Un blog desde la diáspora y para la diáspora

jueves, 4 de diciembre de 2014

Una Historia de Amor

Suponemos que historias de amor como la que van a leer se han repetido una y otra vez en todos los rincones del planeta en los que pueblos indómitos se enfrentaron a la violencia institucional de las metrópolis colonialistas.

Esta toma lugar durante un complicado proceso de paz y una organización antifascista metida de lleno en su proceso de desarme, desmovilización y reinserción.

Aquí lo que hemos recibido por correo electrónico para compartirlo con ustedes:

¿Les gustan las historias de amor?

Es un error. A menudo, y demasiado, hacen llorar.

Annie Arroyo

Pero bueno, ya que ustedes son de aquellos que conmueven los amores contrariados, he aquí una historia bien real y muy reciente.

Él, se llama Alejandro. Alejandro Zobaran. Un chico alto, moreno, con ojos lindos y frente decidida.

Ella, se llama Eider. Eider Uruburu. Preciosa. El flequillo moreno, corto, un poco como la heroina de la película «Ocho apellidos vascos», que tanto les gustó a los habitantes de la Península ibérica, y a la cual se parece un poco. Una sonrisa de niña, con algo a la vez determinado y frágil. Se casaron hace dos años. ¡Oh, no fue una boda de bombo y platillos, con champán, vestido blanco, padres conmovidos y amigos en la foto! Eider y Alejandro se casaron en una cárcel.

Eider y Alejandro son Vascos. De esos Vascos que disgustan a las autoridades españolas y francesas con su empeño en querer liberar su patria. Es su compromiso. No es el problema de hoy. Ambos fueron detenidos en Francia por pertenecer a la lucha armada,  ella en 2010, él en 2011. Decidieron casarse. Antes, en la clandestinidad, no era posible aunque sea para los dos el deseo más profundo. A ella le pusieron seis años de cárcel, él tuvo que esperar hasta noviembre de 2014 para tener un juicio*. Ella salió en mayo pasado, con el clásico juego de reducción de pena, después de cuatro años y cuatro meses detrás de las rejas, y con una prohibición definitiva del territorio francés.

Palacio de Justicia de París, viernes a 21 de noviembre de 2014. Las audiencias del juicio de Alejandro y sus 4 compañeros van a empezar. Eider está presente. Llegando de Bibao, a pesar de la prohibición de estancia, pudo asistir a la primera audiencia, el día anterior. Se puede imaginar el impacto en Alejandro, felicidad mezclada con angustia. Durante las suspensiones de audiencias, cuando se autoriza a los familiares a acercarse a los acusados, pudieron cambiar unas palabras, darse la mano, nada más pues el cristal que separa sólo tiene una pequeña abertura, abajo. Pero sin embargo era una gozada. Y ambos sabían que en cuanto se terminase el juicio, ya no se podrán ver antes de que Alejandro haya cumplido con su sentencia, ya que Eider, por la prohibición de territorio, nunca tendrá un permiso de visitas. Lo que significa años y años de separación. En cuanto a soñar con un bebé...

Eider sigue pensando en todo eso al presentarse en la puerta de la sala de Audiencias. Pero unos policías se adelantan, rodean a la joven, la esposan. El día anterior, el fiscal la había reconocido.

Se la llevan. Comparecencia inmediata al día siguiente. Según la ley francesa, el delito se puede castigar con dos años de cárcel. Eider sabe perfectamente que semejantes casos se produjeron en el pasado, con a cada vez una multa de hasta 200 € y un regreso a la frontera.

Seguro, averiguado es el delito. Pero muy inocente la causa.

Los románticos, los cariñosos, los enamorados, sí que le hubieran perdonado a Eider. Y quizás, conmovidos por este amor en jaula, le hubieran otorgado un permiso excepcional para ir a abrazar a Alejandro en la prisión, de vez en cuando.

Pero al juez no le gustaban Romeo y Julieta.

Condenó a Eider a 8 meses de prisión.

Hoy,  Eider Uruburu está encarcelada en Fresnes. Sin dudas va a apelar de la sentencia. Pero antes de que se examinase el apelamiento, habrán pasado meses.

¿Es esto, la justicia ?

Pero la justicia sin humanidad, ¿sigue siendo justicia?



* Al final del juicio, Alejandro Zobaran ha sido condenado a 8 años de  cárcel.






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