Compartimos con ustedes este texto dado a conocer por la Izquierda Castellana en el que se aborda el tema de la conquista y colonización de Mesoamérica, proceso histórico que a últimas fechas ha tenido mucha presencia tanto en la prensa como en las redes sociales dadas algunas acciones y declaraciones llevadas a cabo por el actual gobierno de México, lo cual ha desencadenado un movimiento liderado por Vox para defender la Iberosfera.
Lean ustedes:
En los últimos tiempos hemos asistido a un debate sobre el proceso de colonización de los territorios de lo que hoy se conoce como América Latina, especialmente Mesoamérica. El debate, que se reproduce cíclicamente, tuvo en esta ocasión como desencadenante las declaraciones del Presidente de los Estados Unidos de México, Manuel López Obrador, precisamente en relación con el 500 aniversario de la conquista de México (Tenochtitlán). Este demandó una reflexión autocrítica por parte de los herederos de las instituciones que tuvieron responsabilidad directa en aquellos acontecimientos, sin duda crueles e ilegítimos -como todos los procesos de conquista-, entre ellos la Iglesia Católica y el Reino de España. El papa Francisco hizo, como cabeza de la Iglesia, una declaración con un cierto nivel de autocrítica, pero el Estado español -el Reino de España- consideró la prudente demanda del señor López Obrador como una afrenta a la historia hispana y, o no respondió, o respondió de forma abrupta e insultante por boca de los representantes más reaccionarios de la sociedad española. Una vez más, inteligencia y educación están reñidas con el españolismo más rancio, que sigue a pie juntillas la línea de pensamiento expuesta por Millán-Astray en el acto de conmemoración del “Día de la Raza” en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en respuesta a las palabras previas del que era aún su rector, Miguel de Unamuno (“vencer no es convencer”) con el “abajo la intelectualidad”, además de otras diversas amenazas de muerte a profesores, catalanistas y otros sectores de “la anti-España”, amenazas que por cierto fueron cumplidas a rajatabla.
No pretendemos en este editorial contribuir a una imagen de la América precolombina idílica, exenta de opresiones de clase, de género o de dominación entre pueblos. Todas esas cuestiones existían en Mesoamérica y los aztecas ejercían un dominio imperialista sobre otros pueblos de la zona, lo que facilitó la alianza de estos con Hernán Cortés, siendo una circunstancia clave para posibilitar su victoria. Por supuesto, también era una sociedad patriarcal; el fenómeno de Malinche (una de las muchas esclavas, aunque con una importantísima singularidad, entregada a Cortés) difícilmente se hubiera producido de no haber sido así. Pero todos los pueblos tienen derecho a su soberanía y a construir su propia historia. Entre los objetivos principales de los conquistadores estaba el hacerse con los metales preciosos y otras riquezas de esos territorios, incorporándolos por todos los métodos, incluyendo la fuerza, al proyecto imperial de Carlos V de Habsburgo.
Nos parecería correcto que las instituciones españolas, especialmente la Monarquía, se autocriticaran por su línea de acción en el proceso de colonización de las Américas -y otros procesos coloniales-, pero estamos seguros de que tal cosa no va a ocurrir, porque va en contra de su propia naturaleza. Por nuestra parte tampoco vamos a entrar en esa cuestión directamente, sino que vamos a intentar aportar elementos que ayuden a comprender de la forma lo más rigurosa posible, que tiene uno de sus principales impulsos iniciales precisamente en la conquista de México y que hace 500 años se da de manera simultánea a otro episodio clave en ese proceso de construcción imperial: la conquista y colonización de Castilla por las tropas imperiales. Ambas cuestiones, aunque geográficamente distantes, son históricamente coincidentes y tienen una estrechísima vinculación política y económica. Tal como hemos reiterado, son dos de los frentes principales en los que el proceso de construcción imperial de Carlos de Habsburgo libra sus batallas.
En la primavera de 1521 acontece una de las principales batallas de la Guerra Comunera, la de Villalar. En la primavera-verano de 1521 se libran las principales batallas que llevarán finalmente a la derrota del imperio azteca.
Carlos V de Habsburgo y sus aliados impulsan el primer imperio capitalista global en su fase mercantil, en el que confluyen territorios europeos, América, África y más tardíamente Asia, sobre todo a partir de la conquista de Filipinas. Ese proyecto se impone a sangre y fuego; y el pueblo, la nación castellana, es sacrificada en aras de la construcción de ese proyecto imperial. La guerra comunera fue la articulación de la resistencia global que la mayoría del pueblo castellano levantó contra el mencionado proyecto imperial, que pasaba por liquidar a Castilla como poder políticamente soberano y económicamente autocentrado y ponerlo con toda su potencialidad al servicio de las aspiraciones de Carlos V y su Corte.
El movimiento comunero llegó al poder en una gran parte del territorio castellano, elaboró un proyecto constitucional (la Ley Perpetua) e introdujo normas en los diferentes ámbitos de la administración, como la fiscalidad-hacienda, la Justicia e incluso impulsó una reforma en la administración eclesiástica. El movimiento comunero levantó un ejército poderoso como expresión de que lo que estaba en juego era una lucha a vida o muerte entre Castilla y el proyecto imperial de Carlos V de Habsburgo, tejiendo alianzas políticas para sustentar esa contienda. Algunos nobles que en sus inicios apoyaron al movimiento comunero se cambiaron de bando a lo largo del proceso, siguiendo estrictamente sus intereses de clase. Ciertos patriciados urbanos, como el burgalés, estrechamente vinculados a la exportación de la lana, una cuestión económica de gran importancia en aquella confrontación (la libre exportación de lana a Flandes repercutía de forma grave a la industria textil castellana), se pasaron al campo imperial, demostrando una vez más que las burguesías exportadoras-mercantilistas defienden sus intereses económicos por encima de cualquier consideración patriótica, como puede verse en muchos otros procesos revolucionarios. La actitud proimperial del patriciado burgalés se vio recompensada por la devaluación inducida desde la Corona decretada en 1523, aunque esta realmente no se puso en marcha hasta unos años más tarde.
La represión imperial sobre el movimiento comunero fue brutal; aunque no hay estadísticas, sí que conocemos hechos suficientemente elocuentes que documentan de forma notoria esta cuestión: el incendio de la iglesia de Mora, con cientos de vecinos que habían buscado refugio dentro; la quema de la ciudad de Medina del Campo por negarse a entregar la artillería a los imperiales para que atacasen la ciudad de Segovia (acontecimiento que se conmemora en ambas ciudades cada año); las ejecuciones sumarias de dirigentes de la Revolución comunera, cuyo episodio más conocido son las de Padilla, Bravo y Maldonado el 24 de abril de 1521 en Villalar; las expropiaciones del patrimonio de aquellas personas acusadas de dar apoyo a la revolución comunera… En 1522, después de la caída de Toledo, fueron ejecutados más de cien comuneros, entre ellos el obispo Acuña y Pedro Maldonado. Cuando Carlos V decreta el perdón general sobre los participantes en la Revolución comunera excluye nada menos que a 300 personas de tal medida de gracia, lo que da una idea de las dimensiones de la represión. María de Pacheco, la “Leona de Castilla”, una de las dirigentes más reconocidas del movimiento comunero, pudo exiliarse a Oporto, en donde permaneció hasta su muerte, pese a los numerosos intentos por parte de Carlos V para que fuese extraditada.
Con la derrota del pueblo se inició un claro proceso de colonización de Castilla a favor del proyecto imperial, que implicó descabezarla políticamente -en un sentido literal- y someterla de forma casi absoluta en el plano económico, incluyendo las exigencias de reparación a las ciudades castellanas que se habían levantado en Comunidad con la notable carga financiera que ello supuso (para algunas, como el caso de Segovia, esto fue simplemente letal). La dependencia económica, el desmantelamiento industrial, el desvío de fondos a las guerras imperiales desangró a Castilla y supuso el inicio de su decadencia.
Dos bandos frente a frente: los imperiales y la Castilla comunera. El sector antipatriótico castellano (la mayor parte de la nobleza y burguesía mercantil) que apoyó al bando imperial fue a su vez el que se prestó, utilizando formalmente las instituciones castellanas ya vaciadas de toda soberanía, a colaborar con la puesta en pie del proyecto de Carlos V.
Hay dos elementos de gran importancia, sobre los que hablaremos brevemente, que engrasan y ofrecen herramientas a la puesta en marcha del proceso imperial de colonización interior de Castilla: el oro y la plata expoliados de América (en una primera etapa de las islas del Caribe -Española, Cuba y Puerto Rico- y en una segunda etapa en la que se incorpora México y posteriormente al Perú) y la génesis de construcción de Madrid como capital administrativa del Imperio.
La expoliación de los metales y las riquezas de Mesoamérica, Perú y los demás territorios americanos, era el objetivo principal de la conquista; esta, aunque formalmente se hacía en nombre de Castilla, no tenía repercusión en ella. Los frutos del expolio se dedicaban a las guerras que la construcción del Imperio Habsburgo acarreaba y que Castilla había rechazado desde el inicio. Los principales beneficiarios de ese saqueo serán los cortesanos de la Corte de Carlos V y muy en especial los banqueros: los Fugger, los Welser, etc.
Es de interés ver cómo la Revolución comunera tuvo un gran impacto en el expolio de los metales preciosos americanos. Adjuntamos la tabla aportada por Earl J. Hamilton en su obra El tesoro americano y la revolución de los precios en España. 1501-1650, referencia principal sobre el tema. En ella se refleja la caída de importaciones en el quinquenio 1516-1521 y un desplome brutal en el de 1521-1525, que se recupera a partir de 1526-1530 y que se quintuplica en el quinquenio de 1536-1540, con el inicio de la expoliación de los metales procesos de México; en el último cuarto de siglo hay un aumento espectacular que ha de ponerse en relación con el expolio del Perú. En el periodo que transcurre desde 1503 hasta 1660 se calculan unas importaciones que alcanzan la cifra de 447.820.932 pesos.
Madrid era por aquel entonces una ciudad de cierta importancia en la Corona de Castilla, aunque Toledo era la ciudad de mayor rango e historia. Sin embargo, Toledo tenía un pecado imperdonable para Carlos V y el poder imperial: fue la última ciudad en la que se mantuvo el poder comunero y María de Pacheco, la más importante lideresa comunera, no falleció hasta 1531. Fue por aquellos años en que se decidió crear, de forma perversamente planificada, una ciudad de servicios en la que se pudiera asentar la amplísima Corte imperial y su amplio personal de servicio; los primeros tenían un muy alto nivel adquisitivo y los segundos supusieron una importante demanda de género y vestimenta ajustada a su nivel social, a diferencia de la de los miembros de la Corte, que procedían sobre todo de la importación. Esta cuestión generó un nuevo frente de colonización interior de Castilla. Todo el territorio que rodeaba la villa tenía como función producir bienes, alimentos especialmente, para el consumo de esa población parasitaria, desabasteciendo las necesidades propias de esos territorios e induciendo un insoportable encarecimiento de los productos para la gente del común. La madrileñización de Castilla, que fue ampliando sus límites en círculos concéntricos -y ahí seguimos- se pone en marcha en esos momentos.
Hay un tercer elemento en la interrelación entre el proceso de la Revolución comunera en Castilla y los procesos de resistencia imperial en América Latina y que tiene una relación directa con el exilio comunero, después de su derrota, al “Nuevo Continente”. A pesar de que desde el poder imperial se intentó impedir ese exilio, este fue significativo. No es de extrañar que de forma temprana en los territorios americanos se levantasen movimientos que adoptaron el nombre de revoluciones comuneras; la más temprana fue en los territorios que hoy forman Paraguay (1537), aunque quizás la más conocida e investigada fue la de Colombia de 1781.
Desde la perspectiva del movimiento comunero del siglo XXI no deja de sorprendernos que estas reflexiones no se tengan en cuenta desde ningún otro campo que no sea el nuestro, es decir, en síntesis, la característica de víctimas del proyecto imperial de Carlos V de Habsburgo tanto de la Castilla comunera como de los pueblos de Mesoamérica y otros. Es claro que ese proyecto imperialista tiene herederos, en algunos casos vergonzantes (aquellos que se dan golpes de pecho 500 años después de los hechos) y en otros, herederos que no tienen el menor recato en seguir reivindicando hasta los episodios más crueles de la conquista y la colonización. Esos son los que siguen profundizando en la madrileñización de Castilla y en la entrega de la soberanía del conjunto de pueblos del Estado español al proyecto de la Unión Europea, que no deja de representar cuestiones similares a las que representó el proyecto imperial de Carlos V.
Izquierda Castellana, 16 de octubre de 2021
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