Este texto ha sido publicado en Gara:
Marcelo Alvarez y Diego Paredes (*) | Ahaztuak
27 de setiembre, cuando la impunidad avanza
A las puertas de un nuevo 27 de setiembre, repasar escritos, hemeroteca, reflexiones... forma parte de nuestra tarea de recuperar aquellos hechos, aquella memoria, para revalidarla y reivindicarla. Acercarnos por enésima vez a la conciencia de Jon Paredes, Txiki, plasmada en su última carta «a la espera de ser ejecutado» o a la entereza de José Luis Sánchez Bravo contenida en su estremecedor «...no tengo miedo y estoy tranquilo. Yo sé que, si lo inesperado llega, estaremos preparados... Hay algo que hoy no quiero: ni piedad ni compasión...», o rememorar por los testimonios de quienes estuvieron cerca de ellos los que fueron los últimos pensamientos de Humberto Baena o Ramón Garcia Sanz es darnos cuenta de la similitud entre estos últimos fusilados del régimen franquista y las decenas de miles de fusilados que desde el 18 de Julio de 1936 les precedieron escribiendo sus últimas palabras en Ondarreta, Larrinaga, Porlier, Ocaña... entre el carácter antifascista militante y democrático de todos ellos, entre sus reivindicaciones, entre sus sueños de libertad y justicia acribillados por un pelotón de ejecución.
Es por ello que no puede sino acompañarnos la rabia ante el abierto ataque contra el carácter de militantes antifascistas y de víctimas del franquismo de estos luchadores que se viene produciendo en estos últimos meses y ante la pasividad rayana en la complicidad con la que esto se contempla desde prácticamente todos los ámbitos, incluso desde aquellos grupos políticos o personas que dicen reivindicar la memoria de las víctimas del franquismo, asociaciones memorialistas incluidas.
No sería novedoso volver a recordar que son los luchadores que enfrentaron con las armas al régimen fascista -los maquis primero, los militantes de otras organizaciones político/militares después- los más olvidados de las ya de por sí olvidadas víctimas del franquismo por serlo además de una forma claramente consciente, pero sí lo es que lo que hasta ahora era simplemente olvido haya pasado a convertirse en un ataque directo y planificado a su memoria, a su condición de luchadores antifascistas, a su carácter de víctimas, negándoseles de forma pública, clara y legal, lo que de verdad, justicia y reparación les corresponde por serlo, algo que consideramos de extrema gravedad, por el empobrecimiento que esto refleja de los esquemas democráticos del Estado.
Esa merma creciente de la democracia real que algunos señalan ya en la práctica cotidiana del Estado español en otros órdenes, comienza a tener su plasmación en lo que a la memoria histórica democrática y antifascista se refiere, algo que aparece nítidamente reflejado en que el modelo español de impunidad ya no se basa en la pasividad mantenida hasta ahora frente a lo que fue el régimen franquista y sus crímenes, sino que comienza a situarse a la ofensiva atacando con medidas prácticas, con leyes pensadas y elaboradas para ello, los eslabones más débiles de esa memoria histórica democrática y antifascista, las trincheras menos defendidas o más abandonadas de esa Memoria cual es -para vergüenza de quienes han renunciado a su defensa- la memoria de estos luchadores y de sus derechos. Los movimientos de este ataque son públicos: eliminación de las calles y plazas dedicadas en diferentes lugares a Txiki y Otaegi amparándose en los supuestos de la lucha antiterrorista, la resolución denegando su condición de víctima del franquismo a Silvia Carretero, viuda de José Luis Sánchez Bravo, uno de los luchadores del FRAP fusilados aquel día y al que dicha resolución cataloga como terrorista a pesar de que la denominada «Ley de Memoria Histórica» reconoce a todos ellos el carácter de víctimas de aquel régimen...
El avance de este modelo español de impunidad muestra además otros hechos preocupantes como el ataque planteado en el ámbito judicial contra el juez Baltasar Garzón por la causa judicial abierta contra los crímenes del franquismo o la pasividad de las instituciones, partidos políticos, medios de comunicación... ante las acciones de carácter fascista reivindicadas hace pocos días por el grupo llamado Falange y Tradición, apuntando todo ello en el sentido de que el modelo español de impunidad construido desde los últimos estertores formales del franquismo hasta hoy día, una vez asentado y asimilado al modelo político vigente, comienza a desenmascararse como lo que quizás fue desde sus inicios: un modelo de contención frente a los deseos y reivindicaciones de democracia real por parte de personas y pueblos en el Estado español, un encubierto pero posible modelo de involución.
«Siento viva a la Bestia -esa de la que cautelosamente se sisea `el régimen anterior'- ilesa, oculta en su caverna en los confines del Nadir, desperezarse. No os hablo de sus cachorros, que viven entre nosotros, os hablo de la propia Bestia. Porque ella escapó. Porque ella no estuvo vencida y huyó, se ocultó y espera su momento, cauta, acechando desde la oscuridad que le es propia» escribe Tomás Pellicer en su libro «Grupo Armado». Son palabras que a la vista de los hechos adquieren un profundo significado y que nos inducen cuando menos a una reflexión sobre la Bestia que menciona, sobre el régimen fascista que entre otros miles llevó a la muerte a aquellos cinco militantes antifascistas el 27 de Septiembre de 1975, sobre la herencia que dejó, sobre su aspecto actual, sobre su salud, sobre su vigencia y sus planes...
Porque hoy, aquí y ahora la verdad, la justicia y la reparación para las víctimas del régimen fascista y genocida del general Franco y del Movimiento Nacional siguen siendo tareas tan pendientes como hace treinta años.
Porque aquí y ahora el fin real del franquismo, del fascismo, sólo será definitivo si esta asentado en la posibilidad de ejercitar la libertad y la democracia individual y colectivamente sin ambages, sin restricciones, sin amenazas.
Todo hay que decirlo.
(*) También firman este artículo Maite Mangado y Lander García.
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