Infalible como siempre Koldo Campos aporta su granito de arena al tema de la negativa española a ofrecer disculpas por el exterminio de millones de personas durante sus aventuras colonialistas en lo que hoy en día es México.
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Koldo Campos Sagaseta | CronopiandoA raíz de que el presidente mexicano escribiera sendas cartas al Papa y al rey español instando a ambos a pedir un simbólico perdón por el expolio y genocidio americano, se ha vuelto a poner de manifiesto lo poco dado que es a practicar esa virtud un pueblo, como el español, tan devoto de la religión que profesa. “Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor” reza una de sus oraciones. “Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores...” insiste su Padrenuestro porque como asegura su Credo “creo en el perdón de los pecados”. Sin embargo, ese pueblo de penitentes descalzos, macarenas y nazarenos habituado a comulgar con el perdón y a recitarlo a coro, aún sigue empecinado en la creencia, convertida en tradición, de que el perdón no es virtud de ida y vuelta sino una deuda que el mundo tiene contraída con España.“Enarbolando a Cristo con su cruz, los garrotazos fueron argumentos tan poderosos que los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos” escribió Pablo Neruda al respecto, pero quienes celebran haber llevado la lengua castellana a un continente americano mudo y haber provisto entonces del único Dios verdadero a millones de gentiles, no solo no ven razones para pedir perdón sino que festejan, cinco siglos después, el genocidio y despojo en que persisten a través de sus empresas y embajadas.Quienes siempre se reservaron la primera y la última palabra ordenando callar las voces inconformes son así. Además de la envidia España también suscita el agravio. La insultan los vascos empeñados en ser vascos, absurdo semejante al de los catalanes obstinados en declararse catalanes. España es ofendida por mujeres que ya no se resignan a ser el reposo del guerrero; por republicanos que no piden perdón por ejercer el voto; por las cunetas empeñadas en reabrir heridas y no renunciar a su memoria; por los emigrantes que se niegan a pedir perdón por serlo; por los desahuciados por ocupar la calle y suicidarse; por los parados que no piden perdón por su indolencia; por el clima y sus cambios… Hasta esta columna va a ser un insulto.(Preso politikoak aske)
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