Sin mayor preámbulo, les compartimos este importantísimo análisis publicado en Naiz:
Iban a ser las primeras elecciones normales de un nuevo tiempo
Estas debían ser las primeras elecciones normales de un nuevo tiempo en el que se conjuga que el independentismo puede presentar a los candidatos que desee y se abren paso nuevas fuerzas políticas de ámbito estatal, pero llegó Ángela Murillo y nos recordó que seguimos en un estado de excepción.
Iñaki Iriondo
Hace cuatro años, la noche de inicio de campaña la vivimos pendientes del Tribunal Constitucional, con miles de personas haciendo una sentada en el Arenal bilbaino y las redacciones maldiciendo que se echaba encima la hora de cierre. La buena noticia estalló poco después de las doce de la noche, con la campaña iniciada, y aunque por un marcador ajustado (6 magistrados a 5), tal día como hoy contamos por fin de que Bildu podía presentarse a las elecciones municipales y forales, sobreponiéndose a los intentos de ilegalización y prohibición.
Pero fue todavía una comparecencia electoral no normalizada. Con Sortu sin legalizar, para conformar sus candidaturas Bildu tuvo que echar mano de personas que jamás hubieran siquiera imaginado llegar a concejal, a alcalde y –esto ya fue la leche– a diputado general.
Para las Comisiones de la Verdad o Institutos de la Memoria quedará que en Hego Euskal Herria unos 40.000 ciudadanos tuvieron impedido poder ser candidatos en las anteriores elecciones municipales y forales. La ilegalización de Batasuna en 2002 y la cascada de siglas y agrupaciones que le siguieron hicieron que todas estas personas, que no habían cometido delito alguno, fueran consideradas «contaminadas» por los tribunales españoles y su presencia en cualquier otra lista motivo para su anulación.
Cuatro años después, la angustia de estar pendientes cada inicio de campaña electoral de la decisión de última hora del Tribunal Constitucional se percibe ya como algo del pasado. Por fin, las listas de cada pueblo pueden hacerse con las propias fuerzas de cada cual, sin someter a los candidatos a un test de «limpieza» homologable por la Fiscalía y la Abogacía del Estado. Podían, por tanto, ser estas unas elecciones normales, o al menos lo normales que pueden ser cuando el futuro secretario general de un partido está encarcelado junto a varios compañeros por hacer política y avanzar hacia la paz.
Pero en estas llegó el Juzgado de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional, comandado por Ángela Murillo, y nos devolvió a la realidad de que vivimos en un estado de excepción. Probablemente una mayoría de la población no lo perciba así, ni la mayoría de los partidos sienten que encarcelar a siete jóvenes por sus ideas políticas es motivo de escándalo ni debe alterar sus planes de campaña, pero objetivamente el auto que firma Murillo podía suscribirlo cualquier juez del Tribunal de Orden Público franquista.
La campaña electoral se puso en marcha con tres jóvenes gasteiztarras huidos de sus casas para no acabar en una cárcel a cientos de kilómetros de ellas, y el caso se agrava porque quien pretende detenerlos no es la Guardia Civil de «alma de charol» que describió Federico García Lorca, ni los «grises» ante los que corrieron de boquilla tantos que en realidad nunca se enfrentaron a ningún policía. Les busca la Ertzaintza y antecedentes hay de que podría estarlo haciendo por iniciativa propia.
Otros cuatro ya fueron detenidos anteayer. En total siete jóvenes que estos días podrían estar en los mítines electorales o tomándose unas cervezas con sus amigos, distribuyendo propaganda o dando una vuelta por ahí, trabajando o estudiando, pensando probablemente en votar por el cambio en Gasteiz el 24 de mayo, ahora estarán sumidos en la angustia, al igual que sus familias, acusados de pertenecer a una «organización terrorista» sin haber cogido nunca un arma, ni haber planeado atentado alguno, ni nada por el estilo. Por la mera teoría del «todo es ETA», que incluso otras secciones de la Audiencia Nacional ya habían aparcado, pero que ha encontrado en la Sección Tercera su adalid.
Otra de las características novedosas de estas elecciones es la aparición también en nuestras circunscripciones de las nuevas formaciones de ámbito estatal, Podemos y Ciudadanos, que pueden provocar algunas alteraciones en el reparto de parlamentarios, junteros y concejales. En pulcritud, ambos partidos ya se estrenaron en las elecciones europeas de hace un año, obteniendo en Hego Euskal Herria 72.695 votos Podemos y 10.071 Ciudadanos.
A raíz de esos comicios, el partido de Pablo Iglesias conoció un enorme boom de simpatía y llegó a ocupar el primer puesto en intención directa de voto en las encuestas del CIS. También aquí hubo quienes dieron a Podemos la victoria en Nafarroa y Araba y enormes resultados en Bizkaia y Gipuzkoa. De hecho, todavía ayer el CIS le auguraba un empate a escaños con UPN en el Parlamento foral.
Habrá que ver. De momento los indicadores demoscópicos y sociales parecen mostrar que la marea que subió como la espuma también baja como tal. La necesidad de estructurar equipos de dirección a nivel autonómico, provincial y local, las batallas internas que esto genera y los problemas para concretar programas están haciendo mella en Podemos. A esto debe sumarse su decisión de no ir con las propias siglas a las elecciones municipales, lo que provoca una diversidad de estructuras y nombres que puede acabar confundiendo a su propio electorado potencial.
Cuando Podemos estaba en la cresta de la ola y empezaba a asustar a determinados estamentos, comenzó a adquirir popularidad Ciudadanos. Se trata de un partido que lleva tiempo instalado en Catalunya haciendo del unionismo su bandera, y que ahora pretende presentarse como la alternativa de centro a PP y PSOE, los viejos partidos carcomidos por la corrupción.
Sus resultados en Euskal Herria fueron muy discretos y hasta la fecha ni siquiera aparecía en las encuestas. Pero el poder de las televisiones y los medios de comunicación españoles es muy grande en nuestro país, y Ciudadanos empieza a ser tomado en consideración también aquí. El CIS le concedió ayer un 8,7% y entre 4 y 5 escaños en el Parlamento de Nafarroa. Y esta misma semana el alcalde de Gasteiz y candidato del PP, Javier Maroto, mostraba públicamente su temor a las papeletas que el partido de Albert Rivera pudiera arañarle, avisando que votar a Ciudadanos podría ser dar a EH Bildu las llaves de la Alcaldía de la capital alavesa. En las europeas apenas consiguieron 1.054 votos (1,35%) en Gasteiz, pero entonces nadie les conocía y ahora salen en la tele.
El resto del mapa político parece dar muestras de estabilidad. Esto supone que PNV y EH Bildu pelean por mantener las posiciones ganadas hace cuatro años, mientras que PSE-PSN y PP tratan de evitar el cataclismo. UPN se encuentra también entre las siglas en caída, aunque al tener un mayor colchón esta puede ser menos estrepitosa.
Al PSE no se le ve espíritu ganador ni en sus feudos más tradicionales, que alguno seguirá manteniendo, y su rol aceptado parece ser el de consorte del PNV allí donde se le necesite. En cuanto al PP, puede quedar reducido a Gasteiz y lo que esto vaya a tener de empuje para el conjunto de Araba. La caída del partido de Mariano Rajoy en el Estado hace tiempo que se anticipó en las urnas vascas.
Arranca pues oficialmente una nueva campaña y, tristemente, con la policía, todavía, persiguiendo vascos.
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