Un blog desde la diáspora y para la diáspora

sábado, 19 de febrero de 2022

Egaña | Todo en Orden, Circulen

Desde Facebook traemos a ustedes el texto con el que Iñaki Egaña deja en claro el tema de la represión policíaca, consustancial al terrorismo de estado en general y al español en particular.

Adelante con la lectura:


Todo en orden, circulen

Iñaki Egaña

En los últimos años, Villarejo, aquel policía franquista que comenzó su carrera en 1972 en Donostia, ha centrado buena parte de las informaciones sobre irregularidades en el seno de los cuerpos de seguridad españoles. Irregularidades por eso de las estructuras paralelas que han servido a diversos gobiernos para efectuar operaciones opacas contra disidentes tanto internos como externos. Esas estructuras, que finalmente se convierten en autónomas, que trabajan también para empresas privadas, para adelantarse a la competencia o eliminar adversarios, políticos o económicos. Una sustitución, a menor escala, de lo que hacen los servicios secretos.

En España la justicia ha imputado al ex ministro mariano Fernández Díaz y a su equipo policial en la trama Kitchen por espionaje a Bárcenas. Villarejo por medio. Estos policías ocultos fueron conocidos como “patriotas” por aquella inmersión en el independentismo catalán para hacerles descarrilar sacando a la luz corruptelas, ciertas algunas, falsas otras.

Por ahí anda también un sindicato que agrupa a policías y guardia civiles, con un nombre rimbombante, Jusapol. Negacionistas con mayúsculas que afirman no hay víctimas del Estado ni torturados en Euskal Herria, que han hecho campaña para bloquear a las víctimas acogidas a la última ley del Gobierno vasco y que ya amenazaron a Julen Arzuaga con una supuesta pistola formada con sus dedos pulgar e índice que, posteriormente, señalaron se trataba de una J. La inicial de su sindicato. Patriotas, también.

Hace ahora más de tres años nos enteramos que el presidente Macron tenía una policía patriótica que, al margen de su labor oculta, también salía a repartir golpes a mansalva a los manifestantes. Alexandre Benalla y Vicent Crase, junto a otros, fueron imputados por esa razón, desatando un entorno al que no fueron ajenos otros presidentes. Ni en Madrid, ni en París.

Porque como recordamos, en tiempos de los grupos parapoliciales (Guerrilleros de Cristo Rey, ATE, BVE, GAL…) la voz popular gritaba: “de día uniformados, de noche incontrolados”. Tenemos sobredosis de memoria. No hace mucho, cuatro policías nacionales retiraron con nocturnidad y alevosía la ikurriña que ondeaba en el monte Urgull de Donostia. Fueron interceptados por agentes municipales con el cuerpo del delito. En Areso, dos guardias civiles robando un muñeco de Olentzero. Delitos menores en comparación con los efectuados en comisarías, controles y manifestaciones. Ya lo dice el lema de los cuarteles: “Todo por la patria”.

David Fernández escribió hace unos años un extenso artículo a cuenta de la detención de Ignasi Sabater, alcalde de Verges (Girona), por un “delito de odio a la policía” al recordar la impunidad. Su municipio había sufrido innumerables atentados de la extrema derecha, el último, masivo. Pincharon las ruedas a 163 vehículos. Fernández aprovechaba la ocasión para recordar, en el inicio de su escrito, una brillante frase de Bertolt Brecht: “A quien nos ataca en la calle se ven las manos, pero los que atacan de verdad las ocultan”.

Efectivamente. La disidencia vasca es perseguida desde un edificio insustancial del distrito de Barajas, cerca del aeropuerto de la capital española al que han puesto el nombre de aquel falangista que pivotó la Transición. El edificio no tiene distintivo alguno y cualquiera que pasara por su cercanía encontraría las señales habituales de un inmueble de funcionarios: profusión de cámaras y antenas de todo tipo. Hace poco trascendió que el edificio se les queda pequeño y que se trasladan a Pozuelo de Alarcón. Quién sabe, porque, a lo mejor es una maniobra de distracción, como las que narraba el recién fallecido John le Carré.

Porque el edificio citado alberga a la UCE-1. O lo que es lo mismo Unidad Central Especial número 1 de la Guardia Civil. La UCE-1 atiende la información relacionada con las “amenazas terrorista internas”. Copio su objetivo: “Aplicando las técnicas del ciclo de inteligencia, obtienen, analizan y elaboran la información relacionada con su respectiva área de responsabilidad informativa para su utilización operativa, bien mediante la instrucción de diligencias de carácter penal o a través de la difusión que corresponda”.

El último párrafo es tremendamente significativo: “a través de la difusión que corresponda”. Hecho que ha quedado confirmado con la filtración e interpretación perversa de mensajes de WhatsApp de grupos y agentes dedicados a reivindicar los derechos de los presos vascos. Con doble objetivo: condicionar la recta final de la campaña electoral autonómica de CyL y contrarrestar la de recuerdo de la tortura (1.589 casos imputados a la GC en la CAV según el IVAC). Resultado, los medios también “patrióticos” trasladaron a portada un mensaje delirante: que ETA estaba gobernando España con su compinche Sánchez.

Lo recurrente del tema es que, durante décadas, la Guardia Civil ha ejercido como un estado dentro del estado. En la actualidad tiene 287 generales, por 221 el Ejército español. Y es capaz, autónomamente como sucedía con la llamada Policía Patriótica, de incidir en la opinión pública, de matizar la política de estado y de reconducir situaciones coyunturales a través de una tejida red de colaboradores institucionales y privados que perciben el cuerpo como la esencia de los que es España.

Es significativo que después de la disolución de ETA, uno de los frentes más activos de la Benemérita siga siendo el seguimiento a la disidencia vasca. En los tiempos que corren, además, sin necesidad de que la Salve o Intxaurrondo sean los focos. Dicen que las guerras modernas se libran desde ordenadores de última generación. Y ahí entra en acción la UCE del distrito de Barajas. Jusapol, Villarejo, Vox… son las cabezas visibles de este entramado patriótico que suspira por la naturaleza hispana, la rancia, la de la pandereta. Pero quienes hacen buena la frase de Brecht son los de siempre, aquellos que tiñeron de verde a la reserva espiritual de Occidente.

 

 

 

°

No hay comentarios.:

Publicar un comentario