Un blog desde la diáspora y para la diáspora

miércoles, 1 de julio de 2020

Enrique Araujo Hoyos

Desde el portal de El Diario traemos a ustedes esta magnífica pieza de memoria histórica vasca dada a conocer por la Asociación Sancho de Beurko.

Adelante con la lectura:

Enrique Araujo, libertario, montañero y humanista

Biografía del comandante del batallón Isaac Puente

Asociación Sancho de Beurko

Una de las biografías más interesantes que hemos tratado en este blog es la de Darío Enrique Araujo Hoyos, no solo por su marcado humanismo —como destacó su sobrino-nieto Edu Araujo, “valoraba, por encima de cualquier otra cosa, a la persona, a sus valores” (1) y también el contacto con la naturaleza, un modo de entender la vida que entroncaba de manera muy directa con lo que propugnaba tradicionalmente el anarquismo para el ser humano-, sino por la relevancia que llegó a tener en lo personal durante la pasada Guerra Civil como jefe del batallón de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) n.º 3 Isaac Puente y oficial de Estado Mayor (EM) del Ejército vasco, además de por la firmeza de sus convicciones, que le llevaron a traspasar el apretado corsé de las ideologías, siendo admirador declarado del Lehendakari José Antonio Aguirre, hasta llegar a desvincularse, en los últimos años de su vida, de cualquier actividad política, momento en que aparece, de modo casi exclusivo, el montañero que siempre llevó dentro.

Nacido en 1912 en Sestao en el seno de una familia que tenía tres hijos varones (Enrique, Luis y León), su padre era un ingeniero que se había formado en Londres y trabajaba en la Constructora Naval, pero falleció joven y los muchachos pasaron de disfrutar de una situación acomodada a tener que trabajar a edad temprana. Enrique se formó como delineante y contable y también consiguió empleo en la misma empresa que su padre, la Naval de Sestao, en una época en la que había escuelas de aprendices y el salto a lo profesional se hacía desde dentro. Fue en ese momento temprano en el que creció su conciencia social, aunque la primera afiliación sindical que nos consta no fue la confederal, sino la socialista; así, el 6 de marzo de 1936 el Sindicato Obrero Metalúrgico de Vizcaya (Unión General de Trabajadores, UGT) solicitaba en su nombre la readmisión a su anterior puesto de trabajo (2), de donde sin duda había sido despedido a causa de su participación en las movilizaciones obreras.

También sus hermanos compartían esta militancia sindical, que no necesariamente política, pues ambos pertenecían a la UGT, organización con la que participarían en la Guerra Civil —Luis fue sargento de un batallón de milicias, mientras que León, el más joven, acabó tras el final de la contienda en el infame campo de Gurs, donde fallecería-, pero Enrique, que era decididamente anarquista, se incorporó al 3º Batallón de la CNT, que fue bautizado con el nombre del insigne médico libertario vasco Isaac Puente Amestoy (asesinado por los rebeldes el 1 de septiembre de 1936), llegando a ser nombrado comandante en sustitución de Manuel de la Mata. Félix Padín señalaría las especiales circunstancias en las que se formó este batallón en la escuela de ingenieros de La Casilla: “Lucarini, que organizaba las milicias [de la CNT], nos dijo que vais a llevar todo el deshecho que va quedando ya por ahí; tendréis que emplear mano dura para dominar a toda esta gente” (3). Araujo era el candidato perfecto para acometer semejante encargo, ya que era una persona de mucho carácter, determinación y gran resistencia física, enjuto y fibroso, y el Isaac Puente partió a la batalla de Villarreal bajo su mando, tomando parte, junto al de Acción Nacionalista Vasca (ANV) n.º 1 “Olabarri”, en los terribles combates por la posesión del pinar de Txabolapea —el más dramático de todas las operaciones-, donde ambos batallones perdieron unos 150 hombres, algunos de los cuales fueron ejecutados in situ por las tropas de Camilo Alonso Vega procedentes de Vitoria en auxilio de la guarnición cercada (4).

La especial idiosincrasia de los batallones de la CNT llevó a pensar a sus dirigentes en organizarlos a modo de estructura sindical en la que las compañías fuesen una suerte de “sindicatos, los batallones como federaciones locales y el comité del cuartel de Milicias Antifascistas de La Casilla como federación comarcal” (5), lo que terminaría dándose de bruces con la cruda realidad de la guerra, al igual que la propia utopía libertaria; de hecho, el general Llano de la Encomienda, jefe del Ejército del Norte de la República, ya había dispuesto a finales de enero de 1937 la organización de dos brigadas mixtas en el seno del Ejercito vasco para tomar parte en la ofensiva sobre Oviedo, siendo encuadrado el Isaac Puente en la segunda de ellas, para lo que fueron relevados de sus posiciones en el monte Oketa. La batalla comenzaría el 21 de febrero y Araujo se vio liderando a sus hombres en un ataque sobre Cimadevilla, de donde no consiguieron pasar, dejando 30 muertos en aquellas posiciones fuertemente fortificadas por los rebeldes. Cuando se acercó hasta su puesto de mando la enviada especial de CNT Norte a los frentes de Asturias, Cecilia G. de Guilarte, se encontró con el triste panorama de un batallón abatido y muy tocado por las bajas que, apenas recuperado de la catástrofe de Txabolapea en Villarreal, se enfrentaba a una nueva debacle en la que los heridos se contaban por decenas; Araujo se nos muestra en la entrevista vivamente emocionado:

 —¿Fue duro el ataque?

—Durísimo. Nunca sospeché que mis hombres pudiesen llegar a tal grado de valor. Se batieron como demonios. Tras duro forcejeo, arrebataron al enemigo dos ametralladoras “Okins” [Hotchkiss] en sus mismos parapetos. Cabalgando en una de ellas y vuelta hacia el enemigo, cayó uno de mis capitanes. Un tiro en la frente, como un rasguño apenas… ¡Y lo mataron! (6).


Apenas había regresado de Asturias el Isaac Puente cuando sucedió una situación que bien pudo acabar en tragedia si no hubiese sido por el sentido común de Araujo, que en medio del momento más tenso de las relaciones con los nacionalistas vascos se vio ante su encrucijada, de la que saldría marcado para siempre. Sucedió el 23 de marzo de 1937 durante la crisis que llevó a la intervención de todos los bienes del periódico CNT Norte y la detención de aquellos que se resistieron a la orden del departamento de Gobernación del Gobierno Vasco, incluyendo a representantes del comité regional de la CNT como Chiapuso y Rebolleda. Buena parte del batallón, en el que había prendido con facilidad la indignación por lo que consideraban un atropello que solo favorecía a los comunistas, se encaminó hasta Bilbao con las armas prestas y la resolución de usarlas, encontrándose con el batallón jeltzale Gordexola, al mando de Luis Urcullu, que las autoridades vascas habían enviado a su encuentro. Edu Araujo relata así el peligroso  incidente que llevó a su tío ante José Antonio Aguirre:

Para evitar el cierre de CNT Norte se dirige Araujo a Bilbao; se presenta Urcullu con un batallón y se tensa la situación. Pero la sangre fría de ambos hace que hablen y se pongan de acuerdo para ir juntos al encuentro del Lehendakari. Se presentan en el Hotel Carlton [sede de la presidencia del Gobierno Vasco], se calman los dos y Araujo es convencido por el Lehendakari, que al de poco tiempo le llama, ya que sabía que como delineante hacía planos del frente de batalla de los Intxortas. Le llevan al EM del Ejército vasco, siendo ascendido de comandante a teniente coronel. Aguirre vio en ello una jugada maestra [una suerte de concesión a la CNT] y a partir de entonces se desarrolló un vínculo basado en la lealtad personal.

Al final de la campaña de Santander, cuando los rebeldes se encontraban a las puertas de la capital de la Montaña, Araujo tuvo ocasión de mostrar una vez más la firmeza de su carácter y su determinación; a última hora del día 24 de agosto de 1937 recorría las oficinas del EM del general Gamir, jefe del Ejército del Norte, vacías salvo por la mujer del jefe de la 49ª División vasca, Ricardo Gómez, a la que decidió seguir en la creencia de que le llevaría hasta el muelle para coger algún barco que abandonase la ciudad, como así fue. Lo relata Vicente Talón, que indica como Araujo tuvo que hacerse sitio pistola en mano en el bote que la trasladaba hasta el vapor Asart, donde esperaba no solo su marido sino algunos relevantes comunistas vascos como Manuel Cristóbal Errandonea, Manuel Asarta, Tatxo Amilibia y otros que se habían asegurado un pasaje para abandonar Santander con rumbo a Asturias. Decidido a quedarse a bordo, Araujo entró en una violenta discusión con aquellos que le pedían explicaciones para subir al barco, hasta que llegó Cristóbal y se lo permitió, convencido de que el joven anarquista “estaba dispuesto a jugarse la vida”. Pero nuestro hombre, desatado, no se detuvo ahí; al ver a Amilibia, le espetó con dureza haber abandonado a su propio hermano Ramón, herido en la cabeza tras un accidente de automóvil, y al resto les acusó de dejar en tierra al teniente coronel Gállego, que sería fusilado por los rebeldes posteriormente (7).

Desembarcado en Asturias al final del frente norte junto al resto del pasaje, la pista de Araujo se pierde hasta su detención y encarcelamiento por las tropas franquistas, pero su nombre aparece en un listado de condenados a muerte conservado en la Fundación Sabino Arana (8). Contra todo pronóstico, pudo sobrevivir gracias a la intervención de su familia, que hizo gestiones para que un médico que estuvo con ellos en el Isaac Puente, llamado Ramón Imaz Arrospide, intercediese por él, quien no tuvo ningún problema en declarar a su favor estando destinado como alférez de la 5ª División de Navarra en Cella (Teruel) el 28 de enero de 1938. Decía en su declaración que Araujo no solo conocía su filiación tradicionalista, sino que le concedió un salvoconducto para circular libremente —lo que aprovechó para pasarse al otro lado-, parando varias denuncias contra él dirigidas a los responsables de la CNT y tratándole “con toda clase de atenciones” (9). El 2 de agosto de 1941, tras un largo periplo de campo en campo que le había llevado hasta la 3ª Agrupación de las Colonias Penitenciarias Militarizadas de Talavera de la Reina (Toledo), se le concedió la libertad provisional junto a otros 388 penados del régimen (10).

A pesar de que los Araujo lo habían perdido todo tras la guerra, Enrique regresó a su casa de Sestao, donde sin duda tuvo serias dificultades para conseguir empleo debido a su pasado, pero ello no le amilanó de seguir con su militancia anarquista, participando como delegado por su pueblo en el pleno regional de Euskadi que se celebró clandestinamente en Bilbao en 1947, siendo nombrado miembro del nuevo comité regional de la CNT, y ese mismo año fue detenido de nuevo (11). Tras el fallecimiento del Lehendakari José Antonio Aguirre el 22 de marzo de 1960, por quien sentía verdadera devoción, intentó llegar hasta San Juan de Luz para asistir a su entierro, atravesando la frontera en compañía de otro miembro de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) —organización en la que, al parecer, comenzó una suerte de militancia paralela en un momento en que comenzaba a fraguarse cierta oposición al régimen franquista en el seno de la iglesia católica-, pero fue detenido en Irún y desterrado a Soria, según relató a su amigo Francisco Alonso Uriarte (12). Edu Araujo relata que en el momento de ser detenido por los policías franquistas les dijo con orgullo que era el coronel Araujo e iba al entierro de Lehendakari Aguirre. “Para él —continúa Edu- la política era un compromiso social de base humanista. Mi tío era pura empatía y no era nada sectario. Yo considero que era demasiado humano para una guerra. Se incorporó de nuevo a la plantilla de la Naval de Sestao y fue tentado durante la fundación de ETA, pero no quiso saber nada”.

En los últimos años se dedicó a la montaña como pasión; siguiendo con el relato de Edu Araujo: “había pasado ya de los 70 cuando decidió subir al Naranjo de Bulnes en compañía de dos jóvenes, pero a la bajada se rompió una pierna. Cuando le llevaron al hospital le quisieron intervenir, pero no quiso, y se vino en tren con la pierna rota, aguantando aquellos dolores, y se operó en Cruces. Le dijeron que no volvería a andar más, pero lo consiguió”. Cerca de casa frecuentaba con algunos amigos la zona del alto de Galdames, en los montes de Triano, y todo ese cordal hasta el monte Eretza, donde compartía buenos ratos con la gente en el refugio de La Berenilla. “Mi tío se fijaba, te escuchaba, escrutando lo que hay detrás de cada persona. Era un estudioso de lo humano, para buscar un sentido a la vida, de lo bueno y lo noble de la gente”. Nunca se casó y tampoco tuvo hijos, permaneciendo en su casa de Sestao hasta que se fue a la residencia. Falleció el 11 de enero de 2005 en Santurtzi a la edad de 92 años. Su amigo y camarada del Isaac Puente Francisco Alonso, que le trató de cerca en los últimos tiempos, costeó una esquela en El Correo en la que glosaba su militancia y participación durante la pasada Guerra Civil en los frentes vascos en defensa de los ideales de democracia y libertad; unas palabras que, no por menos sentidas, quizás no definan tanto al hombre que creía en sus semejantes más allá de corsés e ideologías. Un humanista como solo un anarquista puede serlo y, sobre todo, alguien que fue verdaderamente libre en las montañas que tanto amaba.

(1) Entrevista de Guillermo Tabernilla en 2020.

(2) CDMH, DNSD-SECRETARIA, FICHERO, 4, A0131415.

(3) Entrevista para el documental “La batalla de Villarreal” (EITB, 2010)

(4) Josu Aguirregabiria. (2015). La batalla de Villarreal. Ofensiva sobre Vitoria-Miranda de Ebro. Noviembre y diciembre de 1936. Ediciones Beta: Bilbao. P. 96.

(5) Guillermo Tabernilla y Julen Lezamiz. (2007). Cecilia G. de Guilarte reporter de la CNT. Ediciones Beta: Bilbao. P. 138.

(6) CNT Norte del 26 de febrero de 1937. Citado en Guillermo Tabernilla y Julen Lezamiz. Op. Cit. P. 201.

(7) Vicente Talón: “Los vascos en la batalla de Santander. Junio-septiembre de 1937” en Memoria de la Guerra de Euzkadi de 1936 n.º 1. P. 26. El otro hermano de ambos, el diputado Miguel Amilibia, que huyó a Asturias en un submarino en el que viajaba el general Gámir, escribió en sus memorias que tanto él como Tatxo dejaron a Ramón en manos de un oficial del Ejército vasco llamado Arrastia. Hecho prisionero en Santander sobrevivió a dos condenas de muerte que le fueron conmutadas y pasó 20 años en la cárcel (Miguel Amilibia. [1978]. Los batallones de Euskadi. Txertoa: Donostia. Pp.  175-179).

(8) AN, FSA, GE 55/1. Según Edu Araujo tuvo dos condenas a muerte.

(9) Cortesía de Edu Araujo.

(10) BOE número 227.

(11) Pérez Conde, José. “Trabajos forzados en Talavera de la Reina durante la guerra civil y el franquismo (1936-1950)”. UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia (España) (2016). Tesis Doctoral.

(12) Entrevista de Guillermo Tabernilla en 2007.






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