Esta reflexión acerca de el Macroproceso 18/98 llama la atención sobre los puntos más importantes de esta el más reciente acto de barbarie por parte de Madrid en contra del pueblo vasco.
Aquí la tienen:
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Cristina Maristany | Escritora
Estado de excepción permanente
La actuación de la Audiencia Nacional en el macrosumario 18/98 es aberrante. La condena a 47 de los 52 encausados a 525 años de prisión es algo difícil de asimilar. Treinta y dos años después de la muerte de Franco se siguen encarcelando las ideas y se detiene a todo el que piensa diferente. Los políticos promulgan leyes ad hoc para ilegalizar a los partidos y los jueces persiguen y condenan a los ciudadanos al son de esta politizada danza macabra. Curioso paralelismo con épocas que debieran ya haber pasado al olvido. Estamos en pleno estado de excepción camuflado y, lo que es muy grave, con la aprobación o, cuando menos, la desidia de la clase política, contando entre ésta a varios que se autoproclaman de izquierdas.
Acabo de leer el espléndido libro de Xabier Sánchez Erauskin sobre José Bergamín. Estuve con mi compañero Rafael Lorente en la casa del poeta en Donostia quince días antes de su muerte. Recuerdo que escribí entonces: «tu inteligente mirada, nunca podré olvidarla, escudriñaba nuestros rostros de despedida, y aún sonreíste como en los viejos tiempos...». Bergamín se identificó e integró en el País Vasco entre otras cosas porque, en el País Vasco, a diferencia del resto del Estado, se fue a la ruptura, no a la reforma del régimen franquista y eso es algo que en Madrid nunca se ha entendido, o que nunca ha querido entender. Por eso siempre se ha intentado anular la peculiaridad de un pueblo distinto. Me pregunto, Pepe, qué habrías hecho tú ahora, y creo adivinarlo: te habrías autoinculpado en el proceso 18/98.
Ataduras ancestrales son las de este país que permanece como fosilizado, empezando por la tan cacareada Constitución. No existe ninguna ley inamovible, hay intereses inamovibles.
Para mí hay dos hechos incuestionables para el logro de la paz en Euskadi: el derecho de autodeterminación y el acercamiento de los presos. Eso debía haber ocurrido al principio del comienzo de la tregua, cuando las posturas de la izquierda abertzale y de ETA apostaban clara y tajantemente por la paz.
Desde luego hay que ser muy poco inteligente y carecer de total sensibilidad e intuición para no comprender que la apuesta por la paz era auténtica y que, para el presidente Zapatero, era una garantía de que el cese de la violencia y la solución al conflicto de Euskal Herria significaba, para él y para su partido, la prolongación sine die de un gobierno socialista. Quien sí lo vio, y por ello no paró hasta conseguir la ruptura de la tregua, fue el Partido Popular. Ha sido el gran triunfador.
Las balandronadas zapateriles ya no engañan a nadie. Camaleónico presidente que, de tanto cambiar de color, se ha quedado completamente desteñido. Empezó muy bien, retirando las tropas de Iraq nada más ser nombrado, pero de esto hace ya tanto, tanto tiempo...
El juez Garzón empezó el proceso 18/98 con el presidente Aznar y, ahora, la Audiencia lo culmina con el presidente Zapatero. En realidad las diferencias entre los dos gobiernos, pese al griterío pepero, son mínimas.
El silencio de la clase intelectual ante lo acaecido en el País Vasco es algo ya obsceno. Tampoco la postura del PNV ha sido de gran solidaridad. He escuchado por la radio que se sumará a la manifestación unitaria. Ojalá exista una respuesta firme y clara ante los gravísimos hechos que se están produciendo: la sentencia del macroproceso 18/98 que condena a más de 500 años de prisión a 47 personas acusándolas de colaboración con ETA por delitos tan graves como editar un periódico, administrar empresas, difundir internacionalmente un proyecto político, o simplemente defender la desobediencia civil (si Gandhi no hubiera muerto y en lugar de vivir en la India viviera en Euskadi no me extrañaría que la Audiencia Nacional también le hubiera condenado por ser el primer impulsor de este movimiento tan peligroso y subversivo para la seguridad del estado de derecho).
En estas fechas quiero unir mi voz y mi recuerdo a los presos vascos que cada vez se multiplican más y también a sus familiares que, semanalmente, deben trasladarse por toda la geografía. Pese a todo quiero creer que la paz aún es posible y que hay que seguir intentándolo para que la utopía se convierta, al fin, en realidad.
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