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viernes, 20 de noviembre de 2020

Vida y Muerte del General Eguía Lis

México conmemora el 110 Aniversario de su Revolución y desde este blog volvemos a resignificar el legado histórico del un integrante de la diáspora vasco-mexicana que por cuestiones aún por aclarar fue borrado de la historia.

Esto que hoy los compartimos y que contiene datos hasta hoy inéditos acerca del General Rafael Eguía Lis -integrante de una de las familias cuyos representantes signaron el acta constitutiva de la Asociación San Ignacio de Loyola, precursora del Centro Vasco de la Ciudad de México-, mismo que fueron dados a conocer a mediados del siglo pasado en una publicación denominada "Oaxaca en México".

Adelante:


El General Rafael Egia Lis

Algunos apuntes de su vida militar.

En que forma ocurrió su muerte.

En el periodo de lucha que dentro del territorio de Estado de Oaxaca sustuvieron las facciones armadas llamadas “constitucionalistas” y “soberanas” se segaron numerosas existencias de mexicanos y aún de no pocos extranjeros, no solamente en los campos de combate sino aún después de los encuentros armados por aprehensiones realizadas como fruto de denuncias hechas por enemigos personales de las víctimas, y en algunas ocasiones se sacrificó dentro de un partido a miembros destacados del mismo; así ocurrió con la muerte del señor General del Ejército Federal e hijo del Colegio Militar, Don Rafael Eguía Lis y de su hijo el joven Joaquín Eguía Lis, sacrificados por órdenes del más sanguinario y repugnante elemento de los que tomaron parte en la lucha fratricida: Alfonso Santibañez.

Los datos que hemos recogido para formar este relato, los obtuvimos con diferentes actores de aquellos acontecimientos y creemos, por lo tanto, que son los más verídicos que aportamos para la historia; mas si en el curso de nuestra relación hubiere algún detalle defectuoso o alterado, ponemos a disposición de los lectores de las columnas “OAXACA EN MEXICO” para hacer las rectificaciones y aclaraciones que se estimen pertinentes seguros de que esas modificaciones aportadas con buena fe servirán para esclarecer, hasta su nitidez máxima, los acontecimientos que es preciso fijar en la historia.

Don Rafael Eguía Lis nació en la población de Cuautitlán, México, el 29 de noviembre de 1864, siendo sus padres el licenciado Joaquín Eguía Lis, primer Rector que fue de la Universidad de México y doña Dolores Salot de Eguía Lis.

Hizo su carrera militar en el Colegio Militar de México, habiéndose destacado, siempre por su caballerosidad y por su pericia en el manejo de las armas, llegando a ser un notable artillero. Su nombre figuró destacadamente junto al del General Felipe Ángeles. Siendo los dos Capitanes ocuparon puestos de profesores en el Colegio Militar. En octubre de 1912 Eguía Lis sustituyó, por su pericia, al General Rubio Navarrete en su puesto de Jefe de Artillería.

Siendo Jefe de la 10ª. Zona Militar de Quintana Roo pacificó a las tribus mayas de Santa Cruz de Bravo y de otros lugares que se mantenían en rebelión a las que el General Victoriano Huerta había combatido con verdadera crueldad y por medios de condenable salvajismo. Eguía Lis opinó que para la pacificación de esas tribus no se necesitaban balas sin hombres de buena voluntad y al efecto se presentó solo, sin armas, en el campo rebelde, tal como lo había prometido a los jefes enemigos para escuchar sus proposiciones de paz. Esta actitud valerosa le granjeó la estimación de los indios mayas a quienes sometió y más tarde ayudó para que mejoraran su sistema de vida.

Su educación y caballerosidad se patentizan en la siguiente anécdota de su vida: Se encontraban varios militares platicando cuando pasó junto a ellos el General Eguía Lis en el momento en el que uno de los reunidos pronunciaba una palabra gruesa. El General se detuvo y llamó la atención al oficial por su lenguaje vulgar a lo que este, cuadrándose explicó: ¡Pero mi General, si estamos entre hombres! -Sí, entre hombres-comentó Eguía Lis- pero entre hombres mal educados.

Su valor, honorabilidad y bondad de carácter hicieron que tanto oficiales como soldados le obedecieran con gusto. Su saludo amistoso era el de ¡Salud y Fibra!

Cuando el General Eguía Lis ostentaba el grado de Brigadier llegó a Oaxaca con mando de fuerzas, por el año de 1911, confiriéndosele la Jefatura del sector militar de la región de Teotitlán del Camino.

El 13 de marzo de 1914 y a bordo del tren ordinario de Puebla regresaba nuevamente a Oaxaca, procedente de la Capital de la República y acompañando al señor licenciado Miguel Bolaños Cacho, Gobernador del Estado. Tenía entonces el carácter de Jefe de la Octava Zona Militar, para substituir al Divisionario Manuel Zozaya, quien había sido llamado, días antes, por la Secretaría de Guerra en carácter de urgente.

Al consumarse en el Puerto de Veracruz la invasión norteamericana, el General Eguía Lis organizó en la Capital oaxaqueña un cuerpo de voluntarios para ir a combatir a los invasores: formado ya el que fue el 26 Regimiento, marchó a la región veracruzana yendo el mismo General al frente de la corporación y con el mando del 23 Regimiento del que era jefe el Teniente Coronel M. Z. Moreno. Esto ocurría a mediados de 1914. Pocos días después de los Tratados de Teoloyucan fueron licenciados el 26 y 23 Regimientos y el señor General Eguía Lis quedó radicado en la Ciudad de México.

A principios del año siguiente se incorporó a la división del General Zapatista Amador Salazar, que guarnecía la plaza de México, confiándosele la jefatura del sector del Gran Canal, teniendo como jefe de su Estado Mayor al Coronel e Ingeniero Amando Santacruz y como Comandante de la Sección de Artillería al Coronel Reyes Spíndola. Al abandonar esas fuerzas esta Capital el 9 de julio, por haberla tomado tropas constitucionalistas, marchó Eguía Lis al Estado de Morelos y de allí pasó al Estado de Oaxaca, a fines de ese año de 1915, incorporándose al movimiento de la “Soberanía del Estado” con carácter de Jefe del Estado Mayor de las fueras de dicho movimiento. Cuando los constitucionalistas ocuparon la ciudad de Oaxaca, el 4 de marzo de 1916, Eguía Lis había salido un día antes con destino a la Mixteca, entre los contingentes que llevaba el Gobernador José Inés Dávila, y en los que figuraban también los Generales Mario Ferrer, Alfonso Santibáñez, García Lugo, Córdova y otros.

Pocos meses después de estar en la región mixteca, Eguía Lis y Alfonso Santibáñez convinieron ir a Morelos para entrevistar al General Emiliano Zapata. Como fruto de esta entrevista consiguieron algunos elementos de guerra y algún contingente humano, con los que regresaron a la Mixteca siguiendo por la Sierra de Ixtlán para operar por la región del Istmo ocupada por los constitucionalistas desde el licenciamiento del Ejército Federal. A su paso por los pueblos de la Mixteca y de la Sierra reclutaron más gente y con ella se dedicaron a hostilizar a los destacamentos del Istmo y de Veracruz.

Por órdenes de Santibáñez fue minado el paso del Ferrocarril Pan-Americano por la estación “Sambor” y Eguía Lis se resituó en lugar estratégico para atacar a la escolta del tren después de la explosión. En esta ocasión el tren se demoró bastante en pasar y Santibáñez nervioso o con propósitos ya formados, ordenóle a Eguía Lis abandonaran ese punto y se le reuniera. Eguía Lis mandó contestarle que no había que perder la oportunidad de lo ya planeado. Por esa causa o por tal pretexto, Santibáñez hizo que la fuerza a sus órdenes condujera a Eguía Lis y a su hijo Joaquín a uno de los poblados pertenecientes al distrito de Choápam y tras una farsa de Consejo de Guerra en que se le juzgó por desobediencia, se comunicó a los prisioneros que habían sido condenados a la pena capital y que serían ejecutados a continuación.

Al conducírseles al lugar del asesinato, se desarrolló una escena impresionante entre padre e hijo, quienes hacían súplicas al jefe del pelotón: el General en favor de la vida de su hijo, argumentando que era muy joven y podría servir bien a la patria y velar por sus familiares. El hijo rogaba que fuera su padre el que siguiera con vida ya que sus conocimientos militares y su pericia podrían ser de mucha utilidad para la estabilidad del orden en México en los precisos momentos en que los dos se iban a dar un abrazo para esperar unidos lo que se resolviera sobre sus peticiones, un oficial de Santibáñez, que ostentaba el grado de Mayor y de nombre Joaquín Figueroa Moncada, disparó su rifle segando al mismo tiempo las dos vidas.

Las diferentes personas de quienes hemos recogido estos datos están acordes en que el verdadero móvil de la muerte del General Eguía Lis y de su hijo fue el deseo de robarle una culebra con monedas de oro y algunas alhajas que llevaba siempre consigo en la esperanza de encontrar la oportunidad de remitir estas cosas con persona segura a su familia que radicaba en la Ciudad de México, hecho del que se encontraba bien enterado Santibáñez.

El drama antes escrito ocurrió en un paraje denominado Ranchería “El Ojal” jurisdicción del Municipio de Trinida Yaveo, Distrito de Choápam, lugar solamente habitado, en aquel tiempo, por un individuo cojo y una mujer muda, quienes por humanidad a los dos cadáveres que quedaron abandonados y desnudos.

Santibáñez y su gente siguieron viviendo en aquella región y como cometiera frecuentemente abusos en las personas e intereses de familias indígenas, estas se quejaron ante el Licenciado Guillermo Meixueiro, quien aconsejó a las autoridades de los pueblos perjudicados que se opusieran, también por medio de la fuerza a tales abusos y así fue como perecieron varios de aquellos hombres cuando individualmente o en pequeños grupos cometían sus fechorías. El mismo Figueroa Moncada, autor material de la muerte de los Eguía Lis y otras más fueron muertos a palos en la región Mixe y Santibáñez en unión de su hermano Antonio y de Hernán Carrera fueron hechos prisioneros por el doctor Aurelio Hernández y más tarde ejecutados por mandato de un Consejo de Guerra ordenado por los Generales Félix Díaz y Juan Andreu Almazán.

 

 

 

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