Les compartimos este texto de Igor Meltxor con respecto a uno de los hitos más dolorosos de la solidaridad internacionalista para con Euskal Herria:
Se cumplen 20 años de los sucesos acaecidos en los alrededores del Hospital Filtro de Montevideo, una masacre perpetrada por la policia del Gobierno de Uruguay y una muestra de solidaridad imborrable por parte del pueblo uruguayo con el pueblo vasco.
El 15 de mayo de 1992, la Policía detuvo en Uruguay a unas 30 personas, de las que luego fueron procesadas trece. De este total de refugiados políticos vascos, el Estado español pidió prisión para diez, y finalmente demandó la extradición de ocho de ellos: Mikel Ibañez Oteiza (Elgoibar), Luis Mari Lizarralde Izagirre (Donostia), Josu Goitia Unzurruzaga (Oñati), Amaia Arakistain Unamuno (Markina), Juan José Urrutia Pía (Soraluze), Pedro Gómez López (Ortuella), Agurtzane Delgado Iriondo (Ermua) y Josu Lariz Iriondo (Alzola). Uruguay sólo accedió a entregarles a los tres primeros.
Emprendieron la huelga de hambre y de sed, cosa que antes también habían llevado a cabo en prisión. Tenían una causa pendiente en Uruguay por portar documentación falsa, en principio no era razón suficiente para la extradición pero eso era mucho presuponer.
A consecuencia de las citadas huelgas, los tres refugiados fueron trasladados al Hospital Filtro de Montevideo, donde siguieron con la protesta. En sus palabras, «lo ocurrido allí fue muy duro. La solidaridad de miles de uruguayos en los alrededores del hospital era cada vez mayor a favor del derechos de asilo, desde la entrada de los refugiados vascos.
Hoy se cumplen 20 años. Aquel 24 de agosto de 1994, la Policía reprimió a balazos a miles de uruguayos que se solidarizaron con tres vascos reclamados por el Gobierno español de Felipe Gonzalez. Dos jóvenes murieron.
20 años desde que la Policía uruguaya disparó contra las miles de personas congregadas ante el Hospital Filtro de Montevideo con el único fin de mostrar su solidaridad a tres refugiados vascos. Estaban ingresados allí a causa de la huelga de hambre y de sed que habían emprendido para reclamar el derecho al asilo y denunciar la demanda de su extradición por parte de la Justicia española.
A media tarde cerca de 4.000 personas se agolpaban en los alrededores del hospital, convocadas por la central sindical uruguaya PIT-CNT, cuando de repente y sin aviso previo la policia comenzó a disparar fuego real a quemarropa. Quienes intentaron huir se vieron cercados por la Policia que planificó una auténtica masacre. La represión puso en movimiento 500 efectivos policiales, más de 100 vehículos.
El operativo represivo estaba conducido por el Inspector Nacional José Dávila y el Inspector General Pablo Gerjiulo que dependían de la orden directa del Ministro del Interior, Gianola.
Otro punto de concentración represiva fueron los galpones de CUCTSA en donde mucha gente se había refugiado, ahí entraron los milicos dando palos y tirando con sus armas. Es, en ese momento, en la calle Cufré, donde es asesinado Fernando Morroni.
Durante la noche era asesinado por la policía, Roberto Facal, una muerte que quisieron enmascarar como un robo y dias más tarde como un supuesto “crimen pasional”. La manipulación politica y policial era indecente. El resultado era ya de 2 muertos y centenares de heridos por las calles de Montevideo.
Durante la “operación Filtro”, también denominada como “operación lagarto”, el Gobierno de Uruguay ordenó el cierre durante 48 horas de las dos únicas emisoras de radio que estaban desarrollando una ingente labor de investigación para intentar averiguar el número de fallecidos y sus identidades: CX44 Panamericana y CX36 Centenario.
Manipulación y mentiras
El entonces ministro del Interior uruguayo, Angel María Gianola, intentó atribuir los incidentes a infiltrados armados entre los manifestantes y culpó incluso a supuestas amenazas de atentados en el aeropuerto internacional de Carrasco con motivo de la llegada del avión en el que serían trasladados los tres vascos.
El 7 de setiembre se llevó a cabo una interpelación a Gianola en la Cámara de Diputado. Gianola fue respaldado por el gobierno, quien le dio la orden de matar, y dicha interpelación no trajo consecuencias políticas. Gianola siguió en el Ministerio.
El 19 de agosto de 2009, el diario GARA publicaba una entrevista con la madre de Fernando Moroni, asesinado en los incidentes de la “operación Filtro”. Adjunto la transcripción de la entrevista por su evidente interés,realizada por el periodista Ramón Sola:
«Buscaban un escarmiento, pero sólo endurecieron más a la gente», Norma Morroni | Madre de Fernando Morroni, muerto en los incidentes del filtro
¿Cómo era su hijo, Fernando Morroni?
Era un buen chico. A veces pienso que se llevan a los buenos y a los malos los dejan aquí para que sigan haciendo sufrir. Trabajaba, estudiaba, hacía deporte, le gustaba tomar mate con sus amigos, tocar la guitarra y el tambor… El año anterior había muerto su padre, se nos quedó en una operación de corazón, y Fernando tomó las riendas de la casa. Hasta aquel día…
Recordemos lo que pasó. Había tres vascos en huelga de hambre en Montevideo…
Sí: Goitia, Lizarralde e Ibáñez. Recuerdo que fue muy sonado, estábamos oyendo la radio durante el día y nos sentíamos solidarios. Ante el Hospital Filtro se hacía una vigilia, nada más, y la gente llevaba agua caliente para hacer el mate, «chiquilines», mantas, lo que fuera… Fernando seguramente ya había empezado a ir al Hospital Filtro con sus amigos, pero no me había dicho nada porque me ponía nerviosa. Aquel día vino a casa y le pregunté: «¿Qué vas a hacer hoy, negro?». Me contestó: «Me voy a descansar, mamá, vengo muy cansado y a la noche tenemos un cumpleaños».
Yo soy muy «gallina», ¿sabes? Los jóvenes piensan que quieres controlarles, pero no, quieres saber dónde están para sentirte tranquila. Así que ya sabiendo que todos estaban en casa, me fui a hacer unos recados. Pero a la vuelta Fernando ya estaba levantado y con dos amigos. Le dije: «Pero hijo, ¿no dijiste que ibas a descansar?». «No, mamá, nos vamos para el Filtro». «Tened cuidado, porque aquello está horrible, van como locos», le pedí. Sé que lo dije, pero en realidad nunca hubiera pensado que fueran a tirar balas por encima de la cintura ni a cargar a caballo, a sablazo limpio…
Esa es entonces la última vez que lo vio con vida…
Lo peor fue a partir de las 8 de la tarde. Decían que eran balas de fogueo, pero nada de eso, eran de verdad. Yo me quedé en casa esperando, y a eso de la una de la mañana oigo que llaman sus amigos: «¡Fernando!» «¡Pero si salió con ustedes!», les dije yo. Ellos me contaron que empezaron a correr… y que ya no lo vieron más. A mi hijo le habían metido once o doce balazos en el cuerpo. Todos por la espalda.
¿Alguna autoridad le explicó algo? ¿Cómo lo justificaron?
Fuimos a comisaría, ya estaban pidiendo que acudieran familiares de Fernando. Me decían: «Venga usted, señora, vamos a hablar primero». Y yo: «Luego. No quiero hablar con nadie, sólo quiero ver a mi hijo». Fue lo más espantoso que se pueda imaginar: retiraron una plancha de metal y ahí estaba, blanco, frío, era un puro agujero. Un joven que había salido de casa saltando, lleno de vida, y me lo devolvieron así. ¿Con qué se calma a una madre en ese momento?
Desde esta Europa en la que vivimos, cuesta entender tal ola de solidaridad con una causa tan lejana como la nuestra.
Me lo han preguntado muchas veces. Para nosotros defender el derecho de asilo era normal. Fueron vascos, pero podían haber sido de otros países, emigrantes… Y lo mismo pasa con Fernando: murió él, pero pudo ser cualquiera, porque tiraron a matar. Pero sí es cierto que nosotros mismos nos quedamos asombrados por lo que pasó y por cómo atacaron, a caballo, gritando con todas sus fuerzas. A aquello se le llama desde entonces «la matanza de Jacinto Vera», que es el nombre del barrio en que ocurrió. Dicen que aquella extradición era una operación de intercambio de personas por material y que quizás por eso actuaron así. Pero no lo sé, habría que preguntárselo al Gobierno.
¿Qué supo de los vascos?
Me acuerdo del velatorio, aquello se llenó de gente de sindicatos, estudiantes, organizaciones sociales… Entonces me dijeron que había un grupo de vascos y querían saber si les permitía estar allí, pero tenían duda de si estaría molesta. ¿Cómo no les iba a dejar? Claro que sí. Los vascos también eran víctimas, como nosotros.
¿Por qué actuó la Policía con tanta saña? ¿Tiene alguna tesis al respecto?
No, no lo sé. Se dijo que querían dar un escarmiento. Seguramente actuaron así porque piensan que tienen el poder, pero se equivocan, no lo tienen. No se dieron cuenta de que con ello sólo lograron endurecer más a la gente. En mi caso concreto, soy una madre a la que sacaron de su casa y de sus platos para denunciar lo que pasó. Y luego estuvo lo de Roberto Facal, otra historia que también debo contar.
Fue el segundo muerto en aquellos días del Filtro…
Roberto era un concejal de barrio, su casa estaba a sólo dos cuadras del Filtro. Dijeron que tenía en su casa una bandera vasca con un crespón negro, así que supongo que sería la ikurriña. Iba y venía del Filtro durante todo el día, siempre con una cámara de fotos. Se supo que llamaron al timbre y cuando salió lo mataron a puñaladas, once puñaladas. Luego, encima quisieron ensuciar su memoria [inicialmente se intentó presentar la muerte como un crimen pasional]. Por cierto, la cámara que llevaba desapareció.
Cada año se recuerda aquello con una manifestación en Montevideo. ¿Le consuela que no se haya olvidado a su hijo?
Es una de las pocas movilizaciones a las que no hay que hacer llamados, porque todo el mundo sabe qué día es y cuál es el motivo. Este año vine aquí, pero con la condición de que el día 24 estoy ya allí, en el acto de Montevideo. Si no voy a la marcha de mi hijo, de verdad que me muero. Participo en un grupo de derechos humanos que se llama Plenaria Memoria y Justicia: reivindicamos la memoria de los fallecidos y hacemos escraches [concentraciones ante los domicilios] frente a los represores, y hemos conseguido resultados en algunos casos. Pero siguen en su casa, ¿por qué no en una cárcel?
¿Qué está sintiendo a su paso por Euskal Herria?
Siempre aprendes cosas. Yo no hablo de lo de aquí, pero observo. Y sobre todo observo a las madres, porque sé lo que me pasó a mí y las entiendo. El otro día en Azkoitia las veía ahí, con esas caras arrugaditas, pero siguen y siguen y siguen… Allí a muchas madres les llevaron sus hijos, los desaparecieron. Y siguen buscando, haciendo excavaciones… Eso es muy duro, es una agonía más lenta. Yo tengo al menos un lugar donde llevar las flores, pero ellas no saben siquiera si los tiraron al mar desde un avión.
A mí me costó venir, para mí es todo un vértigo, pero tenía que agradecer tanto afecto. Todos quieren que esté un ratito con ellos y no me van a caber los regalos en el avión. Ayer una señora se me acercó y dijo que me vio en una foto en GARA. Una hubiera preferido seguir anónima, porque así tendría a mi hijo. Yo ya no me reconozco desde entonces. Tocaron donde más le duele a una madre.
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