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jueves, 26 de marzo de 2009

Compendio de Mentiras

Este escrito publicado el año pasado por el vascófobo (¿nabarrófobo?) Jaime del Burgo nos ha llegado por correo electrónico y lo compartimos con ustedes pues contiene todas las mentiras y tergiversaciones con las que los españoles "justifican" la colonización de Nabarra:

Jaime Ignacio del Burgo

POR LA INDEPENDENCIA DE NAVARRA

La nueva versión camaleónica del nacionalismo vasco trata de aprovechar la conmemoración del quinientos aniversario de la incorporación de Navarra a la Corona de Castilla que tendrá lugar entre los años 2012 y 2015

Varios cientos de personas se manifestaron el 28 de junio en Pamplona para reclamar la independencia de Navarra. Aunque los convocantes de la manifestación defienden la integración de nuestro antiguo Reino en Euskadi o Euskal Herria –con el pretexto de que en realidad al Estado navarro le fueron arrebatados los territorios vascongados-, se trata de una nueva versión camaleónica del nacionalismo vasco. No hubo exhibición de la ikurriña vasca y sí la de numerosas banderas navarras con el escudo mutilado pues sólo exhiben las cadenas, lo que no deja de ser una contradicción pues las cadenas sin corona no reflejan la realidad histórica de Navarra como reino.

La manifestación estaba convocada por la Plataforma NAFARROA BIZIRIK! (Porque Navarra está viva), que hizo público hace unas semanas un manifiesto encabezado por el Premio Príncipe de Viana de la Cultura, Pablo Antoñana, que recibió su galardón de manos del actual titular del Principado con la boina puesta y es habitual colaborador del diario proetarra Gara. En él se dice, entre otras cosas: “Hoy, frente a las falsedades que hablan de una ‘libre incorporación de Navarra al proyecto de España’, queremos recordar que 2012 es el 500 aniversario del inicio de la Conquista de la Alta Navarra por España, y por tanto una fecha clave en la destrucción por la fuerza de nuestra estatalidad. Mientras nuevos pueblos logran su independencia en la Europa del siglo XXI, muchos de ellos por primera vez en su historia, nosotros queremos señalar que nuestro recorrido a lo largo de los siglos nos demuestra que no sólo tenemos derecho a recuperar lo que de manera ilegítima nos arrebataron, sino que la pérdida de la soberanía ha sido nefasta para nuestro país. Por tanto, consideramos que es una necesidad y un deber dar a conocer que la conquista de 1512 fue fruto de la invasión violenta de los territorios navarros todavía independientes en el siglo XVI, y que, por consecuencia, nuestro país es una colonia española y francesa a todos los efectos. La historia nos enseña que fuimos independientes, y que dejamos de serlo, no por la voluntad de nuestros antepasados, sino por las conquistas españolas y las ambiciones francesas. Y precisamente porque nuestro interés principal no está en el pasado, sino en el presente y el futuro, afrontamos la recuperación de la memoria histórica como un paso hacia nuestra libertad y en defensa de nuestros derechos”.

Los convocantes reivindican la independencia de Navarra. Es el nuevo señuelo camaleónico del nacionalismo vasco. En el año 2012 se conmemorará el quinientos aniversario del destronamiento de los reyes Catalina de Foix y Juan de Albret, que violaron gravemente el Fuero General al concertar, sin acuerdo de las Cortes, un tratado de amistad con Luis XII de Francia a fin de asegurar el disfrute de sus enormes posesiones en Francia aún a riesgo de perder la corona navarra. Navarra tenía una clara vocación española desde su nacimiento como reino y a pesar de que tras la muerte de Sancho VII el Fuerte tuvo que soportar una serie de dinastías francesas. La última de ellas, la de los Foix-Albret, en vez de mantener la neutralidad a la que le obligaba el interés general del reino optó por alinearse con Francia en el conflicto del monarca francés contra el papa Julio II. Esto provocó la invasión de Fernando el Católico, en cuyas tropas –mandadas por el duque de Alba- figuraban alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos, como súbditos leales de la Corona de Castilla, además de navarros de la facción beamontesa que no aceptaban el protectorado francés. El papa dictó una serie de bulas que daban legitimidad a la conquista del reino y finalmente otorgaban el trono a Fernando el Católico, tras privar a los reyes Juan y Cataluña de su condición de reyes.

En 1513 las Cortes navarras reconocieron como rey y señor natural al rey católico y este último, en 1515, decidió que, en lo sucesivo, heredarían el reino navarro quienes fueran sus sucesores en los reinos de Castilla, León, Granada, etc., con la obligación de mantener los Fueros. Esta es la razón por la que se habla de la “incorporación a la Corona de Castilla” que es el conjunto de reinos sobre los que había reinado la reina Isabel la Católica.

El cambio de dinastía fue altamente beneficioso para Navarra, no sólo porque supuso el reencuentro definitivo del pueblo navarro con el resto de la comunidad española de la que por naturaleza y sentimientos formaba parte, sino porque pacificó el reino acabando con el enfrentamiento entre beamonteses y agramonteses, fortaleció las instituciones del reino (las Cortes y la Diputación del Reino), y permitió un alto grado de desarrollo económico y cultural. En 1800, Navarra era el reino español con mayor renta per cápita, seguido de Andalucía. El emperador Carlos, al ceñirse la corona navarra, introdujo en el juramento real la obligación de mantener a Navarra como “reino de por sí”. Lo que había comenzado siendo una conquista se legitimó, por el consentimiento de las Cortes navarras, llegando a considerarse como una “unión aeqüe-principal”, es decir, de igual a igual. Desde entonces, Navarra estuvo presente en todas las empresas de la monarquía española compartiendo éxitos y fracasos con el resto de los españoles.

El intento del nacionalismo vasco de utilizar la conquista y posterior incorporación de Navarra a la Corona de Castilla no es nuevo. Para obviar la contradicción que supone defender la independencia del viejo reino y, al mismo tiempo, propugnar la integración en Euskadi, los neonavarristas del abertzalismo euskalerríaco sostienen ahora que Navarra es el nombre del Estado vasco que en la Edad Media abarcaba a todos los territorios de Euskal Herria y que el imperialismo castellano fue mutilando uno oao uno. Lo único cierto es que el Señorío de Vizcaya nunca formó parte del reino pamplonés y las provincias de Alava y Guipúzcoa estuvieron bajo el dominio de los reyes navarros menos de cien años –y de forma discontinua-, hasta que en 1200 alaveses y guipuzcoanos decidieron que era mejor someterse a la autoridad del rey castellano a cambio de que se les reconocieran los Fueros. A eso le llamaron “la voluntaria entrega”, aunque ahora los nacionalistas reniegan de ella.

De todas formas, quienes -como el partido de Rosa Díez, la UPyD- añoran el viejo centralismo uniformador instaurado en el siglo XIX por los Borbones españoles, reforzado en el siglo XIX por la Constitución de Cádiz y que alcanzó su máxima expresión en el siglo XX durante el régimen franquista, y que vienen denunciado el carácter supuestamente privilegiado e insolidario del Fuero navarro no entienden que el estatus de Navarra, amparado plenamente por la Constitución de 1978, es consecuencia de aquellos pactos de integración de 1512 a 1515, renovados en Ley Paccionada de 1841 y el Amejoramiento del Fuero de 1982 y hacen un flaco servicio a la unidad de España. La inserción de Navarra en la nación española tiene unas características jurídico-constitucionales propias cuyo desconocimiento sólo fortalece al nacionalismo vasco que reniega de nuestra trayectoria histórica y de nuestra vocación española.


Contra esta red de mentiras es que debemos trabajar para lograr el pleno entendimiento de nuestro derecho a la autodeterminación en favor de la recuperación de la soberanía de Nabarra.

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