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domingo, 27 de julio de 2008

Mensaje a Anasagasti

El siguiente texto ha sido publicado en Kaos en la Red:

El orgullo de ser, esa es la cuestión, Sr. Anasagasti

Tasio Erkizia y Periko Solabarria, militantes de la izquierda abertzale han dejado su vida en la defensa de Euskal Herria y de la clase obrera, mientras usted en Venezuela esperaba la muerte de Franco.

Amparo Lasheras

Este artículo lo empecé a escribir después de escuchar, en uno de esos debates que van y vienen de una radio a otra, la idea de que, en verano, sobran las reivindicaciones de la izquierda abertzale. En un principio la intención del artículo fue defender el derecho de esta formación a desarrollar su política en cualquier estación del año.

A partir de este punto, señor Anasagasti, la lectura de algunas frases de su artículo, publicado el viernes en un diario de Gipuzkoa, me hicieron cambiar el rumbo de mi artículo y dedicarle a usted el resto de mi reflexión, porque creo que su bagaje político es muy limitado y necesita enterarse de algunas cuestiones importantes sobre la evolución de la izquierda, la coherencia ideológica, la militancia responsable y la dignidad política, algo que usted desconoce a juzgar por lo que escribe y por las opiniones tan poco elegantes que vierte en su escrito sobre dos personas, Tasio Erkizia y Periko Solabarria. Estos militantes de la izquierda abertzale han dejado su vida en la defensa de los derechos de Euskal Herria y de la clase trabajadora y, mientras usted residía en Venezuela esperando que Franco muriese para regresar de la mano del PNV, ellos, aquí, en una Euskal Herria demasiado dolorida, sufrían la represión y la tortura franquista para conseguir la libertad y las condiciones que a usted le han permitido dedicarse a la política durante treinta años, que son muchos años.

Mire señor Anasagasti, en realidad su artículo tampoco es que suponga una novedad periodística. El hecho de lanzar augurios de tragedia sobre el futuro de la izquierda abertzale en los medios de comunicación y en cualquier declaración política que se precie se ha convertido en algo habitual. Todos, periodistas y políticos, incluido usted, están empeñados en finiquitar nuestra desaparición y en escenificar ante la sociedad que esa desaparición es ya un hecho consumado. Con tal de conseguir sus objetivos y hacer invisible la propuesta de la izquierda abertzale para un nuevo marco democrático, todo vale. No importa la calidad democrática del camino a seguir. Cualquier arma judicial, policial, legislativa o mediática puede ser válida si contribuye a expulsar del quehacer político al independentismo de izquierdas. Y si además esas medidas, decretadas por Madrid y apoyadas por su partido, ayudan a crear un caldo de cultivo para desmoralizar a las bases de la izquierda abertzale, los objetivos están más que superados.

En todos los discursos de los dirigentes del PSOE, del PP y de sus compañeros de partido y, en especial, en las declaraciones del ministro de Interior español, me parece reconocer una intencionalidad subliminal de prepotencia y victoria política, de condescendencia ganadora y una falta de rigor casi infantil a la hora de analizar la militancia, el compromiso, la ideología y la fortaleza de la lucha política de la izquierda abertzale. Quienes lanzan estos mensajes y los escriben, como usted, en artículos tan poco sustanciosos políticamente, responden a una propaganda de acoso y derribo perfectamente estudiada. Lo hacen desde el atrevimiento y la osadía que lleva consigo la soberbia y la ignorancia, unas actitudes que quizás les limita la visión política y les hace creer que su advertencia calará en el ánimo de los militantes abertzales y que éstos terminarán admitiendo la posibilidad de que, en el fondo, el Gobierno español y el PNV están en lo cierto. Porque ya se sabe que nada hay más beneficioso para el enemigo que un militante sin esperanza. Para comprobarlo sólo tiene que analizar la perdida de votos nacionalistas en las últimas citas electorales.

Por si no lo sabe le diré que, en las últimas décadas, los nuevos retos de la izquierda han generado numerosos debates en torno a la militancia política y su importancia en la lucha por un cambio social que devuelva a los pueblos los derechos, la libertad y la capacidad de decisión que el neoliberalismo actual ha intentado borrar del pensamiento político, a través del desarrollo e implantación de un individualismo salvaje y consumista. Desde Marta Harnecker hasta Fernández Huidobro, ex dirigente Tupamaro, pasando por políticos e ideólogos marxistas, socialdemócratas, anarquistas o liberales, todos han teorizado, desde perspectivas muy diferentes, sobre el protagonismo y el compromiso de la militancia ya sea en la estructura de un partido, de un movimiento popular o en otros campos sociales. Sin embargo, a pesar de los diversos conceptos que defienden y por encima de cualquier teoría, existe un principio fundamental, sencillo e inequívoco que no necesita mucha teorización y que sin el cual la militancia y el compromiso ideológico se vuelve frágil y cambiante. Le estoy hablando de ese sentimiento de orgullo y confianza que se mantiene en las ideas que estructuran nuestro pensamiento y nuestra vida, con las que analizamos la realidad, racionalizamos las respuestas y sustentamos nuestra lucha. Ese orgullo de ser lo que somos y la confianza en lo que llegaremos a ser es quizás el elemento inexplicable que impulsa la fortaleza y la exigencia de lucha para alcanzar los objetivos y hacer posible lo que el sistema nos muestra como imposible, y que responde a lo que Tomás Moro definió como utopía, lo que Marta Harnecker teorizó en su libro «La izquierda en el umbral del siglo XXI» y que yo, en mi modesto ideario personal, me lo explico a mí misma como la defensa de un idealismo posible.

Reconozco que este planteamiento resulta muy difícil de entender para quienes, como usted, señor Anasagasti, han convertido la política, la democracia y los derechos colectivos e individuales en un campo de negocio y poder, custodiado por la fuerza de la represión.

La decisión de la Audiencia Nacional de imputar a 30 militantes de la izquierda abertzale en el sumario de ilegalización EHAK, cuya denuncia le produce tanta hilaridad, constituye, como todos los procesamientos de militantes de la izquierda abertzale, una acción de persecución política, digna de cualquier gobierno neofascista y eso usted y su partido lo saben muy bien. Otra cosa es que se callen e intenten sacar beneficios de ese silencio. Es cierto, señor Anasagasti, que los acuerdos entre el PP y el PSOE, la sumisión del PNV al marco constitucional español y la docilidad con que el tripartito de Gasteiz está acogiendo la prohibición de la consulta promovida por Ibarretxe, junto con los mensajes que durante esta semana se han prodigado en la prensa, intentando vender una sensación de victoria policial y judicial, han conseguido que la dureza de la realidad que está viviendo la izquierda abertzale se agudice en un verano, donde al parecer sólo es lícito tomar el sol. También es cierto que en el nuevo curso político la izquierda abertzale tendrá que trabajar duro y articular las respuestas adecuadas para impedir que ustedes, el PNV, negocien con el PSOE una reforma estatutaria. Afrontar el momento con una estrategia de lucha política, en un marco excesivamente hostil, donde el reconocimiento de Euskal Herria, la independencia y el socialismo están excluidos y criminalizados, va a ser una tarea muy ardua y se va a necesitar un compromiso muy valiente por parte de la militancia de la izquierda abertzale.

Sin embargo, señor Anasagasti, aunque usted no pueda entenderlo, es ahora, en este momento de vértigo, cuando la solidez de las ideas puede y debe sustentar el proyecto de futuro. El orgullo de ser lo que somos y la confianza en lo que llegaremos a ser se convertirá en la fuerza y también en la sonrisa abierta de cada uno de los hombres y mujeres de la izquierda abertzale, ya sean jóvenes, venerables, ya estén encarcelados, libres o comparezcan en las ruedas de prensa apaleados por artículos tan banales y burdos como el suyo.

En realidad, señor Anasagasti, debo de confesarle que en cuanto a la coherencia política, la ética humana, el valor de las ideas y el orgullo de defenderlas, en este artículo no descubro nada nuevo. Lo dijeron los griegos y durante siglos se ha teorizado sobre ello. Fue Shakespeare en el siglo XVII quien lo planteo como dilema con la pasión del drama y el secreto de la poesía. «Ser o no ser, esa es la cuestión». Sí, señor Anasagasti. Usted y sus compañeros de partido no lo sé, pero lo que sí le puedo asegurar es que la izquierda abertzale, porque es, seguirá en Euskal Herria, luchando por lo que cree.


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