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domingo, 3 de abril de 2016

Txillida e Ibarrola en Asturias

Deia trae a nosotros este reportaje acerca del arte vasco de exportación:


Gijón acoge ‘Elogio del horizonte’, de Eduardo Chillida, y el Puerto de Llanes ‘Los cubos de la memoria’, de Agustín Ibarrola

Andrés Portero

Un paseo casual por la costa asturiana hace que muchos vascos se sorprendan con la obra escultórica de dos de nuestros grandes artistas: Eduardo Chillida y Agustín Ibarrola. El primero levantó la monumental escultura de hormigón Elogio del horizonte en la parte más alta de Gijón, en el cerro de Santa Catalina, mientras que el segundo es el autor de Los cubos de la memoria, diseminados por el puerto de Llanes.

La ruta que hoy proponemos es, sin duda, cultural, a la vez que turística y gastronómica, ya que Asturias tiene atractivos suficientes en todas esas facetas. Desde Bilbao, la primera parada que proponemos es Llanes, localidad costera y una de las más bellas del Principado. Más de un vasco que se ha desplazado hasta su puerto se ha visto sorprendido con la riqueza multicolor de Los cubos de la memoria, de Ibarrola.

La obra, en la que contó con apoyo de varios artistas locales en su instalación, hace poco más de década y media, consta de múltiples cubos multicolores de cemento que dan abrigo a las embarcaciones del puerto. Se pueden divisar en su conjunto desde el paseo de San Antón o desde el mirador del faro. Lo curioso es que la contemplación de los motivos (simbolizan lugares y objetos asturianos) varía siempre debido a los juegos de la luz y el agua.

Ya en Llanes merece la pena visitar otros puntos de la localidad, no solo su puerto sino también sus playas, la zona indiana y, sobre todo, su casco antiguo, de origen medieval y en el que destaca su muralla. También merecen la pena sus iglesias y palacios, y ofrece pequeñas tabernas y restaurantes donde se come bien y se bebe sidra por un precio módico.

A noventa kilómetros de Llanes aparece Gijón. En su parte más alta visitamos el Cerro de Santa Catalina, donde se asienta, orgullosa, desde 1990, la escultura Elogio del horizonte, de Eduardo Chillida. Son 500 toneladas de hormigón repartidas en sus diez metros de altura. Tiene dos pilares que actúan como soportes de una elipse abierta. Situado frente al Cantábrico, encarando al horizonte y con el cielo abierto como txapela, su interior se torna caja de resonancia por el efecto del viento.

Alrededor se disfruta desde hace unos años de una amplia zona verde en el cerro, entre restos de búnkers defensivos, justo en la subida del barrio de Cimadevilla, que conserva en parte su pasado marinero y donde se puede comer bien y barato en alguna de sus sidrerías.






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