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Una lástima que un escrito que usa un alias literario por prudencia haya decidido engrosar las filas de los "equidistantes".
Joseba Irazu Garmendia Bernardo Atxaga durante su visita a Buenos Aires para presentar "El hijo del Arcordeonista".
Bernardo Atxaga: "Afortunadamente se puede ser vasco de muchas maneras porque así somos más"
Bernardo Atxaga es el seudónimo de Joseba Irazu Garmendia, nacido en Asteasu, Euskal Herria.
Economista de profesión, asegura que se olvidó pronto de los números para dedicarse a la letras.
Las Ciudades, Los de Obaba, El Hombre Solo son algunas de sus obras publicadas.
¿Por qué “Bernardo Atxaga”?
Cuando yo empecé a escribir allá por 1972 publicando textos en euskara en una revista que se llamaba Anaitasuna, la consecuencia inmediata era que te abrieran una ficha por si acaso.
El cura rector de mi pueblo que era un jesuita muy inteligente… en realidad los jesuitas siempre son inteligentes, era músico también. Siempre digo que entre las lecciones que recibí y que han influido mucho en mi vida recuerdo aquella cuando me dijo “todo el mundo habla mal de la serpiente pero la Biblia dice que la serpiente es prudente, y la prudencia es una gran virtud”.
Quizás siguiendo ese ejemplo, por prudencia, decidí buscar otro nombre. Elegí Atxaga porque es el segundo apellido de mi padre, ya que había renunciado al primero creí que debía corresponderle y colocar el segundo. Y Bernardo porque el amigo que me dejó la máquina de escribir se llama así. Éramos estudiantes de económicas, y que yo recuerde de los diez que vivíamos en el mismo piso solo uno tenía maquina de escribir. Y a quien me la dejó, Bernardo, le dije “como me la has dado usaré tu nombre” y así fue, sin más.
¿Por qué escribe?
Creo que la pregunta podría tener una pequeña variante ¿Por qué seguisteis escribiendo?
Porque el hecho de escribir como tal, no solo de escribir con ánimo artístico, va con la persona. Cuando estás en la edad en que la expresión personal cobra importancia, porque sales de la infancia y eres conciente que hay otros modos de expresarte, es el momento en que mucha personas escriben o quieren escribir. Lo mismo sucede con la música.
Al principio los estados de enamoramiento empujan porque la necesidad de comunicar algo es mayor y se tiende a la escritura como un estadio superior de comunicación.
Yo empecé así, como todo el mundo y añadí una gran afición a la lectura, que también me empujó.
Y luego continué escribiendo porque hubo unas pocas personas que desde el principio valoraron lo que hacía y eso fue fundamental. Y que una de esas personas fuera Gabriel Aresti, el poeta y voz de los vascos, tuvo su importancia. Él desde el principio me dijo que yo sería uno de los escritores vascos. Yo tenía 17 o 18 años, era un chaval, y él tuvo una fe ciega en mí.
Tuve también amigos que también me apoyaron, los amigos que vivían conmigo.
Y luego que uno entra definitivamente en esta actividad, que comienza a escribir… es como la metáfora de la rueda que se pone en marcha y es muy difícil pararla. Lo único difícil es empezar.
Algunos dicen que todos los escritores en algún momento sienten un influjo proveniente de la lectura de otros autores ¿ha sentido esa influencia?
No es fácilmente perceptible. Si se detecta, como dicen los ingleses, cual es el espíritu que preside, el novelista que se encuentra por detrás de la obra quiere decir que la escritura nuestra todavía no ha evolucionado, no se ha hecho personal. Todavía es deudora de ese espíritu que intercede.
Yo primero tuve unas lecturas casi erróneas. Cuando no leíamos los tristes novelistas que comenté que nos pasaban en la biblioteca del colegio, leíamos unas vanguardias disparatadas, o al menos así lo veo yo ahora… no había intermedio. Primero tuve mi fase vanguardista, una especie de acné. Creo que no hay que decirlo así, fue una crisis juvenil.
Durante la dictadura era muy difícil encontrar un libro de Arthur Miller. Yo fui una vez a ver “muerte del viajante” y cuando llegué había un cartel que decía: se ha suspendido la función.
En ese ambiente un poco oscuro era muy difícil orientarse.
Entre las influencias se encuentra la de Gabriel Aresti, no la suya solamente como escritor sin o también la de sus opiniones. Un día me dijo: "tienes que leer los aforismos de Paul Valèry porque son extraordinarios". Los he leído, me han influido y todavía los tengo en la mesilla de noche.
También ha influido el libro de Poemas y Canciones de Bertolt Brecht.
A veces en los círculos de dominios académicos se quiere ver solo los libros detrás de los libros, detrás del textos otros textos. Hay además, por ejemplo, canciones, conversaciones… y pienso cuanto habrán influido en mi vida las conversaciones con mis amigos de la adolescencia y creo que muchísimo. Fueron amigos de la adolescencia y luego seguimos siendo amigos; por eso la influencia es inmensa.
¿Escribe en euskara? ¿o en castellano?
Yo escribo en la lengua intima que es el euskara. Hasta los apuntes que he tomado aquí en Buenos Aires están en euskara. Yo tengo dos lenguas madres pero la primus es el euskara.
Cuando lee una de sus novelas traducidas ¿le parece que el lector se llevará impresiones diferentes si la lee en uno y en otro idioma?
Siempre. Mi confianza, o esperanza, es que la diversidad de interpretaciones sean limitadas, que sean tres o cuatro maneras de entender un libro.
De todas formas las interpretaciones no solo dependen de la traducción sino también de la historia o de la cultura del lugar de acceso del lector.
¿Cree en la fidelidad de las traducciones con respecto a la poesía?
Son versiones porque es imposible la traducción poética.
Hay un autor un poco cáustico, un viejo anarquista español, que dice “es imposible pero de lo que se trata es de cómo es imposible”.
Si las traducciones son contiguas en el tiempo con el original se consigue un equivalente. Pero, en cambio, si el poema fue escrito en euskara hace 20 años y se intenta una traducción el desplazamiento es enorme.
Hay que aceptar el hecho que tienes una idea poética y al traducir solo haces un desarrollo equivalente. Nunca se logran traducciones sensu estrictu, siempre hay un desplazamiento del poema hacia otro lugar.
Hay algunos que dicen que luego de la restauración de la democracia el euskara ha resurgido robusteciéndose. Otros sin embargo creen que esa visible mejoría ha llegado a una meseta. Hay quienes son aún más duros y suponen que el euskara podría llegar a desaparecer si se continúa con el proceso de retroceso en el que está sumergido. ¿Cuál es su visón respecto de esta cuestión?
Yo creo que el euskara ya ha superado lo que yo llamo la edad de la angustia. Era una angustia originada por la incertidumbre de la supervivencia.
Muchas veces cuando se habla de cultura se habla un poco en el vacío. Y hay índices, indicadores. Así como se puede calcular por las signos externos si una persona tiene más o menos renta, también se puede saber si una situación es buena o mala.
Hay muchísimos signos externos positivos.
El primero es la impresión de vitalidad inmediata que tiene cualquier persona que va al país vasco. Cuando tu vas a una lectura son de primerísimo nivel, muy interesantes. Cuando se hacen en Madrid o en Londres la gente queda sorprendida. Ha habido en ese sentido un desarrollo muy poco común.
Otro índice son las traducciones. Se ha publicado recientemente una versión bilingüe chino-euskara de los poemas de Li Bai. Eso indica que hay un sinólogo euskaldún en china abocado a esta tarea, no es algo de despreciar. Esto es el colofón de muchas otras traducciones.
Luego está la sensación, no tan buena, que ha crecido mucho esta tienda y que en muchas partes se están haciendo las cosas de manera muy descuidada. Por ejemplo, a veces, cuando me notifican de la escuela de mis hijas yo pienso “cómo pueden mandarme esta carta tan mal escrita en euskera”.
Yo creo que superada la edad de la angustia deberíamos entrar en la edad del examen. La gente deberá dar cuenta de lo que hace.
Quien quiere ser pesimista puede serlo pero será probablemente un diletante y a los diletantes les encanta ser pesimistas porque es una forma de no hacer nada.
Cuando empieza a escribir la primera oración de una novela ¿conoce su final?
No, en absoluto. Yo noto cuando una novela está escrita con una especie de cuadro sinóptico, de plan. Ese recurso te puede dar una entretenida novela policíaca pero la ambición mía es ir un poco más allá.
Yo veo zonas. Entro, paso por allí, a veces la desecho. Entro a otra…
Cuando uno va avanzando en el libro tiene que volver a atar las cuerdas que ha soltado, volver a trenzarlas. Entonces sí sabe uno hacia donde va.
Con respecto al final lo que me parece importante es la última frase, mucho más que la primera.
Gloria Totoricagüena ha nombrado en una entrevista publicada en el libro “Somos vascos” a uno de sus libros como una referencia para que los vascos de la diáspora conozcan más de la realidad de Euskal Herria ¿qué piensa de esto?
Me alegra que lo haya dicho porque me ha gustado mucho algo que he leído en una entrevista que le han hecho. Ella ha separado la idea de la vasquidad de la lengua. Ha agregado que hay muchas formas de ser vasco y esto me parece muy interesante y completamente cierto.
La primera vez que escuché este concepto fue al padre Barandiaran, el decía: la lengua es solo un componente más de las vasquidad.
Yo creo que el euskara para los vascos, para los que lo hablan y para los que no, es parte de su mundo psíquico, sentimental e intelectual. Pero el hecho que se diga que euskaldun es solo el que habla euskera me parece un poco desmesurado.
Afortunadamente se puede ser vasco de muchas maneras porque así somos más.
Yo no soy un escritor exterior, de esos que van a la india y descubren en 15 días el misterio hindú.
Yo soy un escritor completamente interior. Puedo, por ejemplo, no solamente mostrar como es la realidad vasca por lo que yo intelectualmente pienso, sino también, casi sin querer. Puedo mostrar como somos los vascos porque yo lo soy.
Le he oído contar su pasión por inventar programas culturales ¿Me cuenta como es eso?
Eso depende de las horas de sueño, de los viajes.
En general, invento programas culturales, porque los que veo aquí y allá me parecen poco sugerentes.
Creo que la cultura engloba a un montón de actividades emocionantes. A veces solo veo falsos profetas. Y yo sé que cualquiera que ha probado la cultura, pintar un cuadro, escribir, sabe que es apasionante.
¿Se podría decir que sus obras se pueden separar en dos partes: la que trata de temas universales y la que se ha abocado a temas cercanos y cotidianos como “Los de Obaba” o su última obra?
En realidad, yo las veo divididas en el mundo de Obaba, un mundo elemental, que tiene que ver con mi infancia, mi adolescencia y en las del mundo político. Es una aproximación muy general.
También tengo una pequeña veta experimental. En una de mis lecturas presento un texto que se llama Lección sobre el Avestruz y me paso una hora hablando de avestruces con un humor un poco absurdo.
En uno de los últimos capítulos de “El Hijo del Acordeonista” hay un fragmento que alude a Joseba y su fuerte perfil autobiográfico al escribir, también aclara que siempre hace modificaciones a la realidad antes de plasmarlas ¿Cuán autobiográfica es su última novela?
Tú escribes sobre algo que es un poco nebuloso, a pesar de que es nuestra propia vida.
Yo simplemente intento ir al ras de la experiencia, escribir sobre aquello que he visto. Pero autobiografía no puede ser.
Nadie tiene una biografía que pueda caber en un libro. Tú haces una interpretación y un resumen.
Por ejemplo a los caballos yo los relaciono, por material que he leído, con la tranquilidad. Entonces para lugares tranquilos pones caballos en el relato. Y luego debes poner cuidadores. Y luego recuerdas la muerte de un caballo y la describes.
Por ejemplo, en la muerte de Lubis, inocente de toda complicidad con el terrorismo, está representado el “Caso Zabalza”. Está descrito tal cual aparece en los periódicos.
Yo cito la Facultad de Ciencias Económicas, no porque pretenda ser autobiográfico, sino porque sé cómo era su edificación, donde estaban las puertas, cómo era la gente y si me apuras también qué libros leíamos.
¿En qué lugares de la diáspora ha presentado “El hijo de Acordeonista”?
En México, en Argentina, en Uruguay, en Chile, en Holanda. Probablemente también vaya a Cuba el año próximo.
¿Cree viable el camino a la internacionalización de la literatura vasca?
Lo creo perfectamente viable.
Por ejemplo en Alemania hay editados libros de tres autores que escribimos original en euskara, lo mismo dentro de España con traducciones al castellano y al catalán.
El Hijo del acordeonista en catalán ha ido estupendamente bien.
En los últimos diez años hay veinte, veinticinco escritores euskaldunes que están siendo traducidos. De pronto la gente va a empezar a decir ¡¿pero cuantos escritores vascos hay?!
¿Qué significa para un escritor ver su obra en librerías de diferentes lugares del mundo?
Creo que es una satisfacción de haber hecho tu trabajo.
Cuando a mi me decían ¿Por qué escribes en euskera? Yo respondía: porque escribiendo en euskera se puede llegar a todo el mundo. Y la gente se me reía pensado que era un impertinencia de mi parte.
Y me han llegado fotos de Japón, de Portugal, de Finlandia de librerías donde está mi libro y pienso “mi hipótesis era cierta”.
Una lástima que un escrito que usa un alias literario por prudencia haya decidido engrosar las filas de los "equidistantes".
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