Les compartimos este análisis publicado en la página de El Debat:
Mikel Gómez García | Politólogo
Mucho se ha hablado en los medios de comunicación de que las pasadas Elecciones Generales en Euskal Herria son las primeras en las que se sabía seguro que la presencia de ETA no iba a trastocar el mapa sociopolítico del país.
No voy a negar que la presión que ejercía una organización que practicaba la lucha armada alteraba los resultados electorales, bien por el miedo que podría tener parte de la sociedad a la actividad armada de ETA, o bien por el rechazo que la propia organización transfería a la izquierda abertzale.
Sin embargo estas elecciones han supuesto mucho más para la sociedad vasca que unas elecciones en las que no existía un riesgo claro de acciones armadas. Estas elecciones han sido unos comicios de continuidad de las anteriores, celebradas el pasado mayo, en la que por primera vez en mucho tiempo todas las sensibilidades políticas se veían reflejadas en el panorama electoral. En las Elecciones Generales del 20 de Noviembre, se ha producido un hecho insólito en la vida de muchos jóvenes vascos, y es que por primera vez ninguna lista ha sido recurrida ante la justicia española y han podido ir a votar, recibir mensajes o incluso hacer campaña por una opción política determinada sin miedo a que esta opción que los representaba fuese ilegalizada.
Esta reflexión merece la pena ser destacada, ya que algunos políticos marcaron el 20 de Noviembre como “las primeras elecciones en paz”. Y sin embargo, o no se dan o no quieren darse cuenta de que la paz no se consigue en unos días o meses. Es una carrera de fondo larga y difícil que hay que correr y que algunos ya empezaron a caminar hace mucho. Desgraciadamente y a pesar de lo avanzado en los últimos tiempos, las consecuencias de una larga “historia de violencia” en Euskal Herria (no hablamos solo de la violencia que ETA ha utilizado durante 43 años, sino de los años de Franquismo y de una Guerra Civil especialmente cruenta) no han desaparecido completamente. Aun queda toda una legislación excepcional que ha disminuido las libertades políticas y civiles de muchos ciudadanos vascos y que, a mi entender, ha de ir desapareciendo si queremos alcanzar una situación democrática real.
Y es en este punto donde a mi me asaltan las dudas más fuertes, ya que, teniendo en cuenta la calidad de nuestros representantes políticos, no parecen dispuestos a abordar de forma decidida las consecuencias que ha generado el conflicto político en Euskal Herria.
No quiero ser pesimista ni agorero pero parece que, y por la insistencia de algunos en imponer un “relato” determinado, no han comprendido que lo que la sociedad vasca les demanda es construir un país en base a la negociación y el dialogo sin exclusiones políticas. Plantean un futuro bajo la lógica de “los vencedores y los vencidos”, azuzados por grupos de presión de dudosa cultura democrática. Un futuro alejado de las características sociopolíticas de pluralidad de la propia población.
Es por esto que se hace necesario la implicación de toda la sociedad vasca en el proceso de resolución del conflicto político. Ello traerá la creación de espacios de encuentro y dialogo que dejen fuera de juego a los políticos que trabajan con los esquemas mentales del pasado y que no atacan los problemas con perspectiva de futuro.
A pesar de este temor, soy positivo, ya que creo que la sociedad vasca ha comprendido su deber y en las dos últimas citas electorales ha premiado a las opciones que más decididamente han apostado por construir un futuro de democracia plena.
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