Ante el agravamiento del estado de sitio declarado por Madrid e implementado en la CAV por parte del gobierno de Francisco Javier López miles caminaron por sus calles demostrando que la solidaridad del pueblo vasco para con sus represaliados políticos nunca podrá ser acallada (por más leyes que quiera violentar Rodolfo Ares). Esta nota de Gara nos da una semblanza de lo sucedido en Donostia:
El respaldo a los presos une a miles de vascos en Donostia
Con ovaciones e irrintzis respondieron miles de personas al intento de silenciar la solidaridad hacia los presos políticos vascos. En la mayor movilización de los últimos meses, las calles de Donostia se llenaron para exigir el respeto a sus derechos y alertar de que este año van a reclamar compromisos basados en hechos y no en palabras. Etxerat aseguró que es el momento de evidenciar que la mayoría social de Euskal Herria rechaza la política penitenciaria.
Oihana Llorente
Un compromiso que se evidencie en la práctica. Eso es lo que Etxerat reclamó ante los cerca de 12.000 ciudadanos unidos en la manifestación que recorrió Donostia en favor del respeto a los derechos de los presos. Los allegados de los represaliados vascos abogaron por «estrechar lazos y aglutinar fuerzas y compromisos» para que se refleje que la mayoría social, política y sindical de este país demanda que cesen las vulneraciones en las cárceles y las calles.
Después de que en este curso se hayan cumplido dos largas décadas desde que se diseñara la dispersión de los presos políticos vascos, los integrantes de Etxerat se preguntaron «cómo no existe una respuesta unitaria que ponga freno a esta realidad», y con el fin de encontrar la respuesta anticiparon que llevarán a cabo una reflexión.
Ese será el quehacer que ocupará a Etxerat durante las próximas semanas. Desde el Boulevard donostiarra se encargó de adelantarlo Manu Errazkin, padre de Oihane Errazkin, presa política donostiarra fallecida en la cárcel parisina de Fleury-Merogis. Detalló que los allegados irán «puerta a puerta» en busca de esos compromisos, interpelando a agentes políticos y sindicales. Entienden además que ésta es la mejor respuesta frente al intento de Madrid y Gasteiz de «infundir el miedo». «No contentos con meternos cada fin de semana en el 'corredor de la muerte' que supone la dispersión, buscan acallar ahora la solidaridad», denunció tajante.
Errazkin lamentó el intento de «borrar» de las calles la denuncia de la política penitenciaria emprendido por el Departamento de Rodolfo Ares y con- tinuado por el de Javier Caballe- ro en Nafarroa, y recordó que para ello han «hecho uso de la violencia. Dentro y fuera de las cárceles han empleado la violencia», denunció. Como muestra de ello recordó lo ocurrido con el prisionero donostiarra Asier Arzallus esta misma semana, en la que ha denunciado malos tratos en el transcurso de un traslado.
Etxerat resaltó la situación crítica que padecen sus seres queridos encarcelados e hizo especial hincapié en aquellos que aun habiendo cumplido su condena o encontrándose gravemente enfermos continúan en prisión, lejos de sus hogares. «¿Es que esto no es una condena de muerte?», preguntó Errazkin.
Pese a todo, aseguró con contundencia que la presencia de los presos vascos no va a desaparecer de las calles de «ninguna manera». Los miles de manifestantes que escuchaban en silencio su alocución saludaron esta afirmación con gritos y una ovación cerrada.
La emoción general fue patente en todo el recorrido de la manifestación, pero más aún a la altura del Boulevard, donde los sones de trikitixas acompañaron a canciones tan sentidas como «Zai dago ama» o «Lepoan hartu ta segi aurrera».
Hora y media antes, nada más extender la pancarta en la que se exigía la repatriación de los presos políticos vascos y el reconocimiento de sus derechos, el silencio se quebró pronto. Irrintzis y aplausos acompañaron toda la marcha, provocando en algunos momentos un estruendo ensordecedor. A su llegada no eran pocos los que afirmaban que les dolían las manos de tanto aplauso.
Santos Sagardui, que cuenta con el triste honor de ser el padre del preso que más tiempo lleva en prisión, Joxe Mari Sagardui, Gatza, era uno de los que portaba la pancarta. Junto a él caminaba Jose Campos, compañera de Bautista Barandalla, preso gravemente enfermo que ha sido recientemente excarcelado, y Mattin Troitiño, hijo y hermano de presos políticos. Todos ellos, así como las decenas de familiares que se agolpaban en la cabecera de la manifestación, vestían los emblemá- ticos pañuelos blancos anudados al cuello.
De todas las edades
Tras dejar atrás el túnel del Antiguo, las primeras filas de la marcha avanzaron entre ovaciones. La marcha había partido puntual, y eran muchos los que llegaban tarde y optaron por esperarla a medio recorrido. Todo el Paseo de la Concha estaba repleto de personas que esperaban ansiosas, e incluso había quien aguardaba a la altura del Buen Pastor. El hecho de que la marcha de ayer no estuviera bajo la amenaza de la Ertzaintza provocó una imagen inusual a la acostumbrada este verano. Decenas de niños participaron también en la cita acompañando a sus familiares desde la silleta o a la espalda de la ama y amonas y aitonas que no se quisieron perder esta cita de ningún modo. Había incluso un hombre que recorrió la larga marcha ayudado por un taca-taca. Fue una muestra más de que, como resumió Etxerat al final, «la llama de solidaridad sigue encendida».
Los organizadores no ocultaban su satisfacción por el grado de participación en esta manifestación, de largo la más numerosa de los últimos meses. En Donostia se hacía difícil recordar una movilización más nutrida, y algunos se remontaban incluso hasta la que abarrotó el Paseo de la Concha tras el cierre de "Egunkaria'' en 2002.
Sin porras y peloteros a la vista, los manifestantes no tenían prisa alguna y parecían querer disfrutar cada momento. A las puertas de la calle San Martín, la cabecera de la marcha optó por tomarselo con tranquilidad y se paró en seco, irritando a los ertzainas que abrían la marcha en sus ocho furgonetas.
Poco después de las 19.00 la cabeza de la manifestación llegaba al Boulevard, donde fue recibida por los sones de la trikitrixa. Emocionados, e incluso saltando y bailando en muchos casos, los miles de manifestantes que reclamaron el respeto a los derechos de los presos fueron ocupando los alrededores del kiosko antes de que Manu Errazkin cerrara el acto.
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