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domingo, 27 de febrero de 2022

Un Reloj con Legado Antifascista

Hace unos meses les compartimos información acerca de la saga vivida por Enrique Cayuela. Hoy, desde Naiz, traemos para ustedes esta interesante actualización al respecto:


El reloj de Osasuna. La Estación Municipal de Autobuses de Iruñea y la represión fascista

Mikel Uharte

El pasado 13 de enero el el Ayuntamiento de Iruñea aprobó declarar el reloj de la antigua Estación de Autobuses espacio de memoria, solicitando al Gobierno de Nafarroa su inclusión en esa red, con el objetivo de convertirlo en un símbolo contra la barbarie fascista y la guerra.

Enrique Cayuela, secretario municipal, y su vecino, Ramón Díaz-Delgado, Catedrático de Instituto, lograrían salvar sus vidas tras la represión desatada durante el golpe de julio de 1936 escondidos en el reloj de la fachada principal de la antigua Estación de Autobuses de Iruñea.

Desvelamos aquí nuevos datos relativos a ese espacio de la Estación, donde se produjeron otros episodios represivos -el doble de lo que le correspondía teniendo en cuenta la media de la ciudad- dirigidos contra personas afiliadas a organizaciones de izquierdas, republicanas y nacionalistas vascas. Además, muchas de ellas estaban o habían estado vinculadas a Osasuna, convirtiéndose en víctimas olvidadas de su ciudad.

Estación Municipal de Autobuses, primera en el Estado español

En 1923, el arquitecto municipal Serapio Esparza realizó la primera propuesta para su ubicación. Unos años más tarde, en 1929, La Estellesa presentó su propio proyecto a través de una propuesta firmada por su secretario, Manuel Irujo, diputado foral y, apenas dos años más tarde, diputado en el Congreso de Madrid en representación del PNV y que, durante la guerra, fue nombrado ministro sin cartera primero, y de Justicia después, por el Gobierno de la República.

Tras un largo proceso administrativo, el Ayuntamiento, presidido por el alcalde republicano Nicasio Garbayo, y de mayoría republicana-socialista, con concejales como Ernesto Llamazares, Mariano Sáez Morilla o Florencio Alfaro, impulsó definitivamente el proyecto. A última hora, se propuso añadir tres alturas al edificio con cien habitaciones económicas, que terminarían siendo sesenta y seis viviendas sociales, de ese modo se amortizaba el coste de construcción.

Las obras salieron a concurso presentando propuestas los constructores Del Guayo, Huarte y Compañía, Eguinoa Hermanos y Martín Goñi e ingenieros. Una comisión del Colegio Vasco-Navarro eligió la firmada por el arquitecto José Alzugaray, de la constructora Del Guayo, con un presupuesto total de 1.400.000 pesetas, que aprobó la Comisión municipal. Huarte presentó alegaciones, pero su recurso no prosperó.

En abril de 1933 se iniciaron las obras y, a lo largo del año, se aprobaron y firmaron reglamentos, tarifas, contratos, arriendos de locales con las firmas del alcalde Garbayo, el secretario municipal Cayuela y la participación de varios concejales republicanos. 24 líneas y casi tantas compañías de autobuses se establecieron con destino a las principales localidades y comarcas navarras, además de a ciudades como Donostia, Gasteiz, Bilbo y Zaragoza.

El tradicionalista Tomás Mata, elegido en agosto de 1934 nuevo alcalde al perder la mayoría del pleno la conjunción republicano-socialista tras determinarse la incompatibilidad del concejal republicano Joaquín Arteaga y el socialista Sáez Morilla, se estrenó inaugurando el 17 de noviembre de 1934 el trabajo de su predecesor. Primer edificio del Estado en incluir las taquillas y las dársenas de la estación en el mismo edificio, y de los primeros de Europa. Una solución para las comunicaciones y transportes, centralizando los autobuses y microbuses de la ciudad.

La elección del reloj de la fachada, también por concurso y con un presupuesto de licitación máximo de 10.000 pesetas, contó con dos propuestas. La de la firma Siemens, que presentó un moderno catálogo alemán, y la del relojero local, Joaquín Roldán. Fue este último el elegido, a propuesta del ingeniero municipal, José Berazaluce. Firmó el acta, el alcalde en funciones, Florencio Alfaro, y certificaba la misma el secretario municipal, Enrique Cayuela.

La entrañable Estación, para iruñshemes y visitantes y casi nonagenaria, alberga historias como el bombardeo sufrido en noviembre de 1937. Ahí están las fotos, bien conocidas, que retratan los daños materiales ocasionados por el ataque de la aviación republicana en el transcurso de la guerra civil. Sin embargo, los episodios que presentamos a continuación han sido prácticamente desconocidos hasta ahora.

Bar-Restaurante de la Estación

Ildefonso Zalabardo era un conocido camarero y hostelero en Iruña en los años 20 y 30. Él fue el elegido para llevar el Bar-Restaurant. Tenía mucha experiencia con bares como El Txoko, el España, el Gau Txori (Burgalés) o el Bar Osasuna (Calle Bergamín 7), que traspasó a su mujer, María Pita. En este último tenían lugar reuniones deportivas, se compraba prensa deportiva estatal y extranjera, y era lugar de reunión de los hinchas locales para seguir a través de la radio los partidos de Osasuna fuera de casa y también de inicio de pruebas ciclistas, por ejemplo. Incluso Ildefonso realizaba donaciones al club.

El contrato del nuevo Restaurant en la Estación se firmó el 19 de octubre de 1934, para el 15 de noviembre debía estar abierta. El canon anual fue de 12.060 pesetas (la calefacción estaba incluida) y se estableció un periodo de concesión de ocho años. Abría temprano hasta que llegara el último autobús, los desayunos consistían en un café con leche y bollo por cuarenta céntimos, el cubierto era una sopa, potaje variado con tocino o chorizo, y un plato de pescado o carne, pan y vino por dos pesetas y cincuenta céntimos y también un servicio de platos variados.

El coñac tenía un precio de cincuenta céntimos y el anís, un poco más barato, de cuarenta y cinco. Los niños de las cantinas escolares podían desayunar y almorzar gratis. Era el Consistorio el que regulaba y establecía estas condiciones, horarios y precios, indicando, entre otras cosas, que la cafetera debía ser de marca Omega expréss, cuatro canillas y una máquina registradora estatal.

Un local nuevo, moderno; una nueva ilusión, en un espacio convertido en ir y venir de personas, de pequeñas mercancías, de paquetería, de tráfico de personas, ideas y proyectos; con un mural que acompañaba a otro reloj con los símbolos del zodíaco encima de las taquillas de La Montañesa. Ese espacio de espera y de refrigerio se anunciaba en la Guía de la Estación a color junto a las líneas y horarios de autobuses, publicada por la Imprenta Bengaray.

Algunos de los nuevos vecinos del edificio empezarían a conocerse y quizás a alternar en el bar-restaurante, varios de ellos, compañeros de un nuevo proyecto político, Izquierda Republicana. Como Enrique Cayuela y Ramón Díaz-Delgado, ¿tomarían café juntos? ¿coincidirían al salir de casa? ¿o al ir a tomar el autobús para trasladarse a Irun, de donde era María Luisa Arzac, la mujer de Enrique?

Apenas año y medio después de la inauguración del bar y restaurante, el proyecto se mostró económicamente inviable. Zalabardo pensó en abrir una puerta directa al andén, pero su solicitud fue denegada. El 4 de abril de 1936, cuando los ingresos eran insuficientes, no cubría gastos, el Madrid CF, con sus figuras, Errasti, Emilín y su capitán Ricardo Zamora, llegó a Iruñea en tren (y no por autobús) y de ahí al Nuevo Hotel. En San Juan se esperaba récord de taquilla. La prensa madrileña señalaba a un Osasuna favorito. «¡Aúpa Rojos!», escribían los diarios locales. Ese mismo día, Ildefonso decidió solicitar la rescisión del contrato y Osasuna perdía estrepitosamente.

Publicidad que anunciaba una vida moderna

También salió a concurso la gestión publicitaria de la Estación. Allí encontramos a Eladio Zilbeti. Con experiencia en el impulso del deporte moderno, activista de la vida cultural, social y política en Iruñea, había demostrado tener dotes para la imagen y la publicidad: él fue quien quince años antes había dado la idea del nombre Osasuna. Al inicio de la República se presentó a las elecciones municipales por el PNV y, un par de años después, participó en la fundación de ANV, donde coinciden varios personajes del mundo del fútbol navarro, como Pablo Archanco, Martín Goñi o Benigno Arbea. 

La propuesta de Eladio fue elegida entre cuatro para la gestión de los espacios para la publicidad de la Estación por 10.018 pesetas y cuatro céntimos. 37 recuadros para carteles en andenes y 19 en los espacios subterráneos, con un porcentaje del alquiler como contribución.

Había creado una agencia de publicidad, única en la ciudad, que se llamaba Tirren, donde desarrolló iniciativas varias y novedosas: un Concurso de Escaparates para el comercio local, participó en la creación de Radio Navarra, organizó el viaje a Barcelona para las semifinales de Copa a escasas fechas del golpe militar del 36 y anunciaba la venta de pequeños pupitres para los aparatos telefónicos en el hogar. ¿Qué imagen habría dado la Estación si el Ayuntamiento no hubiera rechazado su propuesta para colocar un gran cartel en la fachada, con letras rojas y luces de neón? Sin duda, era un adelantado a su tiempo.

Enseguida afloraron las discrepancias y el Ayuntamiento incumplió los contratos firmados y sus condiciones. Con motivo de la Feria de Ganado de 1935, el Consistorio colocó carteles anunciadores y Eladio consideró que afectaba a su gestión en exclusiva. Presentó una queja y, tras no obtener respuesta, decidió presentar una demanda. La resolución judicial de 18 de diciembre de 1936, a los cinco meses de empezada la guerra, decretaba la rescisión del arriendo, añadiéndose una nota a lápiz: «Se supone desaparecido el Sr. Cilveti», imponiéndole una condena de 4.915,72 pesetas a abonar al Ayuntamiento.

Triste final para el hostelero y el publicista; la represión sobre el vecindario del edificio

Ildefonso fue detenido el 11 de agosto, trasladado a la prisión de Iruñea y, días después, asesinado en Valcardera el 23 de agosto de 1936, junto a los hermanos Natalio y Santiago Cayuela, y otros 48 compañeros. Mientras sucedían estos hechos y sobre los que tuvieron conocimiento, Enrique y su amigo Ramón, permanecieron escondidos en el reloj, cuyo mecanismo se encontraba a escasos metros del bar, y donde la policía señalaba el lugar como la «zurdería», en clara referencia al ambiente de los parroquianos, usuarios y viajeros de la Estación.

Tras su asesinato y el cierre del Bar Osasuna, María Pita, su mujer, se dedicó a fregar suelos, pero como las deudas apretaban, solicitó reabrir el mismo, lo que le acarreó nuevos problemas, tras verse involucrada en una trampa a resultas de la cual fue detenida y desarticulada una red para evadir personas clandestinamente a través de la muga. Pasó bastante tiempo en la cárcel y, al parecer, en el espacio del bar se abrió una comisaría.

En cuanto a Eladio, tres días después de perder el contrato de la Estación, fue localizado y encarcelado, siendo asesinado el 17 de enero de 1937 en Etxauri. Evidentemente, no fue la causa de la demanda, pero coincidió. Es probable que pudiera estar relacionado con alguna de las redes clandestinas de evasión de personas al Estado francés. Un viejo conocido suyo, Isabelo Iribarren, fundador de Osasuna como él y taxista con plaza en la Plaza del Castillo, aparecía implicado, junto a camareros del Bar Dena Ona y del Kutz, en una red de fuga de «rojos», según informes de la Falange, que podría relacionarlo con los huidos del reloj.

Los casos de Ildefonso y Eladio no fueron los únicos episodios de represión. Hubo más. El edificio estaba habitado mayoritariamente por personal municipal (jardineros, barrenderos, telégrafos, un secretario del Ayuntamiento, concejales, un catedrático de instituto…). La policía, los militares, falanges y carlistas realizarían varios arrestos en sus viviendas.

Entre los solicitantes y arrendados también encontramos personas que fueron acusadas de crear redes de evasión vinculadas con el Partido Comunista, como Argimiro Archanco, condenado a 30 años, hermano del osasunista Pablo y del que fuera alcalde de Pamplona y presidente de Osasuna en la post guerra, Antonio Archanco. Bastante curioso es el caso del arbizuarra Martín Flores, al que la Falange calificaba como «peligroso comunista» en según qué expedientes, siendo exculpado en otros de todas las acusaciones que se vertían sobre él por el jefe carlista y dueño y señor de vidas humanas, Benito Santesteban. Lo cierto es que vivía en el 2º piso entre Enrique y Ramón y, según cuentan algunos expedientes, se dedicaba al contrabando de armas y servía con una ambulancia en el Bando Sublevado, sin perder nunca el contacto con personas relacionadas con organizaciones de izquierdas.

Entre los que pudieron escapar, además de Enrique Cayuela y Ramón Díaz-Delgado, lograron hacerlo el empleado de la Diputación, José Goñi Urriza, o el maestro Carlos Menaya, que fue inhabilitado y sufrió destierro; otros fueron detenidos y encarcelados como Arturo Rubio, el veterinario Florencio Grávalos, el ingeniero Julián Berazaluce, Carlos Alfaro González, el barrendero Bartolomé Ruiz, Francisco Navaridas o el arbitrio Adrián Izco; Bernardino Vidaurre fue destituido de su cargo público y varios empleados municipales resultaron inhabilitados, como los arbitrios Víctor Arlegui, Arturo Borruel, Antonio Conesa, Fermín Rosagaray, el encargado Isidoro Artica, el peón Carmelo Echarri; otras inhabilitaciones laborales fueron las de Eduardo Aguerralde, Agustín Goñi, Tomás Moya o Germán Yoldi; y los asesinatos del concejal Florencio Alfaro o Enrique Astiz. Todos ellos aparecen como solicitantes de vivienda y/o con contrato firmado.

Como ya hemos visto, Eladio e Ildefonso eran osasunistas como también Enrique y su familia, o Martín Goñi, uno de los que optaron a realizar la obra, presidente de ANV, jugador y directivo del club rojillo, también encarcelado, como el vecino Luis Desojo, jugador de Osasuna o vicepresidente como el concejal Florencio Alfaro, y directivos, como el abogado Enrique Astiz, Serapio Esparza y el ingeniero Berazaluce.

El reloj, entre la tragedia y la esperanza

Enrique y Ramón se han convertido en los topos más famosos de Iruñea. Son los protagonistas del escondite del reloj que, a su vez, se ha convertido en un guiño a la historia. Añadiremos que Enrique firmó el arriendo (alquiler) de la vivienda el 26 de septiembre de 1934 por 140 pesetas mensuales y Ramón Díaz-Delgado tres después por 135 pesetas mensuales.

Y para quien quiera conocer la historia, cómo se escaparon, a dónde fueron, qué fue de sus vidas, de sus familias, cuáles fueron sus sueños personales y colectivos, la vida en Chile o por qué eran de Osasuna, recomendamos “Y el tiempo se detuvo. Natalio Cayuela, Osasuna y Justicia”, un libro de Eduardo Martínez Lacabe y Osasuna Memoria.

Los hermanos de Enrique Cayuela, Josefina, Santiago, Natalio y la esposa de este último, Amparo Sandoval, vivían en la Avenida San Ignacio número 7, a escasos cinco minutos de la Estación de Autobuses. Lo hacían en otro edificio no menos icónico para los pamploneses, el de Seguros La Vasco-Navarra (actualmente Zara). En cuanto supieron del asesinato de Natalio y Santiago, las trágicas muertes, la angustia, el dolor y el desconsuelo, volarían de una casa a otra.

Las tres mujeres de la familia quedaron solas. Josefina sin sus hermanos, Amparo, viuda, y María Luisa Arzac, con su marido escondido en el reloj, angustiado por la pérdida violenta de sus dos hermanos. Los contactos de los Cayuela, con una red de amistades y compañeros muy extensa, incluso entre algunos de los que apoyaron el golpe, propiciaron la salida del escondite del reloj.

«La lámpara está a salvo» es la señal escrita para avisar a la familia de que todo ha salido bien. Ramón y Enrique, junto a un grupo de exiliados navarros, se fotografían junto al mar de Biarritz en enero de 1937. Elegantes, sonrientes. La procesión va por dentro: casi trescientas personas han sido asesinadas en Iruñea en el momento en que se obtiene esa instantánea.

Con la salida de los Cayuela y los Díaz-Delgado del inmueble municipal, llegan nuevos inquilinos. Como Modesto Font, el gobernador civil puesto a dedo por Emilio Mola, el que firmara las libertades de los que serían asesinados en Valcardera, el que departía amistosamente con Natalio en el palco de los partidos de Osasuna, que el 11 de junio de 1937 se trasladó a vivir al número 6, 4º izquierda con una renta de 105 pesetas mensuales, justo encima del reloj.

En toda esta enrevesada historia de coincidencias y casualidades, las hijas de Valeria Beaumont, la joven asistenta que trabajaba en la casa de los Cayuela, y que colaboró a ocultar a Enrique Cayuela y Ramón Díaz-Delgado, nos ha contado que quien fuera marido de Valeria, Salvador Rey Legasa, trabajó desde 1928 hasta 1965 con Joaquín Roldán, el relojero.

Finalmente...

En marzo de 1937 la familia Irisarri se trasladó al piso que ocupaban los Díaz-Delgado. Xabier era un niño y recuerda a su ama muy preocupada, pegada a la ventana. Su aita, nacionalista y republicano, salvó la vida gracias a la intervención de un amigo.  Recuerda cómo años después eliminaron el escudo republicano de Nafarroa de la fachada. Sin embargo, no conocía la historia que albergaba el reloj al que se accedía desde su cuarto de estar.

Es de justicia y debemos subrayar el papel de María Luisa Arzac, Josefina Cayuela, Amparo Sandoval, Valeria Beaumont y Guillermina Rodríguez, determinantes en el plan de escondite y escapatoria. La historia y el éxito de la misma, sin ellas, hubiera sido imposible. No estaría mal que el colectivo Geltoki que, a día de hoy, tiene como objetivo la promoción de la economía social y solidaria, tributara un homenaje a María e Ildefonso; alguna pequeña referencia a ellos, como a Eladio. Sería un buen acto de memoria.

El reloj ya es un guiño a esta historia fascinante. Alguien dijo el verano pasado: «¡Mira! ¡El reloj de Osasuna!». Tenemos la oportunidad de dotar al símbolo de este contenido para que recuerde lo que pasó en Iruñea aquel infausto verano en que los fascistas decidieron eliminar a quienes no apoyaban su causa. Un símbolo con el que se puedan identificar las generaciones futuras, para que nunca más se repita y nunca más marque la hora de una nueva llamada a la infamia.

Xabier Irisarri conoció recientemente a los Cayuela de Chile, los nietos de Enrique, y, al tiempo que descansa y lucha por su salud, está orgulloso de que en la que fuera su casa de niño ocurriera esta historia. El escondite del reloj, de haber ocurrido en un escenario similar en Londres o en Berlín, es casi seguro que un artista como Banksy o un cineasta como Wim Wenders, lo hubieran reflejado en sus producciones. ¿A qué espera Osasuna? ¿A qué espera la ciudad de Iruñea?

 

 

 

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