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viernes, 13 de noviembre de 2020

La Voz de Mikel Azpeitia

Circula en Facebook esta misiva en solidaridad con Mikel Azpeitia, el cura/párroco de Lemoa, quien recientemente recibiese el paseillo y posterior fusilamiento mediático por el solo crimen de haberle dado voz a su pueblo, un pueblo oprimido, un pueblo que lucha por su autodeterminación, un pueblo que desde hace décadas ha puesto el dedo en una llaga muy particular del eurocentrismo, su negativa a dejar atrás su apología del colonialismo y del etnocidio.

Nos alegra mucho que se alce la voz en favor de Mikel Azpeitia en particular y de la libertad de expresión en general.

Aquí el texto:


Los necesarios relatos para una paz justa

Maria Fernández Truncado, Agustin Gil y Jose Javier Huarte Oroz | (Comunidades Cristianas Populares, Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria y Herria 2000 Eliza)

Hemos tenido oportunidad de leer fragmentos y escuchar el audio en el que el presbítero vizcaíno Mikel Azpeitia, en el ejercicio de su libertad de expresión, ha dado su opinión sobre el último capítulo del conflicto vasco, en el documental “Bajo el silencio”, de Iñaki Arteta. Las citadas manifestaciones han tenido eco en todos los medios de comunicación, han sido criticadas por el lehendakari Urkullu, que las encuentra «incomprensibles», y han llevado a los obispos de Bilbao, por considerarlas «inaceptables», a retirar a Mikel Azpeitia de su ministerio pastoral en la parroquia de Lemoa.

En realidad Mikel Azpeitia no ha hecho más que manifestar, con audacia y sinceridad, lo que un amplio sector de la sociedad vasca, también cristiano, en el que nos incluimos, con sus dudas y contradicciones, ha mantenido y mantiene sobre la reciente historia de Euskal Herria: que fue un nuevo episodio de levantamiento ante la falta de reconocimiento de sus derechos fundamentales, el cual, como en anteriores episodios, ha tenido su vertiente violenta, con el consiguiente rosario de sufrimiento y muertes; pero también de dignidad.

Como colectivos cristianos reconocemos la necesidad de un clima de reconciliación basada en el respeto de los derechos mutuos, desde el que se puede disentir de la oportunidad y las formas utilizadas, pero en un documental que quiere recoger la memoria de un conflicto, mientras no se falte a la verdad, no puede dejarse de recoger opiniones contrarias, válidas en cuanto opiniones y necesarias para un relato plural –que no único– que trata de acercarnos a la historia real. Expresamos nuestra fraternal solidaridad al sacerdote represaliado, para el que no ha valido ni su petición de «perdón a las víctimas», ni su declaración de que a lo largo de sus años de ministerio ha apoyado «diversas iniciativas de la diócesis a favor de la paz», ni su deseo «de seguir haciéndolo» para evitar un castigo injusto.

No podemos menos de encuadrar el eco de estas manifestaciones en el intento de imponer un relato único lleno de intereses, logísticos e ideológicos, con todo lujo de medios públicos, económicos, pedagógicos e institucionales, sobre los últimos 65 años de la historia de nuestro país, con el único interés de que las nuevas generaciones comulguen, acríticamente con el mismo, y rechacen, sin conocerla suficientemente, cualquier otra versión previamente desprestigiada. Nosotros nos oponemos con toda convicción a semejante manipulación de la historia, que pretende imponer una lectura parcial, que quiere ser única e indiscutible, mientras se judicializa y persigue la contraria. Y de ese intento y de esa manipulación no son ajenos, tristemente, ni las cabezas de la diócesis vizcaína, ni el lehendakari de la CAV, ni EITB (programa QMEC).

Hablando de «ética» y del «valor supremo de la vida» a algunos se les olvida que en tiempo del Gobierno del lehendakari Agirre, se condenaron a muerte y fusilaron en Euskadi a «traidores», que los gudaris y milicianos vascos se levantaron en armas contra el fascismo, sin que ninguna institución vasca haya hecho una «revisión crítica» ni asumiera «sus responsabilidades» por el sufrimiento generado, más bien son objeto constante de homenaje; que la Ertzaintza torturó en numerosas ocasiones y maltrató en no pocas a ciudadanos y ciudadanas que luchaban por sus derechos, sin que se sepa que nunca nadie se arrepintiera, ni pidiera perdón por esos hechos, antes bien se protegió a sus autores; que la guerra sucia y los crímenes de Estado, con nombres y apellidos, gozan aún de muy buena salud.
Recordamos a los obispos de Bilbao que no basta con declarar que han «condenado sin matices toda forma de terrorismo y violencia», porque es más cierto que en muchas ocasiones hemos sufrido su silencio cómplice ante nuestra denuncia, año tras año, de hechos flagrantes de violencia, tortura y violencia policial, y que lamentamos su silencio clamoroso ante el dolor de los familiares de presas y presos políticos vascos, y la criminal política carcelaria que rezuma venganza con aislamientos, dispersión, desamparo sanitario, malos tratos...

Una vez más, las Comunidades Cristianas Populares, la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria y el colectivo Herria 2000 Eliza afirmamos: nuestro pueblo, Euskal Herria, sigue sufriendo las consecuencias de un conflicto político no resuelto y lejos aún de la reconciliación y convivencia sin violencias.

Nos sigue importando que el mensaje liberador de Jesús y la utopía de muchas mujeres y hombres de hoy sea el motor que «nos impulse a colaborar a que no triunfe el liberalismo, ni que sigan las guerras, ni que impere la cultura del odio y la venganza, ni que exista inmigración forzada por falta de derechos básicos, ni que se impida a los pueblos su libertad e independencia, ni que no se afronte en Euskal Herria el final del conflicto y la excarcelación en el camino hacia una auténtica Amnistía».

Desde el compromiso por no falsear ni ningunear los diversos y necesarios relatos del tiempo pasado, seguiremos intentando aportar nuestro compromiso solidario en esta nueva etapa de Euskal Herria en pos de su libertad, su soberanía y su derecho a decidir para optar democráticamente por la construcción de un modelo de economía sostenible, de igualdad, para ser un pueblo dueño de su destino en solidaridad liberadora con todos los pueblos de la tierra, construyendo la paz desde la justicia.

 

 

 

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