Un blog desde la diáspora y para la diáspora

martes, 28 de julio de 2020

Doña Maruxa y Doña Coralia

Les compartimos este magnífico ejercicio de solidaridad, cariño y memoria histórica que entrelaza el pasado de lucha y el presente de respeto de dos naciones, Galiza y Euskal Herria.

Adelante:


Felix Mugurutza

Cuando antes de ayer estuve en Santiago, no pude evitar el encontrarme con la estatua-recuerdo a "las dos Marías", dos hermanas populares que, "muy llamativas en su comportamiento y vestimenta", cada mediodía se dejaban ver paseando por dicha alameda. Y, siendo día de Santiago como era, concurrían allí infinidad de visitantes que, ávidos de coleccionar fotos de sus vacaciones, hacían turnos para hacerse un selfie junto a aquella obra de colores chillones.

Lo que quizá no sabían es que aquellas mujeres junto a las que se inmortalizaban, recurrieron a los desórdenes mentales y a ejercer de chifladas como salida que su cuerpo y mente encontraron para huir de las atrocidades de la represión franquista. Solo son alegres sus colores por tanto, ya que todo lo demás desborda la tristeza.

Hijas de una familia de anarquistas, se comenta que tras finalizar la guerra fueron sometidas a todo tipo de atrocidades y humillaciones, a ataques nocturnos a su humilde vivienda, a sacarlas a la calle para hacer que paseasen desnudas por la calles, a someterlas a crueles torturas y, se comenta, también a violarlas en repetidas ocasiones. Todo para humillarlas, hacer que tocasen fondo y, de paso, que declarasen de una vez por todas en dónde estaban sus dos hermanos huidos, no como aquel tercero al que ya habían dado caza y muerte los pistoleros del bando ganador. Querían ejecutarlos. Para que se enterasen todos de quién mandaba en ese momento. Especialmente Coralia, era aún una muchacha, demasiado tierna para poder soportar aquella barbarie.

La sociedad del momento, tan dada a orar por la bondad bajo el palio y a rezar por el perdón de los pecados, era por el contrario especialmente sádica en su proceder y, no conformándose con todo lo que les habían hecho pagar, se encargaron de que su vida, la de ellas, padres y hermanos, fuese una ruina y de que nadie encargase, por miedo y prudencia, ningún encargo a aquella familia de costureras. Miseria.

Por eso, Coralia y Maruxa Fandiño, "las dos Marías", apostaron por enloquecer o al menos hacerse las locas, para poder sobrevivir a aquellos crueles envites de la vida. Y paseaban por esa alameda cada día a las dos del mediodía (de hay que se mofasen de ellas llamándolas también "las dos en punto") vestidas y maquilladas con mucho colorido, para convertirse en el hazmerreir de aquella sociedad tan conservadora y oscura y que, en cierto modo, las dejasen de tener en cuenta.

Acabaron viviendo de la caridad de algunas almas buenas. Y falleció Maruxa en 1980 con 82 años y Coralia en 1983 con 69 años.

Duele el alma el saber de su triste existencia. Igual que el ver posar en su estatua a algunos turistas de pelo engominado y mascarilla verde con vistosa bandera bicolor. Porque sin saber quienes eran aquellas muchachas, no sé si son conscientes de que están dando pie a repetir las mismas mierdas de la historia. Porque no estaban trastornadas ellas si no el mundo en el que les tocó vivir.

Ajenos a todo lo que toca tierra, no muy lejos de la estatua frente a la que me encontraba, merodeaban el rey y la reina de las Españas, Felipe y Leticia (sin "don" / "doña") rodeados de autoridades militares y eclesiásticas engalanadas con todo el lujo que la ocasión les merecía. Y una mierda. Así es que me sumé al griterío antimonárquico de grupos de diversas ideologías que también celebraban el día de la patria gallega. Solo faltaba. Porque, para mí, para mí solo hay dos reinas dignas en ese paraje de Galicia, Doña Maruxa y Doña Coralia (ahora sí, con el "Doña"), de nuevo haciéndose las locas y posando sonrientes con jóvenes de nueva estética fascistoide que, seguro, tan malos recuerdos les traen.

En las imágenes, Maruxa y Coralia y la obra que las representa (1994). Por cierto, hubo de ser César Lombera, artista vasco de Barakaldo quien, tras años de insistencia, consiguiese hacer una estatua en su memoria, para que su historia no cayese en el olvido. Espero que en la otra vida hayan encontrado la paz que aquí no se les permitió.






°

No hay comentarios.:

Publicar un comentario