Es verano y la costa vasca pulula con visitantes de toda Europa y el mundo.
Es el momento que Etxerat y otros colectivos solidarios vascos están esperando para llevar un mensaje urgente al mundo.
De eso nos habla este comentario editorial de Naiz:
La imagen tiene un punto surrealista: una pancarta llevada por familiares, la mayoría no precisamente jóvenes, surca la playa sorteando bañistas y dejando un reguero de octavillas. Pero más surrealista es lo que cuentan. «¿Esta gente recorre 700 kilómetros para 40 minutos? Inaudito», valora Peter, de San Francisco.«¿Qué significa etxera?», pregunta a su acompañante un joven latinoamericano sentado en un banco de La Concha donostiarra, mientras observa la hilera de familiares caminar enfrente suyo portando pañuelos y pancartas contra el alejamiento. Peter, llegado desde San Francisco (Estados Unidos) con su esposa y su hijo, ya ha leído la octavilla y tiene una opinión que dar a GARA, o mejor una pregunta: «¿Esta gente tiene que recorrer 700 kilómetros para una visita de 45 minutos con su familiar? Es inaudito», afirma.Desde 1997, los familiares no han faltado un solo año a esta cita informativa en las playas vascas. Entonces los presos alejados eran más de 500 y ahora la cifra ha bajado a 327; entonces todavía había que acudir en avión a Mallorca, Tenerife, Melilla o Salto del Negro, pero ahora la distancia a casa es mayor que nunca por término medio; entonces y ahora, como ha dicho Iñigo Urkullu, se hablaba de planes de acercamiento pero siguen sin consumarse; entonces y ahora, cada fin de semana hay que echarse a la carretera y afrontar ese riesgo y ese gasto; entonces Kepa del Hoyo aún estaba libre y hoy, tras 19 años dispersado, ni siquiera está vivo.Lo que sigue igual es la determinación de los familiares. En Donostia este mediodía de domingo con 23 grados han bajado a la playa para entregar 1.200 «mapas de la dispersión», tras una semana «especialmente dura», admite la portavoz de Etxerat Patricia Vélez, primero por la irreparable pérdida de Del Hoyo y luego por la neumonía de Juan Mari Etxabarri.Y sigue brotando también el asombro de quienes leen el documento, que no son todos. GARA se fija esta vez en ellos, como la pareja que se acerca interesada para preguntar en francés qué se reclama con esta movilización. En este caso no hace falta extenderse en explicaciones: «Somos corsos y, como a los vascos, a los corsos también los mandan a París», apunta ella, citando el caso concreto del militante Yvan Colonna.De Singapur a ArgentinaSe llevan el «mapa de la dispersión», igual que el matrimonio de San Francisco, llegado a Euskal Herria para tres días. Conocen el desarme de ETA, pero desconocían hasta ayer eso del alejamiento. «Es terrible. ¿Por qué no los traen? ¿Qué dicen los gobiernos español y francés? No entiendo, esto es totalmente nuevo para nosotros», señalan.En el parque de Alderdi Eder, un padre empuja el columpio de su hijo y también se interesa por esa pintoresca caravana que serpentea entre veraneantes. Es Paul, canadiense: «¿Presos vascos? ¡Ah, sí, independencia!». Pero tampoco ha oído hasta ahora que esos presos independentistas sean llevados a la otra punta de la Península.Paula y Jorge han llegado al «marco incomparable» desde la aragonesa Tarazona. El hombre pasa un buen rato analizando el documento y resumiéndoselo a su pareja: «Mira, 9 en Zuera», «22 en Puerto», «18 en Murcia»... Luego lo deposita en la papelera más cercana, sin ninguna mueca. Da su nombre y los motivos del viaje, pero declina hacer una valoración. Otra turista, esta francesa, sí se guarda el mapa en el bolsillo del pantalón antes de entrar al Hotel Londres.En casi todos los interpelados se aprecia respeto. Pero siempre hay alguna excepción. Un padre de familia con dos hijos grita «asesinos» desde la barandilla a quienes en ese momento bajan al arenal. ¿Asesinos los familiares? «Uff, hay de todo, de todo –reconoce– una componente de Etxerat bregada en estas lides–. Una mujer me acaba de llamar ‘zorra’ y encima se ha indignado porque le he contestado. Menos mal que ya tengo más escamas que ni sé». En la tertulia que se improvisa al final de la caminata, se destaca que han visto a más de un turista fotografiar con sus móviles la octavilla, seguramente para difundirlo por las redes sociales, quién sabe a qué lejano país.Nos acercamos a la orilla: una turista de Singapur vigila ahí a su hijo de dos años mientras lee el mapa, que juzga «muy interesante». Indica a GARA que «soy madre de dos niños pequeños –el otro, de seis años, está a unos metros de distancia– y no quisiera que mis familiares estuvieran a tantos kilómetros, sin saber siquiera cómo se encuentran. Si España es un gobierno democrático, no debería producirse una persecución así. Me parece realmente muy triste». Luego matiza que tampoco se le hace demasiado ajena esta «política de castigo. Nosotros, en Asia, en concreto en Myanmar, tenemos el caso de Aung Saan Su Kyi», explica en referencia a la líder birmana Nobel de la Paz 1991.«Venimos de Buenos Aires. En Argentina estamos muy acostumbrados a las protestas populares. Estos días habíamos visto esos carteles en las calles, pero como no entendemos el idioma no sabíamos qué quería decir ‘euskal presoak etxera’. No teníamos ni idea de esto, pero no nos sorprende la actitud de los gobiernos...», dice lacónicamente otro de los encuestados.Seis años despuésLas vacaciones siguen, la pesadilla de los familiares también. Objetivo cumplido por hoy, cuando han acudido, además de Donostia, a Muskiz, Bakio, Mundaka, Laga, Laida, Ea, Lekeitio, Ondarroa, Mutriku, Deba, Zarautz, Orio, Hendaia y también Plentzia-Gorliz el sábado. «Queremos mostrar a los visitantes cuál es nuestra realidad –destaca Vélez–. Muchos vienen con la idea de que en Euskal Herria se ha abierto un nuevo escenario, saben que ETA dejó las armas hace seis años y que en abril se produjo el desarme… pero nuestra situación sigue siendo la misma, cada semana seguimos poniendo en riesgo nuestras vidas, y ya son 16 los familiares y amigos muertos en estos 28 años».
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