Aquí les va una para archivar bajo la pestaña Kurlansky-Arzalluz. Nos cuenta la historia de como un mexicano de origen vasco estuvo a punto de cambiar el rumbo de Europa... y de los Estados Unidos.
Lean ustedes, ha sido publicado en Regeneración:
Por esos tortuosos caminos tan del gusto de Clío, la Musa de la Historia, un mexicano de ojos orientales y copioso bigote, un hombre que jamás pisó Europa, a punto estuvo de cambiar inconscientemente el curso de la I Guerra Mundial, un conflicto bélico de cuyo inicio se cumplen cien años este 28 de julio.
José Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como “Pancho Villa”, fue el hombre que, sin saberlo, casi dibuja un mapa de Europa muy diferente al que dejó el fin de la I Guerra Mundial –Turquía se levantaría de las ruinas del Imperio Otomano, de las del Austro-Húngaro nacerían Checoslovaquia, Yugoslavia, Hungría y Austria y de la Rusia zarista nacería la URSS–; por esas mismas razones a las que estuvo ajeno, Pancho Villa casi redefine la frontera norte de México.
La Batalla de Columbus
El 9 de marzo de 1916, José Doroteo Arango Arámbula atacó el pueblo de Columbus, en los Estados Unidos. El objetivo era capturar a Samuel Ravel, un judío norteamericano dedicado al tráfico de armas que le había vendido municiones inservibles al ejercito villista y al que se quería ajusticiar. Ello no fue posible porque debido a un dolor de muelas Ravel se encontraba desde el día anterior en El Paso, Texas.
El ataque de Villa, el primero que sufrían los norteamericanos en suelo propio desde la guerra contra los ingleses de 1812, tuvo pronta respuesta: el gobierno de los Estados Unidos ordenó al General John Joseph Pershing llevar a cabo una operación militar más allá de la frontera para capturar al revolucionario mexicano. Pese a los 11 meses y cerca de 10 mil hombres empleados con ese fin, Villa no pudo ser capturado. La guerra de guerrillas de los villistas demostró ser más efectiva que toda la tecnología desplegada por los estadounidenses en Chihuahua, la cual incluía el uso por vez primera con fines bélicos de aviones y vehículos motorizados, tecnología que emplearían poco después en Europa tras la declaración de guerra a Alemania por el presidente Woodrow Wilson en 1917.
Sin embargo, el vínculo más notorio de Pancho Villa con la I Guerra Mundial rebasa los ecos de la Batalla de Columbus, aunque se sustenta en ellos. La ineficacia del General Pershing para capturar a Villa hizo creer en Alemania que si un puñado de hombres podía enfrentar con ventaja a una tropa bien pertrechada, un ejército formal tendría un mejor desempeño y podría garantizar algo que los alemanes procuraban a toda costa: que los Estados Unidos no intervinieran en el conflicto europeo.
El telegrama Zimmermann
De esa equivocada percepción nace la propuesta alemana al gobierno mexicano para formar una alianza contra los Estados Unidos, una alianza basada en “hacer juntos la guerra, declarar juntos la paz” y en la que Alemania se comprometía a aportar “abundante ayuda financiera y el entendimiento por nuestra parte de que México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona”.
La alianza nunca tuvo lugar y la propuesta alemana surtió, de hecho, el efecto contrario: aceleró el ingreso de los Estados Unidos en lo que ellos llamaban la Guerra Europa. Todo se debió a que el telegrama cifrado enviado el 16 de enero de 1917 por el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Arthur Zimmermann, a su embajador en México, con instrucciones de que propusiera al gobierno de Venustiano Carranza el pacto descrito, fue interceptado por el servicio de espionaje inglés y descifrado parcialmente, lo suficiente, sin embargo, como para entender el alcance de los planes germanos y la necesidad de abortarlos mediante el expediente de alertar a los Estados Unidos.
Lo demás es historia: la entrada de los Estados Unidos en la contienda y la neutralidad de México pese a los esfuerzos de los norteamericanos para que le declarase la guerra a Alemania. “El telegrama es de Zimmermann, no de nosotros para él. No tenemos ningún conocimiento de ese telegrama ni podemos ser responsables de actos ajenos”, le dijo Carranza al embajador Henry Fletcher justo antes de definir claramente la postura mexicana ante la presión del diplomático gringo: “no tengo absolutamente motivo para hacer la guerra a ningún país”.
Pertenece, pues, al reino de la ucronía, el fabular ese México otro aliado con la Alemania de Guillermo II y vencedor en una guerra por recuperar antiguos territorios, un México en el que “Cielito lindo” sería una “Volkslied” famosa y “Lili Marleen” se cantaría acompañada de mariachis, un México, en fin, en el que Pancho Villa sería recordado no tanto como uno de los jefes de la Revolución de 1910 sino como el insurgente que enfrentó a un ejército e inspiró una alianza insólita y victoriosa que redefinió los mapas de dos continentes.
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