Un blog desde la diáspora y para la diáspora

sábado, 19 de abril de 2008

Recuerdo

Hace pocos días el presidente de Colombia Álvaro Uribe se refirió a los estudiantes mexicanos asesinados por el ejército con el término de terroristas. Con tal de encontrarle excusas a su acción violenta y pasándose por alto el principio legal de que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario el mercenario estadounidense Uribe también le colgó las etiquetas de secuestradores y narcotraficantes a los cuatro mexicanos.

La derecha opresora y asesina se disfraza de democrática y utiliza ad nauseum terminología que considera derogatoria en contra de los que se atreven a oponerse a sus designios.

Aquí les presento una carta que ahonda en este tema misma que ha sido publicada en Gara:


Miren Geresta y Marivi Arregi

¿No tenemos derecho ni a recordarlos?

En primer lugar he de disculparme por escribir en un idioma que no es el mío, pero quiero compartir mi impotencia y que me entienda todo el mundo. Lo diré más alto, pero no más claro.

Una vez más, y por si había alguna duda, contra ETA «todo vale». Nos han quitado los nombres de dos plazas en Zizurkil. Dos plazas dedicadas a dos jóvenes zizurkildarras asesinados por sus ideas. Joxe Arregi, torturado durante ocho días y reventado hasta morir, y Joxelu Geresta, controlado durante días y torturado, rematado con un tiro en la cabeza después de muerto, su cuerpo manipulado. Recordemos que en la autopsia quedó claro que le quitaron tres muelas. ¿Quizá tenía algo en esas muelas con lo que lo tenían controlado? Que cada uno saque sus conclusiones.

Pero, claro, eran «terroristas» (sin sentencia de por medio). Por tanto, no merecen que su pueblo les dedique nada. Solamente han sido dos terroristas asesinados. Realmente poco me importa que haya o no una placa con el nombre de mi hermano, estoy segura de que esa placa la llevaremos con orgullo más de uno en nuestro corazón.

Pero, más allá de placas, creo sinceramente que no conseguiremos la verdadera paz si no cerramos primero las heridas abiertas que tiene este pueblo, si no reconocemos y respetamos la verdadera historia, el pasado de este pueblo. Una historia llena de represión, dolor, sufrimiento y, por supuesto, víctimas.

Por un lado, víctimas reconocidas de ETA y, por otro, las víctimas sin reconocer que cada cierto tiempo nos han ido dejando. En un monte (versión oficial, «suicidio»); junto al río (versión oficial, «ahogado»), etc. Versiones oficiales dignas de película. Víctimas que también tienen padre, madre, hermanos, familias también rotas por el dolor.

Nosotros no tenemos derecho a decir ni que han sido asesinados ni por quién. Ni a llamarlos víctimas. Ni siquiera tenemos derecho a recordarlos. Porque, claro, eran «terroristas».

¿Qué me queréis decir con que «el derecho a la vida prevalece sobre todas las cosas»?



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