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jueves, 5 de marzo de 2009

La Final y El Athletic

La vida política de la CAV ha entrado en una etapa realmente turbia y no nos interesa ni el cocidito que preparan Urkully y Zapatero ni las declaraciones idiotas y anacrónicas emanando de UPyD, así que nos tomamos un respiro para felicitar a la afición del Athletic por su triunfo con este artículo publicado por Gara:

El Athletic, en la final

La magia de San Mamés abraza al Athletic con su historia

Un cuarto de siglo después, el Athletic volverá a disputar una final de Copa. Será la guinda a una competición que ha devuelto la ilusión a la familia rojiblanca y que ayer alcanzó su culmen con una noche mágica en San Mamés.

ATHLETIC 3

SEVILLA 0

Amaia U. LASAGABASTER | BILBO

El Athletic está a un paso de reencontrarse con su historia. A falta de la guinda, ayer ya escribió un capítulo inolvidable, en lo que fue la mejor noche de los últimos años para la familia rojiblanca. Hay jornadas especiales grabadas en la memoria reciente -una permanencia frente al Rayo, la clasificación para la Liga de Campeones ante el Zaragoza...-, pero es difícil recordar algo similar a lo que aconteció anoche en San Mamés.

Un cuarto de siglo sin alegrías de calado, unas cuantas temporadas de sufrimiento, un equipo convencido de sus posibilidades y una afición fiel hasta límites insospechados se unieron bajo el manto de San Mamés para protagonizar una experiencia que muchos añoraban y otros tantos ni siquiera habían conocido. El aspecto de San Mamés veinte minutos después de que acabase el partido, con el césped repleto de aficionados y el equipo saludando desde el palco deja bien a las claras qué significa para el Athletic verse, 24 años después, en una final de Copa.

Fue una noche perfecta. En las calles de Bilbo, en la grada de San Mamés y sobre el césped. Ni el rojiblanco más optimista podía imaginar que la fiesta fuera a desarrollarse de forma tan impecable. Porque no faltó un solo ingrediente. No cabía duda en lo correspondiente a la afición, que llevaba un mes dando muestras de cómo podía ir la noche. Alguna más había sobre la parte estrictamente deportiva del asunto.

Pero tampoco por ese lado hubo el más mínimo pero. El 2-1 de la ida y la entidad del Sevilla exigían una actuación prácticamente perfecta por parte bilbaina y el equipo de Joaquín Caparrós estuvo a la altura, hasta el punto de pulverizar a su rival. Porque el Sevilla pareció durante muchos momentos un equipo pequeñito, achantado, mérito compartido equitativamente por graderío y equipo rojiblancos.

No tardó mucho José María del Nido en empezar a comprender que, a lo sumo, se iba a comer uno de los pintxos de cordero que se repartían en las inmediaciones del estadio -o algún otro menú, incansablemente coreado por el público, en lo que fue el hit de la noche-. Lo mismo que tardó San Mamés en entrar en éxtasis. Apenas tres minutos, los que necesitaba Iraola para colgar un balón que primero peinó Llorente y después, en dos intentonas, acabó enviando a gol Javi Martínez.

El Athletic ya estaba en la final y, curiosamente, fue entonces cuando a más de uno le entraron los nervios, previendo más de ochenta minutos de agobio hispalense. Pero el Athletic no estaba por la labor. Con su once de gala, aunque con la pequeña sorpresa de Toquero -y bien grata, porque el gasteiztarra agradeció su cambio de status con un partidazo, gol incluído- y subiéndose en la ola que llegaba desde la grada para dejarse hasta el último gramo de fuerza, los rojiblancos no dejaron de intentar morder desde el primer instante y tampoco se relajaron cuando la noche se puso de cara.

Rara vez pasó del centro del campo un balón que enfilaba constantemente la portería de Palop. Había ocasiones y también errores de Mejuto -como si le hiciera falta gasolina al ambiente del graderío-, que llegó a comerse sendos penaltis, a cada cual más claro, sobre Toquero y Llorente; pero no noticias de un Sevilla pegón y con signos de desesperación, que apenas fue capaz de acercarse a Iraizoz y que incluso tuvo que tirar de banquillo, recurriendo a Luis Fabiano, antes del descanso.

Era cuestión de tiempo que llegase el gol de la tranquilidad. Lo hizo, y por partida doble, a diez minutos del descanso. El 2-0 nacía en las botas de Toquero, aunque Javi Martínez y Yeste también tocaron el balón antes de que Llorente lo anotase. Tres minutos después, y con parecidos protagonistas, llegó la puntilla. Esta vez fue Llorente el que robó para que Toquero se estrenase como goleador con la camiseta rojiblanca.

Imposible imaginar un escenario mejor para el segundo tiempo, aunque la calidad del Sevilla impedía que el personal acabara de tomárselo con calma. Sobre todo por algunos momentos de indecisión en el área rojiblanca, sobre todo en las acciones a balón parado -prácticamente el único recurso del que pudieron servirse los andaluces para inquietar a Iraizoz-.

La reacción visitante, sin embargo, estuvo muy lejos de la avalancha que cabía temer. De nuevo gracias a la afición, que no dejó de animar un solo segundo, y del equipo, más generoso que nunca en su esfuerzo. La imagen de Toquero o Javi Martínez, retirándose totalmente fundidos en la recta final, personificaron el desgaste que realizó anoche el Athletic.

La recompensa llegará el próximo 13 de mayo, cuando, un cuarto de siglo después, los bilbainos volverán a pelear por un título. Por su título.

Lo mejor claro sería que la copa no mencionara a ninguna figura autoritaria y mucho menos a una que sintetiza los peor del franquismo enquistado en el Estado Español. Y lo ideal sería que el Athletic jugara en la liga vasca y no en la española.

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