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viernes, 13 de noviembre de 2020

Egaña | Operación Jaula

Desde su muro en Facebook traemos a ustedes la aguda opinión vertida por Iñaki Egaña con respecto a las restricciones puestas en marcha por el régimen ante la segunda oleada de contagios por SARS CoV-2.

Disfruten:


Operación Jaula

Iñaki Egaña

El confinamiento perimetral, locución de nuevo cuño, no es un concepto reciente, sino que ya tiene décadas de recorrido. La pandemia, a la que las instituciones siguen enfrentando de forma casi bélica, debe de ser acorralada, como si se tratara de un enemigo acogido a las convenciones de Ginebra. Guardias civiles y mandos militares han desaparecido del escenario, pero el mando sigue activado desde la retaguardia.

Durante esta llamada segunda ola de la pandemia, me ha llamado la atención el uso expandido de una expresión que se nos hace familiar: “Operación jaula”. Una rápida mirada en los buscadores de internet ya nos avisa de que, en España, los conceptos no se renuevan y, a la postre, vocabulario, ideas, argumentos… continúan usándose con una supuesta lógica “antiterrorista”.

Para quienes vinieron al mundo recientemente, refrescarles que desde Gobernación e Interior la “operación jaula” fue tratada como una especie de cierre perimetral inmediato, por usar una terminología actual, de aquellas poblaciones en las que ETA había provocado un atentado. Controles en las carreteras de salida, estaciones de trenes y autobuses, aeropuertos. En general se aplicó en Madrid, en la creencia de que el comando etarra abandonaría la capital inmediatamente después de acometer su operativo. No dio resultados y, sin embargo, provocó la muerte de civiles ajenos en controles y asaltos policiales.

Hoy, los medios que han recuperado la expresión, aluden a una supuesta experiencia de los antiguos expertos antiterroristas en la aplicación de los nuevos confinamientos perimetrales. Como si el virus viajara en un coche con la matricula doblada, con sus armas letales en el doble fondo del capó del automóvil. Una antigualla dialéctica que escenifica lo lejos que estamos de acometer los cambios estructurales que está sufriendo nuestro planeta y sus moradores.

La Operación jaula es la singularidad española para bautizar a lo que a nivel planetario se ha designado con un nombre que pasará a la posteridad: The Great Lockdown. Que viene a ser algo así como el Gran Confinamiento, término acuñado al parecer por Gita Gopinath, la jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ya tuvimos cita para el crac financiero de 1929 (Gran Depresión) y la crisis financiera de 2008 (Gran Recesión). Ahora el Gran Confinamiento que, probablemente, se convertirá en la mayor crisis económica y humanitaria del mundo moderno.

La pandemia planetaria es una novedad en la historia de la humanidad en los últimos cien años, desde la expansión de la gripe española (1918) que mató entre cincuenta y cien millones de personas, entre el 3% y el 6% de la humanidad, sumida entonces en los estertores de la Primera Guerra mundial. La actual va camino de provocar una hecatombe económica y social que agrandará los tres grandes retos a los que se asoma nuestra especie: el cambio climático, las migraciones y la transformación digital.

Este Gran Confinamiento nos ha aportado resoluciones inéditas que nuestra memoria cercana ya ha arrinconado. En junio de este año, Naciones Unidas (con el apoyo de 172 estados) pidió un Alto el Fuego Global para los conflictos bélicos abiertos. Casi unanimidad. Sin embargo, decenas de miles de personas han muerto desde entonces en bombardeos o como consecuencia de enfermedades o hambrunas derivadas de la guerra. El postureo sigue siendo una de las actividades habituales de la clase política mundial.

El Gran Confinamiento ha afectado a 1.500 millones de estudiantes en el planeta. Muchos de ellos no han vuelto a sus clases, según UNICEF. Serán víctimas de violencia doméstica, sufrirán embarazos precoces y causarán millones de matrimonios infantiles adicionales. La pandemia ha agrandado las hambrunas, el paro se multiplicará exponencialmente y casi cien millones de personas más caerán en la pobreza extrema.

Las relaciones sociales se han deteriorado, elevando la digitalización y la despersonalización a la categoría suprema. La violencia de genero se ha disparado, las violaciones de menores han superado records, y hace unos días nos reportaban que las muertes por Sida, malaria o tuberculosis, por la derivación de medios para atajar la covid, se han disparado.

Los macro datos sobre el desplome económico asustan. Las remesas migratorias de los países del llamado Tercer Mundo se desploman. El Gran Confinamiento de 2020 nos va a cambiar radicalmente el futuro. Un futuro que ya venía matizado por la Cuarta Revolución tecnológica y que, según relataba recientemente Santiago Niño Becerra, engullirá incluso a la democracia liberal. Los signos son copiosos.

Mientras tanto, el despiste de nuestras instituciones es de la misma magnitud que el caos que se avecina. Como si la pandemia fuera un hecho temporal y controlado, como si la transformación planetaria fuera coyuntural, nuestros dirigentes siguen improvisando. Y lo que es peor, frivolizando como aquel Patxi López viajando en un tren cuando ETA anunciaba su fin, como cuando Urkullu se dio el apretón de manos en Kobaron con su colega cántabro para anunciar que la “guerra contra el virus” había concluido.

Somos una única especie planetaria, desplegada de una pequeña comunidad africana hace ya varias decenas de miles de años. Y como tal, deberíamos afrontar el reto unidos. Dando valor a lo que necesitamos: reforzar la sanidad, la asistencia social, el apoyo a los necesitados, la acogida y valorización de nuestros mayores, la hospitalidad con los huidos.

Es cierto que la economía es importante, pero no es menos cierto que los negocios especulativos, los pelotazos urbanísticos están de sobra en una sociedad pretendidamente igualitaria. Y es notorio, muy notorio, que, a pesar de la tragedia, el guion neoliberal sigue su carrera como si nada sucediera. Nos están convirtiendo en puntos suspensivos algoritmizados, mientras ellos siguen erre que erre a lo suyo, desviar dinero público hacia las corporaciones privadas. Mientras, nosotros, confinados en esa gigantesca operación jaula.

 

 

 

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