El estado español actual es el remanente de un imperio colonialista que llevó a cabo campañas de exterminio en contra de las poblaciones locales de los territorios conquistados a sangre y fuego. Es necesario abandonar posturas eurocentristas cuando se habla del colonialismo pues inmediatamente se piensa en lugares lejanos allende los mares. La realidad es que los imperios europeos de antaño han estado practicando el colonialismo en la propia Europa.
Inglaterra se hizo con Gales, Escocia e Irlanda. Francia se adueñó de Breizh, Corsica, Occitania y partes tanto de Euskal Herria como de Catalunya. Italia se apoderó del Veneto, de Sicilia y de Sardinia. Podríamos continuar con un largo etcétera pero nos es obligado enfocarnos en el Estado Español donde las aventuras colonialistas iniciadas en tierras de Nabarra alcanzaron su punto álgido en el archipiélago de los guanche, auténtico laboratorio de lo que después sucedería en el continente que terminaría llamándose América.
En Euskal Herria hubo dos procesos, el que arrancó trozos al oeste del Reino de Navarra y el que 300 años después culminaría con la toma de Iruñea, materializando así la conquista y colonización de Hegoalde.
Toda la violencia generada por Madrid para retener lo obtenido manu militari está debidamente documentada, incluida la de la etapa más reciente, misma que se detona a partir de la decisión por parte de la oligarquía española por detener lo que se percibía como el fin poco honroso del otrora Imperio: se acuñaba el concepto de la España Una Bajo Dios y los vascos sufrirían las consecuencias directas de ser la nación más activa en contra del control dictarorial español.
Es por ello que no se puede aceptar el enfoque simplista que nos dice que la violencia llegó a Euskal Herria de la mano de ETA y que los vascos seremos por siempre culpables de haber permitido su accionar. La violencia no solo llegó mucho antes sino que ha permanecido intacta a ocho años del final de la actividad armada de quienes sí empeñaron su palabra en favor del proceso de paz.
Establecido lo anterior, les compartimos este texto aparecido en Gara:
Mikel Arginarena OtamendiÁngel Toña, en un artículo de opinión publicado en “El Correo” con fecha del 10 de marzo de 2019 se hacía esta pregunta: «¿Y para cuándo un relato consensuado?» Me temo que esas líneas no van a ayudar a conseguirlo. Y no porque no comparta bastantes de sus reflexiones, sino porque ahonda –seguramente sin pretenderlo– en una de las grandes dificultades que encontramos para ese consenso: debe hacerse sin recortes.«La batalla del relato» es ahora mismo la forma de marcar vencidos y vencedores, y en esta lucha algunos están empleando inmensos recursos de los que «los otros» carecen, pero a quienes siempre quedará la opción de su desacuerdo con el relato. Pero una cosa es desear el relato consensuado y otra cosa es crear las condiciones. Cuando el articulista citado manifiesta su deseo de «un relato consensuado sobre nuestra reciente historia a propósito de ETA» está poniendo ya dificultades insalvables. En efecto, la mayor parte de los lectores de su artículo fijan obsesivamente su atención en una parte de la historia. Quedan fuera de su campo visual centenares de muertos, de los que unos eran de ETA, otros no tenían nada que ver con ETA; la historia de los miles de torturados en régimen de detención, de los que unos eran de ETA y otros no tenían nada que ver con ETA; la historia de centenares de años de prisión que se han cargado sobre personas absolutamente inocentes, la impunidad total que han tenido los responsables de tales hechos, la política carcelaria deshumanizada, es decir, una historia de miseria y dolor que difícilmente tendrá un versión consensuada.Ángel Toña me dirá que no le he entendido, que él incluye también eso, que incluso en el citado artículo hay una frase que habla de «la violencia de ETA y contra ETA». Esa referencia «contra ETA» es una gota de agua que se pierde entre sus reiteradas referencias a la «historia de ETA». Repite una y otra vez «los vascos no podemos pasar página de la reciente historia de ETA» o «cerrar en falso la Memoria de ETA» y así se impone «la verdad» de los que solo ven lo que hizo ETA.No pretendo ponerle a la altura de los «mercenarios del relato» que, sea en la prensa, sea en libros, están muy activados, aupados en un falso prestigio. Quiero decirle con claridad que ese artículo induce a error. Un error al que, por otra parte, induce el propio lehendakari, repitiendo como un mantra «¿tanto cuesta reconocer que se ha causado un daño injusto?». Lo que cuesta, lehendakari jauna, es aceptar que usted solo se dirija con esas palabras a una de las partes en conflicto, olvidando a otra parte –en la que el propio Gobierno Vasco tendría su parcelita– que causó no menos dolor injusto.
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