La reciente celebración de la edición 2025 del Jaialdi en Boise ha sido la inspiración para este texto dedicado a la diáspora vasca, mismo que ha sido publicado en la sección de Opinión de Naiz. Y pues nada, solo mencionar que definitivamente sí que hay otras diásporas vascas además de la estadounidense.
Adelante con la lectura:
Diáspora
Iñaki BernaolaPocas veces se ha dado tanto pábulo a la actividad desarrollada por la llamada diáspora vasca como en las recientes celebraciones llevadas a cabo en la localidad de Boise (Idaho, EEUU), a donde han acudido varias personalidades de la administración y del mundo académico, así como diversas figuras el mundo cultural vasco. Es bien sabido que el origen de la diáspora suele guardar relación con la necesidad de huir de la pobreza, de los conflictos bélicos o, sin más, con la necesidad de buscar horizontes más propicios. Todos los países europeos tienen su diáspora, casi siempre con origen en los siglos XIX y primera mitad del XX.
Los vascos tenemos una diáspora abundante; a veces, como en el caso citado, profusamente conocida, y otras no tanto. De hecho, en la diáspora vasca, como supongo que en cualquier otra, puede encontrarse de todo. Pero en nuestro caso, el indicador más claro de pertenencia a la misma son los apellidos. Los vascos tenemos la suerte de que, a la hora de buscar nuestros orígenes, los apellidos nunca fallan.
Cuando era joven compartía con algunos amigos la afición por la guitarra. Era la época del boom de los cantautores sudamericanos. Nosotros sentíamos predilección por las milongas de José Larralde, tanto por la apariencia de gaucho con que aparecía en las portadas de sus discos como por el contenido de las canciones, pero, sobre todo, porque eran relativamente fáciles de interpretar, mucho más que las de Atahualpa Yupanqui, al contrario que Larralde no hijo de padre vasco, sino de madre, con las que mal que bien todavía podíamos arreglarnos.
Pero quien se llevaba la palma de popularidad en aquella época era el chileno Víctor Jara. Había una canción suya dedicada a un tal Luis Emilio Recabarren, que fue el fundador del Partido Comunista Chileno. No era Luis Emilio el único vasco significativo de Chile: ahí tenemos también al sangriento dictador Augusto Pinochet Ugarte.
Es probable que muchos lectores no sepan quién es Máxima Zorroguieta. Nada menos que la reina de los Países Bajos, esposa del actual rey Guillermo y nuera de la anterior reina Beatriz, la cual abdicó en favor de su hijo. Vivió durante su juventud en Argentina. Y volviendo a los Estados Unidos, es sabida la existencia de políticos con apellido vasco pertenecientes al ala más reaccionaria de dicho país, cuyos nombre omito por elemental prudencia.
Creo que en ningún sitio se ha dado tamaña solidaridad con los presos y refugiados vascos como en Uruguay. En el año 1994 se produjeron en dicho país grandes manifestaciones en favor del derecho de asilo para los vascos huidos. No hace falta señalar quién es uno de los personajes más carismáticos de toda la historia de Uruguay: el expresidente Pepe Mujica.
Un compañero mío de estudios nos invitó a pasar unos días en casa de sus tíos en París. Su tía fue uno de los niños vascos evacuados durante la Guerra Civil. En Francia debió de tener contactos con el maquis, y acabó casándose con un comunista manchego superviviente del campo de exterminio de Mauthaussen. Por su casa parisina pasaban montones de comunistas, algunos también hijos de la diáspora vasca, como por ejemplo Agustín Gómez de Segura Pagola, otro niño evacuado que llegó a ser futbolista en el Torpedo de Moscú y dirigente del Partido Comunista de España, del cual acabó distanciándose por desacuerdos con la línea eurocomunista de Santiago Carrillo. El último exponente de la diáspora vasca que quiero mencionar reviste enorme actualidad: el periodista Pablo González, descendiente también de niños vascos evacuados a la Unión Soviética.
Como he dicho antes, en la diáspora puede encontrarse de todo. Y por ello es importante que, dentro de ese abanico, nos quedemos con aquello que más nos interesa. Porque no nos engañemos: a quien más le importa la diáspora es al país de procedencia.
En un libro de entrevistas a Pepe Mujica recién editado por GARA, este se quejaba de que la mayoría de los medios de comunicación estén en manos del capital. Tenía razón, no solo porque los medios dan una versión determinada de los hechos reales, sino sobre todo porque crean un mundo virtual propio. Ese mundo virtual además no lo crean solo los medios, sino también la cultura, el arte, el cine... incluso las marcas de alimentos y bebidas a la vista en los estantes del supermercado. Hoy en día, además, la importancia del mundo virtual en nuestras vidas es enorme, comparada con el estrecho marco del mundo real de cada individuo.
No sé qué tipo de diáspora le interesa a nuestro país. Si sé, por el contrario, a cuál se le concede más espacio en nuestro mundo virtual. Tal es así que, vistos los recientes acontecimientos, me ha asaltado la duda de si el efecto subsiguiente ha sido reforzar la imagen vasca en los Estados Unidos, o reforzar la imagen de los Estados Unidos en el País Vasco.
Yo intentaría prestar más atención a otras diásporas y a otros personajes ligados con ellas. Aunque solo sea para que no parezca que los únicos que tienen diáspora vasca son los yanquis.
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