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¡Ay de ti, torturador!
Iñaki M.
Ay de ti, torturador. Mejor te hubiera sido morir en el vientre de tu madre.
Haces el papel más sucio, que ser humano alguno podría hacer en este mundo. Maldito eres y maldito serás hasta que con la dignidad que te quede, sepas responder al sentimiento que has de descubrir, de que nunca debiste haber nacido.
Tu que atas a un ser humano a una silla y le cubres la cabeza para que no pueda verte mientras lo torturas. Y comienzas a machacarle la cabeza con un listín de teléfonos. ¿No te sientes un cobarde?
Tú que después de obligarle a desnudarse, le atas las manos y los pies y rocías con agua fría todo su cuerpo y a continuación le acercas los cables a los testículos, a los pezones, a los costados y oyes los espantosos gritos y a continuación le metes en la boca un trapo sucio para que no pueda gritar y sigues haciendo lo mismo una y otra vez, y te ríes ante su dolor y su espanto.
Tú que en el cenit de la cobardia, le colocas una bolsa de basura en la cabeza y cierras para que no pueda respirar, y ves sus ojos de terror y de agonía y te burlas de él, de su familia, de su dignidad.
Tú que consigues que un ser humano te pida suplicando que le mates, porque el horror de la tortura supera al instinto de vivir.
Tú que llenas esa bañera de excrementos y orina, y arrodillado con las manos atadas hacia atrás y le obligas a meter la cabeza impidiendo que la saque hasta tener que abrir la boca, a punto de extenuación, y siguiendo con tu macabro juego , no una vez, sino todas las que quieras y durante el tiempo que quieras, hasta que te suplique la muerte.
Tú que desnudas a una mujer y la atas para abusar de ella cuanto te plazca, le tapas la cabeza y la insultas, la humillas, la manoseas, le abres las piernas y le metes el palo de la escoba por la vagina y oyes sus gritos de terror y ves su cara y su llanto, y te ríes y le dices que dentro de una hora le volverás a hacer lo mismo.
Tú que golpeas a ese hombre o esa mujer y le gritas y le insultas y le haces adoptar posturas insoportables y le golpeas y lo maltratas hasta la extenuación, sabiendo que toda la impunidad del mundo cubre tu modo de hacer sufrir.
Tu que dispones de su vida para hacerle cuanto te plazca, sin conciencia que te grite, sin piedad que sentir.
Tú que mientras torturas hasta que esa persona desee matarse, no quieres saber que hay leyes que prohíben lo que haces, que hay derechos que tienes que respetar, que hay valores que pisas y pisas, convirtiendo la tortura en una imagen de la miseria humana que llevas dentro.
¡Ay de ti, torturador!
Tú eres el cobarde, que quien te manda necesita, para hacer su trabajo sucio. Tú eres el que quedará sucio para el resto de tu vida. Jamás podrás quitarte de encima el horror de las miradas y los gritos de tus victimas. Te perseguirán hasta el día de tu muerte.
Hoy piensas que con el odio que te han metido dentro, la borrachera de sentirte dios ante la impunidad garantizada, al final resulta una orgía. Pero te engañas y te engañan.
Esos gritos, esas miradas de horror y ese sufrimiento creado por ti en otro ser humano , te perseguirá día y noche por el resto de tu vida. Llegará el día en que no te dejen dormir y tengas que acudir a un médico, a quien jamás podrás decir por qué no puedes dormir. Verás a tus hijos y a tus nietos, y te acordarás de aquella joven, igual que ellos, a la que cobardemente ataste para manosearle sus pechos y violarla.
Sentirás vergüenza. Desearás no haber nacido. Te acordarás de aquellos que te mandaban torturar y odiarás haberte sometido, no haber sabido ser un hombre, en lugar de un cobarde. No podrás esconderte de ti mismo, terminarás odiándote y morirás así, en silencio, aplastado por tu sombra.
¡Ay de ti torturador!
Vivirás dividido. Serás un monstruo de dos caras, de dos vidas, de dos sonrisas, una macabra y otra falsa. Tus hijos, jamás podrán ver en ti, el padre que necesitan. Quizás ellos también lleguen a desear no haberte conocido.
¿Podrán esas manos que han golpeado, que han torturado, que han violado y han creado el horror; manos malditas e indignas, ser las manos que acaricien a tu hija pequeña cuando le acuestes? ¿Qué sentirá tu hija del odio y el horror que esas manos han llevado a otra persona? ¿Serás capaz de decirle lo que has hecho cuando te lo pregunte?
¿Durante cuanto tiempo le mentirás? ¿Qué ocurrirá con esa ausencia de sinceridad, con esa falsedad interior, con lo que descubra en tus ojos, con lo que sientas tú al no ser tú, y con lo que ella sienta ante un padre tan falso por fuera y tan abominable por dentro?
Tus hijos crecerán y siempre llevarán en su interior una sombra y una confusión. Una sombra que se fue creando, cada vez que te preguntaron por lo que hacías y sintieron algo raro, algo que no era sincero, porque los niños tienen mil sentidos por donde perciben toda nuestra falsedad.
¿Qué pensarán tus hijos de su padre cuando sospechen que tu también eras de los criminales que torturaban hasta desear morir a jóvenes como ellos y ellas? ¿Quién les curará las heridas de su alma cuando les atormente el fantasma de que su padre pudo ser uno de ellos? ¿Quién te curará a ti de tu sufrimiento, cuando veas la desorientación, la lejanía y el sufrimiento de tus hijos o tus hijas y busques remedios psiquiátricos para ellos hundido en el horror inenarrable de tu conciencia criminal, incapaz de contárselo a nadie?
¡Ay de ti, torturador!
¿Hasta qué punto llegarás a odiar a quienes te manipularon para utilizarte como criminal a sueldo y hasta qué punto llegarás a odiarte a ti mismo? Hasta los necios y los capitidisminuidos, se revelan cuando ven una injusticia, cuando a alguien se le hace sufrir. ¿Dónde dejaste tú, tu dignidad humana? ¿Quién te “descerebró”, para que no puedas ver que el sufrimiento que produces a otros, se vuelve contra ti y los tuyos? ¿Quién borró de tu alma los sentimientos nobles, la compasión, la valentía, el respeto, el amor, la conciencia humana hacia tus semejantes? ¿Quién se burló de ti y de tus hijos, para que desde ahora y para siempre la sombra de la tristeza, la falsedad, el ocultamiento, la cobardía, el dolor y la ausencia de dignidad y honestidad, sean lo que tu familia reciba de ti como herencia macabra?
¡Ay de ti, torturador!
Solo una cosa tenemos segura en la vida todos los humanos, la muerte. Tu también un día morirás. Tus hijos, quizás, rodearán tu cama en silencio en tu lecho de muerte, pero tu no podrás mirarles. Serán los gritos de terror y las miradas de tus víctimas maniatadas y moribundas las que te persigan, y no podrás liberarte de ellas, ni huir a ninguna parte. Te sentirás extraño a tus hijos y a tu familia; echarás la vista atrás y verás todo el dolor que cobardemente dejaste en hombres y mujeres como ellos y desearás no haber nacido y aquellos gritos y aquellas miradas ante quienes no tuviste compasión, te perseguirá hasta el último momento. Tu familia , llorará en silencio pensando lo mismo que tu, pero sin poder abrir la boca. ¡Ay de ti, torturador!
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