Se acerca el 12 de octubre y con dicha fecha estamos a la espera de todo tipo de artículos haciendo apología de la colonización europea. En ese sentido, les presentamos este interesante ensayo publicado en el portal de TeleSur:
No me llames etnia
Itzamná OllantayAntropólogos euronorteamericanos, incluso hermanas y hermanos antropólogos originarios de Abya Yala, continúan utilizando el despectivo término etnia para referirse a los pueblos originarios o indígenas.
¿Qué significa el término etnia, y cuál es su contenido racista?
Etnia proviene del término griego ethnos que significa grupo humano extranjero, gentil, cuyos miembros carecen del derecho de ciudadanía. Por tanto, no son sujetos políticos, capaces de gobernarse, ni de gobernar. La Biblia incluso utiliza este término para referirse a los extranjeros que no son parte del pueblo elegido, pero comparten territorio con éste, como era el caso de los samaritanos
Con la llegada de la modernidad y de la ilustración, pensadores noreuropeos, dividirán la humanidad entre: civilizados, bárbaros y primitivos. Los civilizados serán ellos (que tienen cultura), los bárbaros serán los pueblos que habitan alrededor de ellos (bretón, catalán, flamenco,…) y los primitivos (sin cultura) seremos todos los grupos humanos que habitamos fuera de Europa y en la parte Sur del planeta. A los primitivos nos llamaron salvajes, etnia, tribu…
¿Alguna vez leíste o escuchaste que algún antropólogo se haya referido a los vascos o flamencos como etnia o tribu? No. A ellos se refieren como pueblos. Los términos etnia y tribu están reservados únicamente para los primitivos que necesitan ser civilizados, mas no así para los pueblos de Europa. Aunque, según la Real Academia Española (RAE), flamencos, quechuas, vascos, himbas, mursis, mayas, todos somos etnias.
Si ya la modernidad naciente (invasión europea) había negado la condición de sujetos de derechos (personas) a los originarios de Abya Yala con la finalidad de apropiarse/saquear sus bienes a cambio de civilizarlos, la antropología hará lo suyo, en especial la antropología cultural que surgió en los EEUU (con Franz Boas, principios del siglo XX), y su posterior especialización como etnología.
Desde finales del siglo XIX, antropólogos y etnólogos norteamericanos fueron enviados al Sur con la finalidad de investigar y registrar los bienes/riquezas milenarias de los pueblos para saquearlos. Pero, para evitar justificar o explicar dicho saqueo, tomaron el camino racista de llamar a todos los pueblos originarios del sur como etnias: objetos del pasado, piezas de museo, o a lo mucho, reproductores de cultura. Mas nunca como pueblos, sujetos políticos.
La antropología cultural, que luego se convirtió en un culturalismo nefasto para los pueblos, se expandió por todas partes, promovido por entidades académicas y financiera euronorteamericanas, con la misión de instalar en el imaginario colectivo global la idea de: los aborígenes son etnia, objetos de estudio (costales de huesos, sin historia, ni memoria).
Los bicentenarios estados naciones, como herramientas de dominación de la geopolítica moderna, jamás quisieron reconocer la cualidad de pueblos a los originarios.
Pero, llegó el convenio internacional n. 169º de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 1989, donde por vez primera reconoce a las y los originarios como pueblos… desde entonces, los pueblos originarios, jurídicamente, comienzan a existir como sujetos políticos, y ya no como simples piezas de museo o reproductores culturales, aunque, hoy, como ayer, incluso antropólogos indígenas, nos siguen llamando etnia.
Este racismo estructural, incluso promovido por la industria de la academia hegemónica, es tan evidente que la academia no envía ni a antropólogos, ni a etnólogos, hacia los pueblos originarios de Europa. Para allá, si acaso, van sociólogos, a estudiar las estructuras sociales de dichos pueblos. Antropólogos y etnólogos vienen hacia Abya Yala para estudiar a las piezas de museo, las etnias.
No me llames etnia, que no soy ningún extranjero sin derechos. No me llames etnia, que no soy ninguna pieza de museo del pasado. Soy pueblo, soy sujeto de derechos sociopolíticos, con historia, como vos. Soy hijo de la Madre Tierra. Somos hermanos, porque venimos de la misma Madre y vamos hacia su vientre fecundo de retorno.
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