En algo concuerdan los sociatas y los jeltzales en su administración de la CAV, les importa un cacahuete la protección del patrimonio histórico ya no de los vascos, sino de la humanidad, ahí está el caso de Praileaitz. Para ejemplo, el tema central del que habla esta nota publicada en el Diario Vasco:
Álvaro Arrizabalaga lleva más de 20 años solicitando a Lakua la protección legal del yacimiento. Estudian iniciar la tramitación del expediente para proteger el yacimiento arqueológico
Kepa Oliden
El País Vasco actual, por su ubicación a caballo entre la Península Ibérica y el continente europeo, constituyó durante la prehistoria un «corredor multidireccional por el que transitaban las poblaciones humanas y las especies animales». Y en esta visión de encrucijada del País Vasco, el valle del Deba desempeñaba un «papel determinante al constituir la principal vía de comunicación entre el corredor litoral y las tierras altas del valle del Ebro».
Lezetxiki fue un emplazamiento estratégico para los clanes humanos en su tránsito por esta ruta, aunque de uso esporádico y estacional. Humanos de distintas especies y carnívoros de la talla del oso o del león cavernario, entre otras fieras, se alternaron en la ocupación de esta gruta kárstica a lo largo de cientos de miles de años. Y los restos que dejaron configuran hoy «uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la Península Ibérica».
Álvaro Arrizabalaga dirige las excavaciones que desde hace casi veinte años se vienen desarrollando sobre el escenario del hallazgo del resto humano más antiguo de Euskal Herria. El húmero descubierto por José Miguel de Barandiaran en 1964 fue desenterrado junto con material lítico y fósiles de animales de la época del Homo Heidelbergensis. Según las convenciones antropológicas, esta especie humana evolucionó hace más de 500.000 años y perduró al menos hasta hace 250.000 años. Se le considera el antepasado directo del Homo Neanderthalensis, misteriosamente extinguido hace unos 28.000 años.
También se han descubierto restos -algunos molares y premolares- correspondientes esta segunda especie humana, así como un colgante ornamental. Una concha de tonos rojizos y con muescas que presenta una perforación para poder ser colgada de un cordel. Este descubrimiento ha avivado el debate en torno al grado de cultura que alcanzaron estos nativos europeos extintos.
Las aparición de un fragmento de mandíbula correspondiente al Homo Sapiens, tercera especie humana descubierta en Lezetxiki, y a la que pertenecemos los hombres y mujeres actuales, elevó a Lezetxiki a la máxima categoría entre los yacimientos arqueológicos, situándolo «entre los 3 o 4 más importantes de la península, sin contar a Atapuerca» a juicio de Arrizabalaga.
Mientras Lezetxiki, gracias la magnitud de sus hallazgos arqueológicos, ha alcanzado fama mundial, el yacimiento continúa a día de hoy sin contar la protección legal que brinda la Ley de Patrimonio Cultural vigente desde 1990. Inexplicablemente, la Consejería de Cultura no ha atendido hasta ahora las reiteradas solicitudes formuladas por el arqueólogo Álvaro Arrizabalaga «desde el año 1991». El silencio administrativo que Arrizabalaga dice haber recibido desde entonces parece que empieza a quebrarse al fin.
La Dirección de Patrimonio Cultural ha anunciado que «estudia la posibilidad de iniciar la tramitación del correspondiente expediente de protección».
Al clamor en demanda de protección oficial para Lezetxiki se han sumado también el Ayuntamiento de Arrasate, la Diputación Foral y Arrasate Zientzia Elkartea. Esta reconstituida asociación para la preservación del patrimonio local ha formulado además una alegación al nuevo Plan General de Ordenación Urbana en la que solicita que la protección del citado yacimiento se extienda a toda la vaguada de Karraskain. Un área que comprende toda la red de oquedades que recorren esta formación kárstica situada a los pies de la peña de Bostate, en el barrio de Garagartza. José Ángel Barrutiabengoa justificaba la solicitud argumentando que «es interesante extender la protección a todos los yacimientos y cavidades de la zona para preservar otras sorpresas arqueológicas que puedan albergar».
Álvaro Arrizabalaga, continuador desde 1996 de las excavaciones realizadas 40 años antes por Barandiaran, aseguraba que «aún queda por explorar el 50 por ciento de Lezetxiki». Las sorpresas que este yacimiento puede aún deparar son una incógnita, pero su preservación para futuras indagaciones dependerá de que el área se beneficie cuanto antes de la declaración de bien patrimonial calificado.
Quedará así definitivamente conjurado el riesgo de intervenciones tan agresivas como la ocasionada por las obras del Tren de Alta Velocidad, cuyo trazado inicial abocaba a la desaparición al yacimiento de Lezetxiki. Sólo las alegaciones del propio Arrizabalaga y del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco (las del Ayuntamiento no fueron atendidas), lograron salvar yacimiento. Evitaron así que se repitiera lo ocurrido en 1990 con Labeko Koba, que desapareció con la construcción de la carretera de circunvalación de Arrasate. Una excavación de urgencia realizada por Álvaro Arrizabalaga y otros arqueólogos entre 1987 y 1989 salvó de la desaparición restos de mamuts, renos, rinocerontes lanudos, además de hienas, osos, lobos, zorros. Así como restos de industria lítica y ósea de hace 30.000 años, además de un pequeño canto de calcarenita, con dos líneas grabadas, que constituye uno de los restos más antiguos del comportamiento artístico de la península.
Progreso «tóxico»
«En este país tenemos una concepción de progreso tóxica o, cuando menos, perversa. No sabemos compaginar progreso y conservación» sentenciaba Arrizabalaga. El episodio del TAV, que en 1998 amenazaba con destruir completa e irremediablemente el yacimiento, se ha saldado con daños menores para Lezetxiki. Hasta el punto de que Arrizabalaga afirmaba darse «con un canto en los dientes» para lo que podía haber sido.
La situación de desprotección a que se ha visto expuesto este yacimiento, y que afortunadamente pronto podría cambiar, se ha cobrado su peaje. Arrizabalaga contaba que ya en 1996, cuando llegó a Lezetxiki y se encontró una zona «degradada, abandonada y sucia», redactó un informe alertando de la actividad de furtivos que se dedicaban a expoliar el yacimiento sin ningún control. También por aquella época se acometió la tala del pinar que crecía en el yacimiento, cuyos terrenos «por entonces eran de propiedad privada». Sólo el Ayuntamiento de Arrasate atendió a la llamada de atención enviada por el arqueólogo guipuzcoano. «La única institución que de verdad se ha implicado en la defensa y protección del yacimiento es el Ayuntamiento de Arrasate, al menos desde que iniciamos las excavaciones en 1996» reconocía Arrizabalaga. Sucesivos campos de trabajo limpiaron, adecentaron, vallaron y cubrieron el yacimiento, cuya propiedad fue adquirida por el Ayuntamiento.
Si, como solicitó reiteradamente el arqueólogo, el recinto estuviera protegido de acuerdo con la Ley de Patrimonio, el Gobierno vasco «hubiera subvencionado la adquisición del terreno, y también hubiera financiado las labores de catalogación y e inventariado que desde hace 18 años realizan los estudiantes sin ver un euro».
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