Está por cerrarse el telón del montaje electoral y desde Gara traemos a ustedes este comentario editorial:
Anjel Ordóñez | PeriodistaLa campaña electoral encara su recta final en un clima de normalidad tan sosegado como artificial en Euskal Herria. Vaya por delante que animo a acudir a las urnas para respaldar con convencimiento la única opción que defiende sin ambages ni embozos los derechos de Euskal Herria y sus ciudadanos. Porque creo que, sin ser la única, acaso ni siquiera la más importante, el esfuerzo institucional es llave esencial para descerrajar ese candado oxidado pero tenaz que nos sujeta por la fuerza a una realidad política y social ajena, impuesta e injusta.Aunque no es la primera vez, políticos, analistas y corifeos profesionales se felicitan porque esta campaña se desarrolla sin la «contaminación» de la violencia. Por si hiciera falta aclaración, se refieren a la violencia de ETA. Solo a ella. Y sí, la satisfacción por la determinación en el camino de la paz es compartida porque avanza en la minoración del sufrimiento y busca caminos de entendimiento. Pero la violencia persiste. Aunque a nadie interese demasiado hablar de ella.Siguen las amenazas. «La Guardia Civil lleva 171 años en Euskadi y jamás se marchará», aseguraba el ministro español de Interior en Gasteiz. Sigue la persecución política. La Audiencia Nacional ha condenado a seis años de prisión a siete jóvenes por su militancia política, mediante una sentencia asentada exclusivamente en las tesis policiales y en las declaraciones obtenidas durante el régimen de incomunicación, en el que los jóvenes denunciaron torturas. El preso político gernikarra Ibon Goieaskoetxea fue agredido en la cárcel de Fleury-Mérogis tras pedir explicaciones por denegarle a su hermano Zigor sin razón alguna una visita. Y sigue el castigo a la población civil. Cada mes, al menos un familiar o allegado sufre un accidente de tráfico mientras cubre los cientos de kilómetros que le separan de la cárcel en la que han dispersado a los presos políticos vascos.La televisión habla de promesas; en la calle, el conflicto persiste. Y parte de su solución se dirime el domingo. Pero el lunes, el trabajo espera, porque las urgencias son cada vez más urgentes.
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