Este texto ha sido publicado en Gara:
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Josu Barandika Zubiaga | Sin derechos ciudadanos
Agradeciendo a Sugea
Cuando pretenden borrar nuestra memoria e imponernos el futuro marcado por ellos, trato de recordarte serpenteando por nuestros senderos y firmamentos, con Ilargi, pariendo el mundo. Siguen rechazando nuestra existencia, el akelarre, la solidaridad. Sólo vale la inquisición, la muerte de la inteligencia. Pero, tú y yo sabemos que somos un pueblo con pasado y con voluntad de vida.
Los monoteísmos, sobre todo «desde la masculinización de las religiones y la caída de las diosas» (I. Gil de San Vicente), fortificaron más el cambio al sistema del patriarcado, considerándolo no sólo de ley natural, sino también divina. Con esto, además de emborronar nuestra mente, pretendieron paralizar por dopaje nuestra elemental rebeldía contra la dominación.
La recepción por parte del rey Borbón, del Ejército y de los partidos políticos del ataúd de la república asesinada, regalado por Franco, y la confirmación posterior de su asesinato en los pactos de la Moncloa, son la expresión cercana y reciente más terrorífica de engaño y de muerte de la endémica trayectoria de dominación del patriarcado cristianizado. Mantendrán las conquistas de la guerra y de la dictadura por encima de todo, por encima de los derechos democráticos de republicanos y de independentistas vascos y otros.
Los firmantes y avalistas de estos pactos, PSOE, PCE, PNV, vendieron, sin embargo, cambio y capacidad de cambio. Establecieron cínicamente una pequeña diferencia formal con la dictadura: la posibilidad de elegir, una vez «todo bien atado», claro.
Mintieron y a esto llamaron transición, sabiendo que nada cambiaría. Estaba el Ejército. Volvieron a tratar de engañar y al tránsito a ninguna parte lo llamaron estado de Derecho, democracia, a pesar de que no se produjo ruptura democrática alguna con la dictadura. Por el contrario, la realidad es que en todo este tiempo hasta hoy los derechos ciudadanos y democráticos elementales están siendo pisoteados por los sucesivos gobiernos. Es el apartheid y el imperio del terror. Es la imposición del pensamiento único de la España una, fascista, para beneficio de la Corona, caciques y aprovechados partidos del Pacto. Éste es el resultado único posible de los pactos de la Moncloa, a no ser que, emborronadas las mentes, calláramos como difuntos.
Esto no ha ocurrido y Euskal Herria sigue firme en su voluntad de ejercicio democrático de su soberanía. Progresa, por otra parte, la exigencia crítica de la sociedad vasca de una salida democrática, como resultado de la confrontación ideológica. La solidaridad de amplios sectores populares y de izquierda a nivel estatal anima la solución democrática. Pero, contradictoriamente, la proximidad al ejercicio de la autodeterminación, en lugar de alegrarles, les acoquina y repiten Cubas y Filipinas, o simplemente llevan hasta el extremo los Pactos con la Dictadura. Las razones de no cesión a los «chantajes de ETA» no son más que moralinas de caciques partidistas y episcopales, de arrogancias imperialistas dolidas venidas a menos. Ésa no es la cuestión, como ha quedado demostrado a lo largo de estos 30 años (con sus treguas, detenciones de mensajeros, ilegalizaciones de ideas). Y el ministro de la porra lo ha expresado con mayor nitidez, si cabe: seguirá imponiendo el pensamiento único y el apartheid a pesar de que la izquierda abertzale condene a ETA. A propósito, no sé cómo habrá sentado entre sus filas o en Estrasburgo semejante bocanada de aire fresco. Es difícil publicitar democracia ante semejante lindeza dictatorial.
El ejercicio de nuestro derecho democrático a constituirnos, por ser soberanos de nuestro presente y futuro, exige la contrapartida -también democrática- de su reconocimiento por parte de los estados español y francés. Este reconocimiento abundaría en la imagen democrática que ambos estados pretenden ofrecer y de la que tan necesitados están, a pesar de su propaganda, sobre todo el español. Este reconocimiento no supondría la subversión de sistema político alguno, como interesados jueces del Tribunal de Derechos Humanos acaban de sentenciar. Por el contrario, supondría, objetivamente, un paso importante para la democratización del régimen político español, conducido por las histerias terroristas de dominación de la derechona política, patronal, episcopal y bufones adjuntos, desapareciendo en consecuencia tanto sufrimiento.
En cualquier caso, está claro que Euskal Herria seguirá luchando por conseguir todos los espacios de seguridad para su desarrollo soberano frente al chauvinismo francés o frente a los pactos españoles con la dictadura. La calle es también de Ares o de sus jefes, pero no de golpistas o de inquisidores fascistas. Es de la fuerza de la razón.
Glosando a J. Naberan, creo, mi querida Sugea, que con mucho esfuerzo, estamos construyendo futuro para este pueblo con pasado. Deslízate en torno a Mari y dale un beso.
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