Noticias de Gipuzkoa trae a nosotros este interesante reportaje acerca de una propuesta arqueológica muy particular:
El arqueólogo Eduardo Alfaro sostiene que doce de las estelas funerarias de época romana encontradas en Tierras Altas tienen nombres que apuntan a una onomástica vasca como Sesenco, Oandissen o Arancis.Maite RedondoEduardo Alfaro dirige el proyecto Idoubeda Oros centrado en el estudio y la divulgación de grabados e inscripciones de la época celtibérico-romana, un elemento capital de esta comarca soriana, que cuenta con una gran riqueza arqueológica, prehistórica e histórica.“Lo verdaderamente singular es que estos documentos pétreos ya de época romana vinculan a las personas por las que fueron erigidos con nombres de origen vascón. En 2001 el lingüista Joaquín Gorrotxategi, en Salamanca, nos comentó que una de las lápidas tenía un nombre indígena que no era céltico como era de esperar. Era el que hacía referencia a un Antestius Sesenco que debió vivir entre los siglos I o II después de Cristo. Sesenco es una voz que irremediablemente remite al vocablo zezenko que, en euskera, significa: torito, novillo. Sensenco es un vocablo transparente en vasco, un nombre que, en su sonoridad, tiene poco que ver con lo celtíbero”, mantiene el arqueólogo.No es el único caso encontrado a lo largo de una investigación iniciada hace ya casi 20 años, como ha reconocido el propio Alfaro. “No hay solo una estela ni dos... Es que ya van para doce las que hemos encontrado que tienen nombres indígenas que apuntan a una onomástica vascona: además de Sesenco, en otras aparecen los nombres como Oandisse, derivado posiblemente de oihandi (zona salvaje), Oandissen, Onse y su masculino Onso, Buganson, Haurce, Belscon, Agirsen, Arancis, Lesuridantar, Arancis, donde podemos reconocer el componente aran (ciruelo silvestre, espino)... que trabajos sucesivos han vinculado cada vez con más firmeza al valle del Ebro, incidiendo en su más clara relación con un vasco antiguo, protovasco o vasco-aquitano. Ya no es una casualidad”, explica Alfaro.“Tras la investigación de las últimas décadas se habla ya de esta margen derecha del Ebro soriano, las zonas altas del sistema ibérico de Soria, de un territorio onomásticamente con nombres indígenas vascones”, insiste el arqueólogo.ExposiciónDurante el pasado mes de agosto las estelas formaron parte de una exposición en la localidad de Santa Cruz de Yanguas en el valle del río Cidacos en Soria. “Fue muy emocionante ver a la gente que venía de Navarra, Gipuzkoa, Bizkaia y Araba atraídos por estos nombres indígenas que desde hace ya dos décadas se habla de que pertenecen a nombres vascones. La exposición de este verano ha estado muy bien, ha suscitado mucha curiosidad, por supuesto, entre la gente de Soria, pero también entre la gente del País Vasco”, señala Emilio Alfaro.¿Y qué hacían estos vascos en Soria? “Hay varias posibilidades, pero desde una perspectiva arqueológica, lo vincularía a lo que es la base de este territorio de las Tierras Altas, entre 1.200 y 1.700 de altura: los pastos. La riqueza por excelencia en la antigüedad fue el ganado y aquí había unos excelentes pastos para mantener una amplísima cabaña ganadera. De ahí que se hubiese propiciado un desplazamiento migratorio y se creara aquí una población estable desde la Edad de Hierro, es decir, desde el primer milenio antes de Cristo”.La tesis doctoral de Eduardo Alfaro le lleva a la conclusión de que la margen derecha del Ebro (La Rioja hasta el norte de Soria) era ocupada por, entre otras, tribus vascohablantes en íntima relación con el mundo celtíbero e íbero, y la conclusión de que la presencia de proto-euskera puede ser anterior a los celtas.“En el siglo I y II, según el historiador Ptolomeo, la principal ciudad vascona no fue Pompaelo, Pamplona, sino Calagurris (Calahorra). Habría que hablar de una población de lengua euskera antiguo en el fondo del valle. Las últimas lecturas que se hacen de toda la Rioja baja y Navarra es que había un conglomerado de pueblos de diferentes lenguas. Roma genera una unidad administrativa sobre este conglomerado de gente a los que define como vascones, porque quizás era la lengua más predominante”, concluye Alfaro.
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