Un blog desde la diáspora y para la diáspora

domingo, 19 de abril de 2020

Un PNV Infectado

Desde Naiz traemos a ustedes esta editorial que contiene puntos clave para quien desee descifrar lo que pasa con el PNV en los tiempos de SARS CoV-2.

Lean ustedes:


Ni los cercanos ni los lejanos, ni sus aliados ni sus adversarios, nadie acierta a dar un diagnóstico contundente sobre qué está pasando en el PNV. Pero todo el mundo que tiene un interés por la política vasca se lo pregunta. Se les ve superados por la crisis, desbordados por los acontecimientos y enojados con todo el país, y parte del extranjero –desde Madrid hasta Baiona–. Iñigo Urkullu es el máximo exponente de ese enfado 360º, pero también han perdido los nervios Andoni Ortuzar, Koldo Mediavilla, Aitor Esteban o Josu Erkoreka. El tono desaforado viene de antes del coronavirus, no obstante; viene del desastre de Zaldibar.

Es cierto que todo el mundo que hace esta pregunta se vacuna diciendo que el gen jeltzale es un superviviente nato y que duda que estos nervios les pasen factura electoral, o al menos tan grande como le pasaría a otras fuerzas si gestionasen tan mal una crisis. Pero también es cierto que las dudas crecen con cada declaración fuera de tono y cada medida fuera de lugar. Sin ir más lejos, con las de esta semana del diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, justificando ocultar las muertes en residencias, o el fracasado sorteo de ayudas para los autónomos de Lanbide. No se puede hacer peor.

Una década más convulsa de lo que parece

Si se repasa la hemeroteca, la última década ha sido menos plácida para el PNV de lo que se diría de memoria.

Primero fue el Gobierno de Patxi López a consecuencia de la ilegalización de la izquierda abertzale, una maniobra del Estado español que al PNV le pareció una traición a su lealtad, pero sobre todo una violación del orden natural de las cosas. En medio, disputas internas con Imaz, González de Txabarri, Juaristi, Jauregi o Ibarretxe como protagonistas. Todos recibieron su pago. El pacto entre BBB y GBB impuso un frágil equilibrio.

Luego llega el fin de ETA y la irrupción de EH Bildu le sentó tan mal al PNV que convirtió Gipuzkoa, territorio natural de colaboración y mayorías abertzales, en el epicentro del divorcio entre los soberanistas de izquierda y los jeltzales. Esta mala relación cruza al terreno personal y condiciona la opción de pensar alternativas de país. El PNV tiene dos almas, facciones o clanes, pero ambos ponen al partido por encima del resto de cosas.

Urkullu decide entonces que la nueva normalidad es «lo mismo de siempre sin ETA». En un momento histórico, cree que hay que cobrar facturas a la izquierda abertzale. Para eso salvan al PSE de un ERE con un pacto global, aunque luego los maltraten de modo particular. Piensan que ellos lo harían mejor que Iñaki Arriola, pero Jon Darpón y Nekane Murga les contradicen.

Tampoco hay que olvidar el impacto en Euskal Herria del fenómeno Podemos en las elecciones generales. Mientras en las estructuras de poder de Pablo Iglesias se mira al PNV con fascinación académica, los jeltzales tratan a sus representantes como se trata a un hijo un tanto sinsustancia, con paternalismo de premio/castigo barato. La prueba son los últimos presupuestos.

Cálculos cambiados e influencia menguante

Tienen fama de linces, pero son mucho más adaptativos que preclaros. En Madrid, cuando la mayoría absoluta del PP les envió al ostracismo, el PNV apostó por un Pedro Sánchez al que el PSOE fulminó. Cuando apoyaron a Mariano Rajoy, resulta que Sánchez era el caballo ganador. El PP, al que el PNV trata como a un hermano al que se le ha ido la cabeza, no va a perdonarles, aunque la necesidad generará virtudes. Y con el PSOE han perdido la conexión que se forjó a cuenta del consenso «antiterrorista». A Sánchez le mueven otros cálculos y sería curioso conocer la opinión al respecto de Iván Redondo.

En Catalunya Lakua quiso ser mediadora, y allí y entonces se experimentaron gran parte de las medidas que, ahora, en el estado de alarma, han demostrado que el autogobierno vasco siempre ha vivido en cuarentena.

Gestión de la normalidad vs liderazgo en crisis

Todo ello, no cabe ocultarlo, ha pasado con unos muy buenos resultados y con una gran gestión de los mismos, es decir, de las ventajas propias y de las debilidades ajenas. Tampoco se puede obviar que es gracias a un mecanismo de demoscopia financiado por las administraciones y a una red clientelar digna de un emirato.

Y, aun así, la pregunta sigue resonando cada vez con más fuerza: «¿Qué le pasa al PNV?». Una de las hipótesis más pertinentes que se cuela desde sus filas es que no es lo mismo gestionar la bonanza que una crisis. Que Iñigo Urkullu es incapaz de ver las dimensiones de una pandemia que no va a permitir volver a lo de siempre con algo menos de «cash». Que el cambio es disruptivo, civilizatorio. Nadie se atreve a decirle las cosas como son y luego se las toma aún peor. Pasó en Zaldibar, está pasando ahora. Eso es, quizás, lo que les está pasando.






°

No hay comentarios.:

Publicar un comentario