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viernes, 24 de abril de 2009

Censura en la Bibliotecas de Nafarroa

La sucursal del PP en Nafarroa se distingue por ser aún más retrógrada que la matriz en Madrid, la vocación fascista del Miguel Sanz va a parecer juego de niños ahora que la cavernaria Barcinas está a la cabeza de la embestida españolista. Un ejemplo de lo anterior es sin duda el veto que existe hacia los diarios Gara y Berria del cual nos habla este artículo publicado en el primero:

Veto a Gara y Berria en Iruñea y Barañain

400 bibliotecarios denuncian la censura a GARA y «Berria»

Mientras Yolanda Barcina repartía sonrisas en la Fiesta del Libro, un centenar de bibliotecarios se concentraban en la Plaza del Ayuntamiento para mostrar su rechazo a la «censura» y la «injerencia» de UPN en su trabajo. El veto que este grupo ha impuesto a GARA y «Berria» en las bibliotecas públicas de Barañain e Iruñea ha dado lugar al manifiesto «Bibliotecas públicas para todas las personas», suscrito ya por más de 400 profesionales y 18 asociaciones del sector.

Iñaki VIGOR | IRUÑEA

«Ni censura ni injerencia. Bibliotekak denontzat». Esta es la frase que los bibliotecarios formaron a las 12.00 de ayer en la Plaza del Ayuntamiento de Iruñea con grandes letras pegadas en diversos periódicos. De esta forma tan gráfica mostraron su rechazo al veto impuesto por UPN a GARA y «Berria» en las ocho bibliotecas públicas de la capital navarra y en la de Barañain. En coherencia con ese veto, los responsables de las bibliotecas de Iruñea siguen sin suministrar ningún periódico a sus visitantes.

Durante la protesta de ayer, que estuvo vigilada por la Policía española, la presidenta de la Asociación Navarra de Bibliotecarios, Asun Maestro, explicó los motivos que les habían llevado a realizar una movilización en una fecha tan emblemática como el Día del Libro. «Más que celebraciones, queremos plantear reflexiones, porque los episodios de censura e injerencia en estas bibliotecas están suponiendo un ataque profesional al libre ejercicio en nuestro deber y al espíritu de la biblioteca pública», afirmó la presidenta de ASNABI.

«Nunca había conocido esto»

Tras dar lectura, en euskara y castellano, al manifiesto a favor de la biblioteca pública suscrito por más de 400 personas y 18 asociaciones profesionales, Asun Maestro expresó a GARA que el objetivo del acto era reclamar que «sean restaurados el respeto a nuestra profesión y la libertad de información de los ciudadanos».

También expresó el deseo de los bibliotecarios de que «se supere esta situación y nunca más vuelva a producirse». Maestro recordó que lleva 25 años trabajando como bibliotecaria y que «nunca» había conocido un caso como éste.

«La historia de las bibliotecas de Navarra tiene 60 años, y nunca había ocurrido algo así, ni siquiera en momentos en que no existían formalmente la libertad y la democracia. Desde el comienzo de las bibliotecas públicas -añadió- siempre se ha respetado que la formación de la colección, que es un poco el corazón de nuestro trabajo, la hagan los bibliotecarios. Así ha constado en documentos y en convenios, y así ha sido defendido por todos los responsables que ha tenido la red de bibliotecas públicas».

La presidenta de ASNABI se mostró satisfecha por la respuesta que están dando la inmensa mayoría de los bibliotecarios navarros. «Queremos demostrar que somos coherentes y consecuentes con nuestra profesión. Defendemos la lectura y la libertad de expresión, y nos parece que esto es un ataque lo suficientemente grave como para estar ahora y aquí, en nuestro tiempo libre, defendiendo esa libertad».

Preguntada sobre la postura que adoptarían los bibliotecarios si UPN llega a consumar su veto o a plasmarlo en un documento público, Asun Maestro anunció que ASNABI está dispuesta a recurrir a organismos internacionales.

A su juicio, este veto supone que «se está vulnerando totalmente el espíritu de la Ley de Bibliotecas vigente en Navarra».

Por su parte, la concejala Mariné Pueyo, que participó tambbién en esta concentración, declaró que la actitud mostrada por UPN es «antidemocrática y supone una censura inadmisible en un sistema que se dice democrático».

«Vamos a hacer todo lo posible por que se revoque esa decisión. Si no es así, Barcina tendrá que asumir las consecuencias de una actuación que consideramos totalmente dictatorial y fascista», agregó Pueyo.


Manifiesto a favor de la biblioteca pública

«Bibliotecas públicas para todas las personas, cuando todas somos todas». Perogrullo estaría orgulloso del título de este manifiesto, si no fuera porque la afirmación obvia que plantea el título se está hoy cuestionando en las bibliotecas públicas de Navarra y en la sociedad navarra por extensión. Los bibliotecarios estamos alarmados. Los ciudadanos, por supuesto, también lo estamos. La alarma salta cuando, allá por febrero de 2009, de la biblioteca pública de Barañain desaparecen (no por su propio pie) dos de los periódicos que acostumbraban a compartir espacio con el resto. El motivo de su desaparición es que un ciudadano (en su calidad de concejal), al que esos periódicos no le acaban de gustar, lo decide así. También que otro ciudadano (en su calidad de jefe del Servicio de Bibliotecas), por motivos desconocidos, lo decide así. Y suena, semanas después, de nuevo la alarma en las bibliotecas públicas de Pamplona-Iruñea. La función de las alarmas es alarmar, y sólo escuchándolas podremos evitar que la patología se extienda, y así hacer que todo quede en un puntual esguince cultural y moral que con cuidados preventivos vuelve a estar en su sitio; y entre los cuidados está el de hacer balance de las cualidades de la biblioteca pública. Eso hacemos ahora: las bibliotecas, mal que les pese a algunos ciudadanos, no rechazan. Las bibliotecas públicas están hechas de un tejido inusual, un tejido no comercializable, no ideológico, un tejido que se expande, un tejido no censor. Ahí radica su grandeza, en su permeabilidad y su infinita capacidad. Cuando se edita un nuevo libro, una nueva revista, un nuevo periódico, un nuevo pensamiento manuscrito, la biblioteca se hace de inmediato unos centímetros más grande, con el único fin de acoger al recién llegado, de hacerle un sitio. De esta forma, todo lo ya creado y lo aún por crear tiene un lugar, la biblioteca pública, en el que poder respirar, codearse con los de su especie (la magnífica especie de lo escrito) y hacerse accesible al mundo, a los lectores. Y si no es así, la biblioteca pública enferma; y la única terapia para reconstituirla será tejerla de nuevo ese traje elástico, reconstruir ese continente de contenido infinito que nunca se debió quebrar.

La biblioteca pública es uno de los enclaves básicos de la cultura. Y la cultura, la civilización, no es sino esto: que una biblioteca ultraurbanita preste con su mejor sonrisa un libro sobre la corteza del abedul. Que conviva un libro de física cuántica, apoyado tapa con (no contra) tapa, al lado de uno que apueste firmemente por la teoría de la relatividad. Que haya libros en papel, y que haya otros que podamos leer en internet. Que se crucen y saluden en la entrada de la biblioteca el que porta un disco de Salieri y el que va en busca de otro de Mozart. La cultura es que todo, todas, todos, tengamos cabida en la biblioteca pública. Hemos dicho una y mil veces que hay un libro para cada lector, con la aspiración soñada de que todos podemos ser amantes de un libro, para después convertirnos en concubinos de cientos. ¿Qué sucede entonces si no hay un libro para un lector? Y aún peor: ¿qué sucede si hay un libro para un lector y ese libro se lo quitamos a ese lector de las manos? Si un libro, una revista, un periódico, un papel lleno de tinta significante, no es bienvenido a las bibliotecas públicas, no nos engañemos, eso significará que un lector, y tal vez otra, y otra, y otro lector, tan ciudadanos como el resto, no son bienvenidos a las bibliotecas públicas. No, no nos engañemos: es como si instalamos una cuerda con la señal de «prohibido» en la puerta de la biblioteca y la extendemos o no en función de quién se acerca; es como si editamos carnés de biblioteca de primera y segunda categoría, unos magenta, otros de otro color; es como si colgamos en el día del libro grandes letreros que digan «lean, pero no lo lean todo»; es como si a un lector de un periódico le damos otro periódico, le damos el periódico que a mí me gusta, y no el periódico que él quiere leer; es como si ponemos entre comillas (y no subrayado, como debiera) el «pública» de la biblioteca pública. Los que suscribimos este manifiesto sentimos que haya llegado este triste momento en que este manifiesto se ha tenido que idear, y firmar.

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