco de doce canciones hemos tratado otros temas más profundos con arreglos diferentes, más sencillos o más trabajados. Y seguramente, todo ello ha hecho que el público, atraído por esa supuesta ‘visión folclorista’, se haya interesado por otras cuestionas relacionadas con la cultura vasca… Quizá esa ‘visión’ permite abrirse a esta cultura. ¿O crees que sería mejor cantar en un videoclip mal vestido , en calles feas y sucias, con gente sin maquillaje, sobre una canción triste y mal producida? Eso no haría un favor a la cultura vasca.

- Tal vez no le perdonan haber cantado ‘La Marsellesa’ en algunos eventos deportivos de Francia…

- No me importa. Esa canción fue escrita en 1792 con un sentido revolucionario: es un himno a la libertad que simboliza la lucha contra la tiranía. Por supuesto, su letra no es actual, pero mi abuelo participó en la II Guerra Mundial del lado de Francia y eso tengo que respetarlo. Además, en Iparralde no tenemos la misma historia con Francia que en Hegoalde con España, donde hubo una dictadura. En España no cantaría el himno nacional aunque tuviera letra.

- ¿Está cansada de tener que explicar usted que se siente francesa y vasca?

- No tengo ningún problema con eso. Yo se quién soy y mientras esté viva, seguiré cantando mi amor por mi tierra. Lo importante para mí es respetar las ideas de cada uno, siempre y cuando éstas no sean violentas y radicales. La única lucha en la que creo es la lucha pacifista.






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