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domingo, 6 de febrero de 2022

Entrevista a Toni Padilla

La semana que culmina nos trajo una gran alegría en el tema futbolístico; el Athletic de Bilbao derrotó y eliminó al Real Madrid. O sea, un equipo canterano en el que no militan jugadores extranjeros ha terminado por demostrar que en el futbol nada está escrito y que presentarse en la cancha con un equipo español entre comillas en que que la mayoría de los titulares provienen de ligas de otros países no garantiza absolutamente nada.

Es precisamente en ese tenor que traemos ante ustedes desde Naiz esta entrevista en la que se habla de futbol, de geopolítica y de identidad.

Adelante con la lectura:


«La historia nos enseña que todo cambia y que el fútbol siempre es un escenario»

Toni Padilla | Periodista y escritor | Responsable de la sección de deportes del diario ARA durante más de una década, Toni Padilla también colabora en Gol Televisión, Movistar+, Catalunya Radio, RAC1 y TV3 y es uno de los fundadores de Panenka. En NAIZ charlamos con él en torno a su última publicación: «Un historiador en el estadio»

Beñat Zarrabeitia

En su nueva obra, Toni Padilla combina sus dos principales pasiones, «el periodismo y la comunicación con la historia». «Yo siempre me defino como periodista e historiador frustrado», dice el catalán. «No acabe la carrera, antes de apuntarme al último curso me salió la oportunidad de firmar mi primer contrato como periodista y como íbamos cortos de dinero me quedé con él». Comenta que sus dos grandes fijaciones siempre han sido cómo usar el fútbol para contar historias o al revés, «y el libro pretende un poco eso, usar el fútbol como excusa para hablar de conflicto históricos y actuales».  

La obra está centrada en el siglo XX, periodo en el que el fútbol se convierte en el fenómeno de masas que conocemos, pero abarca 40 historias desde 1860 hasta nuestros días: un hecho social, cultural e histórico que permite contar lo sucedido en diferentes sitios del mundo.

Cada capítulo se refiere a un club de fútbol que existe o existió y que está ligado a un conflicto. Hay uno del siglo XIX, casi todos son del siglo XX y también los hay del siglo XXI. Las más modernas se refieren a las manifestaciones contra el gobierno chino en Hong Kong o a la también relativamente reciente guerra en el Donbass. Asimismo, sale el conflicto del Alto Karabaj, que se ha alargado en diferentes contiendas, estábamos inmersos en el proceso de redacción del libro se produjo la ofensiva azerí que, entre otras cosas, provocó que Azerbaiyán recuperase el control sobre la ciudad de Agdam tras haberla perdido en los noventa, un enclave en el que tenía su sede el Fk Qarabag, otro de los protagonistas del libro. La historia va cambiando, al final, me da la sensación de que cuando un país atraviesa una época de cierta estabilidad parece que las cosas van a estar siempre así cuando los procesos históricos demuestran que los cambios son constantes. No hay más que ver cómo a clubes relativamente importantes en tiempos recientes, la historia les ha pasado por encima. El caso más significativo es el del Shakhtar Donetsk, que ganó una UEFA en 2010 contra el Werder Bremen o llegó a cuartos de la Champions con un equipo muy consolidado, pero, de repente, estalló la guerra y lleva ya bastantes años jugando como club exiliado porque no puede jugar en el Donbass debido al conflicto que se está produciendo allí. La historia nos enseña que todo cambia, todo fluye y que, al final, el fútbol siempre es un escenario.

El libro lo que pretende también es responder a esos comentarios que siempre recibo y que me dicen que  «no mezcles fútbol y política». Y yo lo que digo es que no tengo intención de mezclar nada, yo quiero contar las cosas como son. Si a alguien le gusta un fútbol despolitizado, lo respeto y me parece incluso que puede ser muy noble, ya que jugar únicamente por pasión podría ser muy bonito, pero no es así. El fútbol está politizado por los de arriba y por los de abajo, por los que mandan y por los que no mandan, por los poderosos y por los más pobres. Si alguien no lo quiere ver es su problema. Es un tema que hemos vivido nosotros con las finales entre el Athletic y el Barça, la gente decía que «es que politizáis el fútbol» porque se iba a pitar el himno. A mí me parece lícito que alguien esté en contra de que se abuchee un himno pensando que hay otras formas de protestar, pero el primer acto político es que haya un himno o que la competición se llame Copa del Rey. Podría ser la Copa de la Federación, como ocurre en Inglaterra, o la Copa de España, igual que pasa en Italia, pero aquí es Copa del Rey y eso ya es un acto político. De repente, vemos a gente que únicamente ve la politización cuando atacan sus ideales, cuando la realidad es que está presente de manera constante, incluso con símbolos muy evidentes como la existencia de un mundial de selecciones que casi siempre representan a entidades políticas.

Ha optado por relatos muy poliédricos: se ha adentrado en la parte más romántica y mística de los relatos para encontrar también flagrantes contradicciones.

Yo creo que somos nosotros y nuestras contradicciones y el fútbol nos lleva a eso, a tenerlas. Una de las cosas que más me obsesionaba era cómo contar las historias. Hay libros muy buenos sobre deporte o fútbol ligados a procesos históricos, pero que escritos por la óptica de un historiador pueden ser excesivamente académicos. Me he tomado la licencia de utilizar la primera persona, algo que siempre genera un poco de polémica. Yo entiendo que si he ido a un campo, me he encontrado con un aficionado radical que ha estado en peleas y al verlo me acojono un poco o al cruzarme con los ultras del Ferencvaros húngaro me he sentido en medio de una manifestación neonazi en la que pienso que «aquí voy a pillar», la mejor forma de contarlo es hacerlo en primera persona. He intentado que sea un relato coral, con voces de futbolistas, entrenadores, periodistas, aficionados o expertos. En los temas en los que ya no queda nadie vivo he querido hablar con un historiador para contextualizarlo y que los capítulos sean más poliédricos y tengan más corazón.

Da la impresión de que ha buscado rutas secundarias. El equipo más conocido sobre el que ha escrito es el Bayern, pero el resto son rutas alternativas.

Es cierto. El único debate que hubo con la editorial fue en torno a la opción de introducir algunos clubes más famosos. Para hablar de países con una gran tradición futbolística he elegido a entidades muy pequeñas, en Argentina he utilizado el Atlanta o en Brasil he hablado de un club que ya no existe como el Radar para tratar la historia del fútbol femenino. Podía haber elegido el Vasco de Gama o el Botafogo, pioneros en la lucha contra el racismo, o al Corinthians por su Democracia Corinthiana. Sin embargo, tenía ganas de que quedase muy equilibrado, que el lector encontrarse historias de todas las décadas, desde clubes muy poderosos hasta más modestos o amateurs, fútbol masculino y fútbol femenino.

Me he ido por caminos un poco más secundarios, en parte, porque hay algunos clubes muy fascinantes como el Celtic, Corinthians o Sant Pauli cuyas historias las han contado muy bien otros periodistas e historiadores y no quería ser repetitivo. Como homenaje a grandes maestros como Simon Kuper con su «Fútbol contra el enemigo», no quería hablar de cosas que gente cómo él las ha relatado de forma brillante. He buscado esas otras autopistas para mostrar que el fútbol es tan bonito que en cualquier rincón del mundo hay historias que valen la pena. Si yo te digo ahora, fríamente, que te voy a contar la historia del campeón de Jordania, la gente va a pensar que ese tío es un loco, pero el capítulo merece una oportunidad porque se podrá aprender mucho sobre un Estado tan complejo. Se basa en mi experiencia, tuve la suerte de estar ahí y, nada más llegar, el taxista que pillé en el aeropuerto y luego me llevó por todo el país me dijo que «los jordanos no existen, somos todos palestinos». De repente, te encuentras con que tú, desde tu casa, crees que sabes lo que hay en un lugar como Jordania y cuando llegas allí te das cuenta de que no tienes ni la más remota idea.

La mayoría de la gente no sabe, por ejemplo, que en Líbano hay un equipo de Hezbollah

El Al Ahed. Yo también tarde mucho en descubrirlo, saber que un partido político, organización de lucha que para muchos Estados como EEUU o Israel es terrorista, tiene un equipo que gana la liga te sorprende mucho. Esto es algo que te habla de cómo se politiza el fútbol. Han fichado a jugadores extranjeros, ha habido un entrenador español como Daniel Giménez, y ellos únicamente piensan en el fútbol. Es algo muy interesante, ver cómo gente que llega a un sitio mediante una oferta de trabajo, comienza a ver símbolos como las imágenes de los mártires y pasa a ser un agente político. Les aconsejan que no digan una cosa u otra porque podía molestar a los militantes, la verdad es que algunas cosas darían para una serie de humor. Un Ted Lasso en Oriente Próximo.

40 historias marcadas por conflictos, algunos netamente bélicos, también de identidad, raza o género. En el caso catalán aparece el Júpiter, pero ¿en algún momento ha tenido la tentación de incluir al Barcelona, Espanyol o Girona en ese otoño de 2017?

Sí, el debate existió porque la editorial me planteó la posibilidad, pero admito que creo que lo dejé fuera por pereza. Yo me pasé aquellos días escribiendo dos páginas sobre el tema y el libro lo entendía como un punto de fuga. El hecho de tener que escribir algo relacionado con el Barcelona, mentalmente me hacía decir que no, la obra debía ser un refugio respecto a la actualidad deportiva de un club que ha marcado mi vida personal durante los últimos 14 años y ya me tocó hacerlo lo suficiente el 1 de octubre. Un día que fue horrible para trabajar porque la última cosa que yo quería hacer era tener que cubrir un partido entre el Barça y el Las Palmas. Además, había otra cosa, yo había planteado la obra basándome en grandes conflictos que han marcado mucho la historia y que todos tienen el denominador común de que son sitios en los que se ha producido incidentes graves o guerras con gente que ha muerto. Entendía que poner el caso catalán era sacarlo un poco de su contexto, ya que el problema y el debate están ahí pero afortunadamente aquí nadie ha perdido la vida. También me planteé la cuestión escocesa, pero tampoco lo puse.

En el Estado español he trabajado los casos del Júpiter y la dictadura de Primo de Rivera y el de la Unión Española de Chile. Era un punto que quería que saliese, tuve la oportunidad de ir a Santiago de Chile y creía que tenía un mensaje muy bueno para los nacionalistas españoles recalcitrantes, que muchos de ellos están ahora en contra de la inmigración, y decirles que toda nación o pueblo, sea Estado o no, ha emigrado y que los españoles también lo hicieron. La historia de cómo se vivió la Guerra Civil española en Chile me pareció muy significativa. Quería darle centralidad porque en los últimos 100 años vemos cómo cada vez más gente tiene que escapar de sus países. Cuando se habla la cuestión de las fronteras, de acoger o no a refugiados y migrantes, cabría decir que eso también nos pasó a nosotros. A ver si así cambia un poco la perspectiva.

La cuestión de los refugiados y el exilio es una temática recurrente en el libro, ha mencionado al Shakhtar, pero también cuenta las historias del Panionios o el Anorthosis...

El Panionios con una guerra de 1921, el Anorthosis con un conflicto de 1974 y el Shakhtar con una contienda actual, siempre ha habido refugiados. Yo no sé cómo acabará la cuestión en el Donbass, no tengo una bola de cristal y mi trabajo es contar el presente y el pasado, del futuro no quiero hablar porque no forma parte de mis atribuciones, pero sí que ves un fenómeno que se repite: mucha gente marcha de su casa pensando en que va a volver. Estoy convencido de que en el Shakhtar piensan eso, pero desconozco si eso ocurrirá. Lo que sí que sé es que en 1974, tras la invasión turca, debido a la importancia estratégica de su puerto, casi toda la población de Famagusta, entonces la segunda ciudad de Chipre con un 70% de población griega, se llevó la llave de su casa pensando que iba a volver. Sin embargo, todavía no han vuelto. La nueva generación de hinchas del Anorthosis ha nacido en Limasol o Nicosia, no ha estado nunca en Famagusta, aunque la han podido ver desde la distancia, y siguen pensando en regresar pero esto es algo que se ve muy lejano.

La historia del Panionios es tremenda porque actualmente todavía para hablar de la identidad de muchos helenos hay que hablar de esa trágica guerra de 1921. Hablo de dos clubes griegos refugiados porque el Anorthosis es un club greco-chipriota con una identidad nacional griega y pasaporte chipriota. Eso en el marco de un país rarísimo, ya que cuando nació nadie quería su existencia, los chipriotas lo que querían era unirse con Grecia, lo que se conoce como la «enosis», pero les obligaron a tener un estado independiente. Es curioso lo que pasa en Europa, hay gente que quiere crear un Estado independiente y no les dejan, los chipriotas querían unirse con Grecia y les obligaron a tener un Estado independiente.

Hablar del exilio y pueblos que se expanden por el mundo es hacerlo del Erbil kurdo.

Es una tierra complicadísima. Hay dos capítulos que más o menos hablan de esta zona: el del Erbil y el del Assyriska sueco, el equipo de los asirios o los caldeos. Una de los grupos nacionales más antiguos del mundo, para el que existen problemas a la hora de definirlos concretamente, y que sufrió el intento de genocidio por parte del Estado Islámico. La historia del Assyriska es complicadísima, un club escandinavo fundado por un grupo nacional sin Estado que se extiende por Irak, Siria y Turquía, que son cristianos pero no de las sensibilidades que nosotros conocemos y encima se encuentran divididos entre ellos, hablando una lengua que es más antigua que cualquiera de las latinas y que han padecido mil conflictos.

En el caso de los kurdos es un poco lo mismo, cuando pude trabajar el tema del Erbil, había acabado la violencia y era un buen momento, decían que iban a ser el Dubai de la zona. Sin embargo, la violencia volvió y se reprodujeron las divisiones internas entre los kurdos. Desde la distancia, pensamos que son un grupo uniforme, pero hay muchas diferencia políticas, regionales o religiosas. Es una zona que me apasiona, aunque lea mucho sobre ella o la haya visitado, necesitas mucho más para entenderla. A veces, me da rabia que alguien en un único tuit te intente contar la realidad de un país porque cuando vas allí, rascas y aparecen más capas, te sientes más ignorante pero también más fascinado. Al final, es lo que nos pasa también a nosotros, cuando alguien llega a Barcelona o Bilbao con una idea muy clara y piensa que aquí todo es sangría, paella o felicidad, le empiezas a hablar de los mil conflictos, las guerras, las lenguas, los dialectos o el concepto de identidad y se sorprenden. Esto es algo que pasa en todo el mundo y el fútbol es una gran arma para contarlo.

También figuran conflictos como el irlandés, a través de la historia del Derry City, el equipo del norte que tuvo que integrarse en la liga de la República de Irlanda. Algo que reafirma su identidad nacional pero que tuvo que exiliarse competitivamente debido a la persecución unionista.

Sí, es muy curioso. Me gusta coleccionar mapas antiguos, ves uno del Imperio Austrohúngaro en 1910 y los nombres de las ciudades no se parecen en nada porque cada una de ella se podría pronunciar en rumano, alemán, húngaro o yidis. En Derry podemos comprobar la importancia de los nombres, ya que la ciudad oficialmente es Londonderry, denominación claramente unionista, pero la mayoría de la gente forma parte de la comunidad republicana es Derry. A la gente de la ciudad le gustaría tener el pasaporte irlandés y que toda la isla fuese una, pero todavía no lo han conseguido políticament. Algo que, entre comillas, sí que ha logrado su equipo de fútbol. Un club que pugnaba por los títulosy que tuvo que dejar de jugar porque cada partido acababa en incidentes, tanto en casa como fuera. De hecho, estuvo a punto de desaparecer, algo que ya le pasó al primer gran equipo de la comunidad católica de Irlanda del Norte como fue el Celtic de Belfast. En su caso desapareció tras una fuerte agresión a sus aficionados en los años cuarenta durante un partido contra el Linfield. En protesta, dijeron que sin seguridad no competirían y no pudieron volver a saltar al campo. Con el Derry City casi sucede algo parecido, su estadio de Brandywell está en el Bogside, uno de los sitios más duros durante los Troubles, pero finalmente se llegó a un acuerdo para que pudiese jugar en la liga de la República de Irlanda.  Además, hace pocos años, el Institute, el equipo de la parte protestante de Derry, subió a Primera. Por tanto, tres años atrás, teníamos una ciudad europea en cuyo seno había dos clubes jugando en competiciones de dos países diferentes. Esto creo que es algo que no sucedía desde la existencia del Muro de Berlín, técnicamente Derry no está dividida en dos, no existe una frontera aunque lo parezca, y el río ejerce como línea divisoria. Me parece un viaje delicioso, cuando vas allí, escuchas las historias que la gente cuenta de los años setenta y se te pone la piel de gallina.

Cita el río como punto de separación en Derry, algo que también ocurre en la ciudad bosnia de Mostar: La voladura del puente sobre el Neretva supuso una de los hechos más símbolicos de la Guerra de los Balcanes, una destrucción que separó comunidades, evidencio la ruptura en una ciudad multicultural y que también afectó de forma notable al Velez Mostar.

Lo que también impacta mucho es cómo en ocasiones como hay símbolos que quedan ocultos en una buhardilla esperando poder volver. Tanto Mostar como Yugoslavia vivieron una época feliz en los setenta y en Bosnia hay cierto consenso de ello aunque no se considera que existiese una libertad plena. Hay mucha yugonostalgia, algo que casi responde a un estado anímico al recordar esos años en los que la gente se mezclaba, había rock & roll y buen fútbol. Sin embargo, de repente, estalló todo y lo que hizo la comunidad croata de Mostar, que hasta entonces animaba al Velez, es desempolvar los símbolos del Zrinjski. Un equipo que ya había existido, pero que desapareció en 1945. Así, 50 años después, un club muerto volvió a renacer. Deciden que no pueden apoyar más al Velez porque es un símbolo de multiculturalidad, de izquierdas y que sus enemigos también siente como suyo. Entonces optan por recuperar su club 100% croata y, además, debido a la ubicación del frente de la guerra, se quedan con el estadio, cambian su color rojo por el blanco, derriban un monumento con una estrella roja para instalar una cruz católica gigante y todo esto provoca que el Velez se quede muy desconectado. Al contar la historia de Bosnia podíamos referirnos a croatas, serbios y bosnios, pero aquí también figuras muy interesantes como esas personas que están en medio, las que quizá cuyo padre es bosniaco y su madre serbia. De hecho, en Mostar hay muchos croatas que siguen siendo hinchas del Velez.

Las fidelidades a un equipo son muy particulares y cuando generalizamos nos equivocamos. Por ejemplo, al hablar del Celtic contra el Rangers, se dice eso de católicos contra protestantes y es falso. No todos los protestantes son del Rangers, porque todas las familias escocesas son de herencia protestante. Por tanto, el resto de equipos también son protestantes entre comillas. En el Celtic, se definen como católicos porque esto es una formula que se decía antiguamente para diferenciar a quien tenía sangre irlandesa, pero la mayoría de sus hinchas diría que son ateos aunque en sus pubs mezclen fotos del Papa, el Che Guevara y el IRA. Muy católicos de ir a misa no son.

El Bayern es el club más conocido del libro: por un lado, están las referencias a las figuras de Elkan o Laudauer y, por otro, la resignificación del propio club gracias al trabajo de los historiadores. Una entidad que tampoco está libre de contradicciones como se ha visto en su reciente asamblea con la protesta de muchos hinchas en contra del acuerdo de patrocinio con Catar.

Es un club fascinante, son los que mejor han sabido encontrar un equilibrio entre fútbol moderno y tradicional, entre valores y el ganar. No es un equilibrio perfecto, lo que has mencionado de Catar es buena muestra de ello, la mayor parte de la entidad sigue en manos de los socios, aunque debido a la legislación alemana también cuenta con accionistas gigantes como Adidas, Audi o Allianz, todos ellos multinacionales con sede en Baviera. Es un equilibrio realmente curioso, lo ganan todo, son prepotentes a nivel deportivo, pero siempre pienso que podían ser mucho más imbéciles. Tienen una hinchada muy progresista, sus ultras están hermanados con los del Sant Pauli, y esas comparaciones que hace la gente con el Madrid no son reales, el Bayern es el Bayern. La afición no olvida los valores ahora que vuelve a subir la extrema derecha. Han decidido reivindicar que fue uno de los clubes que plantó cara al nazismo, que entre sus fundadores había muchos judíos, que su presidente Landauer fue una de las primeras las personas ligadas al fútbol que fue detenido por ser homosexual y en el Mundial de 2006 organizaron visitas al campo de concentración de Dachau para decir que es necesario tener memoria. Cuando podrían estar repitiendo una y otra vez lo buenos que son, van a la asamblea y le dicen de todo a Oliver Kahn y a los accionistas por el acuerdo con Catar. Me hubiera gustado ver algo similar en una asamblea del Fútbol Club Barcelona, donde existió debate con el tema de Catar pero que acabó asumiéndose como algo que tocaba. Sin embargo, en el Bayern casi acaban a palos, fue maravilloso en su caos.

Fuera de Europa también existen clubes de una trascendencia gigantesca en sus países, es el caso del Al Ahly egipcio, una entidad muy vinculada a lo que se conoció como la Primavera Árabe.

Cuando se produjo la tragedia de Port Said, con la muerte de los 74 mártires entre la hinchada del Al Ahly, al principio se habló de la violencia en el fútbol, pero hay que contextualizar. En una ciudad con bases militares, feudo del ejército, donde la afición del Al Ahly había sido clave para plantar cara a los villanos de Mubarak, aquello fue una venganza en toda regla. El papel de las hinchadas unidas, junto con la del Zamalek, para defender a los manifestantes que estaban en la plaza Tahir me parece una idea muy bonita con un final muy triste.

Para hablar con hinchas del Al Ahly tuve que hacer conexiones encriptadas porque querían proteger sus identidades, están asustados y hasta este año no han empezado a volver a los estadios. Constatando un poco la complejidad del momento, la mayor parte de esos aficionados eran jóvenes muy demócratas, pro-occidentales, poco religiosos y que defendieron esa plaza en la que confluyeron desde comunistas hasta los Hermanos Musulmanes, que luego tendrían el poder. Una muestra de dicha complejidad es algo que no sale en el libro, ya que ha pasado hace escasas semanas, es que otro de los grandes símbolos de Al Ahly como elemento de rebelión fue Mohamed Aboutrika. Su mejor jugador y gran opositor a Mubarak, defensor de la causa palestina aunque muy islamista, lanzó un discurso desde Catar como comentarista de Bein Sports en contra de los homosexuales y de las campañas en pro de los derechos que se realizan en el fútbol europeo. Al escucharlo, me dolía la barriga. El mismo Aboutrika que con sus manos manchadas de sangre intenta salvar la vida de los hinchas del Al Ahly que llegan acuchillados al vestuario del equipo tampoco encarna los valores de dichos aficionados. Fue un poco como la caída del Sah de Persia en Irán, primero estaban unidos, desde islamistas a comunistas, derribaron un régimen tiránico y después se pelearon entre ellos.

Hay sendas referencias al fútbol femenino, es muy especial lo sucedido con el Kerr Ladies en Inglaterra después de la I. Guerra Mundial, una experiencia que se percibe como una amenaza.

En ambos casos, también en el del Radar brasileño, se produce un hecho muy significativo: hay una norma escrita ex profeso contra el fútbol femenino. En Inglaterra, en diciembre de 1921 regresa la normalidad tras la I. Guerra Mundial, la Federación ve que el fútbol femenino está llenando estadios de 30.000 o 40.000 personas y ve peligrar el negocio del masculino. Entonces, crean una norma que dice que cualquier estadio que albergue partidos de mujeres quedará excluido de ser sede de la Primera División masculina. Estaban enviándolas a campos pequeños y consiguieron cortar de raíz una época dorada del fútbol femenino inglés. Un tiempo en el que equipos formados por obreras que trabajan en las fábricas en el refuerzo de la guerra y que empiezan a ir a los estadios para mostrar su valor. En Brasil, directamente aprobaron una ley en los años cuarenta cuando las mujeres empiezan a llenar campos. El impulsor fue Jose Fuzeira, un predicador loco que empieza a presionar al gobierno dictatorial diciendo que era una vergüenza que las mujeres estuviesen jugando en vez de haciendo hijos. El tipo era un fanático religioso, estaba como un cencerro y creía en la reencarnación de Juana de Arco en Judas Iscariote. Le hicieron caso y promovieron una ley que decía que las mujeres no podían participar en actividades deportivas que pusiesen en riesgo su salud. Esa era la excusa, para ellos el papel de la mujer era estar en casa, parir y cuidar de los hijos. Crearon ese falso mantra que decía que si las mujeres recibían un golpe practicando un deporte colectivo se iban a estropear y con esa ley se prohibió el fútbol femenino hasta los setenta. No obstante, el Radar de Río de Janeiro rompía la ley, jugaba partidos de fútbol-playa en Copacabana.

 

 

 

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