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sábado, 16 de abril de 2022

El Aberri Eguna de 1932

Mañana es el Aberri Eguna y tal vez por el hecho de que el mismo podrá ser celebrado presencialmente después de los dos años de encierro producto de la pandemia se ha estado publicando diferentes artículos, reportajes, entrevistas y notas acerca de esta particular fecha.

Así, desde El Correo traemos a ustedes este recuento de la hoy mítica celebración de 1932 en Bilbo y el hecho de que este año marca el 90 aniversario de la misma.

Lean por favor:


1932: Bilbao acoge el primer Aberri Eguna

La elección del Domingo de Resurrección como fecha móvil para celebrar el Día de la Patria vasca fue una solución provisional que el PNV acabó adoptando como definitiva tras el espectacular éxito de la primera convocatoria

Manuel Otero

El primer Aberri Eguna tuvo lugar el 27 de marzo de 1932. La celebración del Día de la Patria el domingo de Resurrección se convertiría en la principal conmemoración nacionalista, pero la elección de esta fecha tuvo algo de fortuito. Estuvo relacionada con las circunstancias políticas que vivía el nacionalismo vasco.

El 14 de abril de 1931 se había proclamado la Segunda República. El PNV consiguió buenos resultados electorales, pero luego no tuvo éxito su proyecto de Estatuto de Estella, realizado junto al tradicionalismo. La aprobación en diciembre de la Constitución lo invalidaba y reabría el proceso estatutario. Cuando se tramitaba la Constitución, el nacionalismo había entendido que era necesaria una movilización para demostrar su capacidad de arrastre popular. El Euzkadi Buru Batzar intentó realizar una concentración nacionalista el 25 de octubre de 1931, en San Sebastián. Era el aniversario de la ley de 1839 que, según la interpretación nacionalista, había iniciado la abolición foral. Existía también una conveniencia política. Los nacionalistas acababan de abandonar las Cortes, por discrepancias con el tratamiento constitucional a la Iglesia, y querían mostrar su fuerza. La movilización no pudo realizarse. La prohibió el Gobierno de Azaña, en una de las primeras aplicaciones de la Ley de Defensa de la República, aprobada cuatro días antes.

El Secretariado General del PNV hizo público el 6 de enero de 1932 el objetivo de instaurar «una fiesta anual que desde ahora llamaremos El Día de la Patria». Era la primera vez que se expresaba la idea de una celebración de este tipo. En el futuro, aseguraba, lo celebrarían los nacionalistas en sus localidades, pero entendía que resultaba conveniente, el primer año, celebrarla «en una localidad determinada». Sin duda, influía la idea de realizar una demostración de fuerza. No se fijaba aún la fecha del Día de la Patria. Se determinaría más adelante, pero para 1932 barajaron primero la del aniversario de Sabino Arana, el 26 de enero. Quedó desechada por la premura, que impedía la necesaria labor de propaganda y organización. Y se propuso, para ese año -y de momento sin fijarla como fecha fija- el domingo de Resurrección. «Siendo este año el de las bodas de oro de la conversión del Maestro, o sea del resurgimiento de la verdad en su patria, ¿qué tal celebrar 'El día de la Patria' el 27 de marzo, domingo de Resurrección?».

Dos tragedias unidas

Para esa fecha ya estarían acabadas las obras de Sabin Etxea, por lo que la celebración podía alcanzar la debida solemnidad, en la que sería la mayor movilización promovida por el PNV hasta entonces. Así, pues, motivaron la elección de esa fecha las circunstancias políticas: la necesidad de una pronta demostración de fuerza, pero con unos plazos adecuados para organizarla. El domingo de Resurrección se justificó echando mano de una argumentación religiosa, en consonancia con el gran peso que la religiosidad tenía en el nacionalismo vasco. «Con la celebración del Aberri Eguna en el domingo de Resurrección las dos tragedias de la tradición cristiana y vasca quedarán íntimamente unidas en el recuerdo de los vascos en un solo día, en un aniversario único: el Día de Resurrección será el Día de la Patria». Se concibió también como una fiesta de exaltación de Sabino Arana. Conmemorarían el 50º aniversario de la concepción del nacionalismo por los hermanos Arana, que se habría producido en 1882, que sería así el arranque del nacionalismo.

En el sentido que le daban, la resurrección de la Patria Vasca que evocaba la fecha no era un llamamiento a la futura recuperación de Euskadi, sino la celebración de la resurrección vasca, que se había producido ya, al aparecer la doctrina nacionalista. El símil con la resurrección de Cristo era completo.

Los llamamientos del primer Aberri Eguna combinaban religiosidad y política. Las mismas alusiones a Sabino Arana tenían una elevada carga mística. «Todo el pueblo vasco se congregará en estos días junto a la casa en que naciera el mártir de Abando. ¡No faltes, abertzale!». La impronta católica se encuentra en toda la preparación del acontecimiento. Incluso se difundió una «oración por la patria» en la que se pedía al Señor el final de la esclavitud del «pueblo escogido» así como «la Santa Libertad». Debió de tener gran éxito y se siguió rezando meses después: en agosto la dirección del PNV hubo de advertir que la oración no tenía la autorización canónica.

El 27 de marzo de 1932 se convirtió en fundamental para el nacionalismo vasco: era el primer día de la Patria, el principal homenaje a Sabino Arana, la inauguración de Sabin Etxea. Se vivía un momento crítico, cuando se había abierto por vez primera la posibilidad de una autonomía. Toda la infraestructura del PNV se volcó en la organización del Aberri Eguna: Mendigoixales, Juventud Vasca, Emakume Abertzale Batza, los batzokis. La labor de propaganda, movilización y organización fue intensísima. Nunca el nacionalismo vasco había afrontado un acto de masas de esta envergadura.

Hogueras en los montes

Los actos del Aberri Eguna empezaron el sábado, con un homenaje de los niños a Sabino Arana, organizado por Emakume Abertzale Batza. A una velada infantil en el Teatro Campos Elíseos siguió un desfile de niños ante Sabin Etxea. Después, a las ocho, tuvo lugar uno de los actos más cuidadosamente preparados, a cargo de la Federación de Mendigoxales: se encendieron simultáneamente hogueras en el Gorbea, Oiz, Sollube, Ganekogorta y Kolitza, donde según tradición legendaria se llamaba a las Juntas de Gernika; hubo también decenas de fuegos en otros montes, elegidos tras estudio para que se viesen en todo el País Vasco. Además de su dimensión estética y simbólica, fue una demostración de eficacia organizativa –sólo posible con una amplia irradiación en todo el territorio–. La prensa resaltó, además, la disciplina con que se llevó a cabo la operación del encendido, que incluyó la vigilancia nocturna del fuego para evitar los incendios.

Los actos del domingo comenzaron temprano, a las 7.30 de la mañana, con diana y pasacalles en Bilbao. Era una movilización política, pero se le daba la impronta de un despliegue festivo integral que afectaba a toda la ciudad.

El acto central del domingo de Resurrección fue el «desfile desde la Avenida de Sabino de Arana Goiri hasta Sabin Etxea», donde a las doce se descubrió una placa y se inició un homenaje que duró hasta el anochecer. La manifestación tuvo un éxito rotundo. Acudieron, se calculó, 65.000 personas –es la cifra que dio el Gobernador Civil y asumió el 'Euzkadi'–. El nacionalismo valoró como un triunfo, además de la multitudinaria asistencia, que se cumpliese su consigna de mantener un orden absoluto. Desfilaron sucesivamente las autoridades del partido, las banderas de sus distintas organizaciones –hasta en número de 130–, las mujeres de Emakume Abertzale Batza y por fin los hombres y las representaciones de las Juntas de Bilbao y Abando. «Triunfó la disciplina», consignó con satisfacción el periódico nacionalista.

Los actos continuaron a la tarde, con la celebración simultánea de un acto de homenaje al euskera en el Arriaga, un festival vasco en el frontón Euskalduna y la representación de la obra de teatro nacionalista Pedro Mari, en el Campos. El Día de la Patria tuvo su colofón el lunes, con misa en Begoña, varios festivales vascos y un banquete oficial en Archanda.

El primer Aberri Eguna constituyó un gran éxito político del PNV. Se evidenció que esta celebración cumplía la función de una fiesta nacional. De hecho, el domingo de Resurrección quedó para lo sucesivo como el día del Aberri Eguna, sin que, contra lo inicialmente previsto, se volviese a discutir la fecha. Sirvió, también, para que el PNV demostrase su fuerza en los comienzos de la II República y su capacidad de movilizar y organizar a la comunidad nacionalista a la que se llamaba a celebrar el Día de la Patria. Por otra parte, en las sucesivas celebraciones desapareció la elevada carga religiosa que se desarrolló en 1932. 




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