Para la izquierda alrededor del mundo, atrapada ente el troskismo y el stalinismo, ambos extremos caracterizados por negar tajantemente el derecho a la autodeterminación de los pueblos, solidarizarse con la gesta del pueblo vasco era simplemente anatema.
Por eso es necesario reconocer a quienes tuvieron la verticalidad intelectual y ética para hacerlo.
Eso es lo que hace justamente Ramon Sola con este ejercicio de memoria publicado en las páginas de Naiz, mismo en el que se recuerda a la figura de un gigante; Adolfo Pérez Esquivel, integrante además de la diáspora vasca argentina.
Lean ustedes:
Pérez Esquivel: Nobel, militante de mil causas, artista y aliado de la solución en Euskal Herria
La vida de Adolfo Pérez Esquivel abarca ya casi 93 años, pero parecen muy pocos para la arrolladora actividad desarrollada. Nobel de la Paz un día como hoy de 1980, militante de derechos humanos, exprisionero, torturado, profesor, escritor, escultor... y aliado de procesos de resolución en Euskal Herria durante tres décadas.
Ramon SolaCuando la Academia de Oslo dio a conocer la concesión del Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel aquel 13 de octubre de 1980, propinando un golpe profundo a la dictadura argentina entonces aún imperante, gran parte de su trayectoria era desconocida, o directamente estaba oculta. Han tenido que pasar años para que salgan a la luz episodios como el siniestro «vuelo de la muerte» en que fue embarcado, solo, sin ningún preso más.
Lo recoge el documental 'Traslados', de Nico Gil Lavedra, estrenado en Zinemaldia. Pérez Esquivel parecía destinada a ser «desaparecido» en el océano como otros muchos, pero la ejecución no se consumó, sobrevivió, quizás solo quisieran amedrentarlo. Queda claro que no lo consiguieron: desde entonces Pérez Esquivel suma otro casi medio siglo de militancia por los derechos humanos en todo el planeta, incluida Euskal Herria.
Es difícil escoger por dónde empezar a resumir un personaje tan poliédrico. Acudamos a sus raíces, en parte vascas porque su madre, a la que perdió pronto, tenía ese origen familiar.
«Un niño sin madre y con un padre ciego tenía que trabajar porque la plata no le alcanzaba», rememoró Adolfo décadas después, recordando cómo tuvo que irse al tajo con solo 11 años. Si para entonces había conocido ya el hambre, ahí conectó con la injusticia humana y también con su otra cara, la solidaridad.
La Teología de la Liberación fue el puente para implicarse en la defensa de los derechos humanos. Fundó primero un diario llamado 'Paz y Justicia' (1973) y luego el movimiento del mismo nombre, por el que acabaría recibiendo el Nobel. La llamada de Oslo le pilló reunido con una de las Madres de la Plaza de Mayo, una lucha que impulsó decididamente. Para entonces ya había sido detenido y torturado por la dictadura: pasó 14 meses preso y otros 14 en libertad vigilada.
En tres procesos vascos
El Nobel fue la plataforma que lo catapultó como referencia para ayudar en la resolución de conflictos a lo largo y ancho del planeta. En Euskal Herria su aportación se sitúa en tres momentos.
A mediados de los 90 ya intentó mediar entre el Gobierno español y ETA, a petición de la organización vasca, en el momento en que se había planteado la Alternativa Democrática. Aunque para entonces, según explicó Eugenio Etxebeste 'Antton' en este artículo, ya era uno de los intermediarios para los contactos intermitentes que habían sucedido a la ruptura de Argel a finales de los 80.
Entrados en los 2000, Pérez Esquivel fue uno de los firmantes de la Declaración de los Seis que daba soporte al proceso de negociación en marcha entre el Gobierno Zapatero y ETA. En un mensaje suscrito junto al italiano Francesco Cossiga, el portugués Mario Soares, el irlandés Gerry Adams, el sudafricano Kgalema Motlante y el mexicano Cuauhtémoc Cárdenas, instaba a «proseguir sin descanso, y en ausencia total de violencia por ambas partes, el arduo pero gratificante camino emprendido». Se difundió en vísperas de que el Parlamento Europeo abordara la cuestión.
En la década siguiente, el Nobel argentino también realizó diferentes tomas de posición en favor del proceso de resolución que tuvo a Aiete como referencia internacional. Se implicó especialmente en la defensa de Arnaldo Otegi y sus compañeros tras su encarcelamiento por el 'caso Bateragune' (lo tildó de «ofensa a la humanidad»), como ha hecho con otros líderes disidentes convertidos en cautivos políticos como el kurdo Abdullah Öcalan.
Pérez Esquivel también ha pisado suelo vasco en ocasiones especiales, como el 70º aniversario del bombardeo de Gernika en 2007.
Su apoyo al derecho de autodeterminación y a los pueblos en general es explícito y sostenido en el tiempo. Aquel Nobel de 1980 lo recogió ya «en nombre de todos los pueblos de América Latina». Las realidades indígenas figuran entre sus preocupaciones perennes, en parte porque las conoció desde la infancia: la abuela con la que se crió no hablaba castellano, solo guaraní.
Profesor, escultor, escritor...
Toda esta implicación sociopolítica se ha completado con otras actividades, en un derroche de energía apabullante. Así, se conoce menos su faceta de artista, pero Pérez Esquivel es pintor y sobre todo escultor. Quien pasee por el Poblenou de Barcelona encontrará la estatua 'A Gandhi', obra suya. Y quien acuda a la localidad pontevedresa de Combarro hallará un Parque de la Memoria que lleva igualmente su firma: su padre había llegado a Argentina precisamente desde esta aldea gallega.
La labor humanitaria en Servicio Paz y Justicia fue complementada por el activista argentino con la docencia en múltiples foros, entre ellos la Universidad Nacional de la Plata primero y la Universidad de Buenos Aires después. Tiene seis libros escritos y existía también una película que resume su vida y sus luchas con un título que las compendia acertadamente: «Otro mundo es posible».
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Video | Adolfo Pérez Esquivel. Otro mundo es posible, de Miguel Mirra - Trailer
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