Diez años y los problemas en Itoiz continúan, aquí una entrevista publicada en Rebelión con quienes recibieron severas penas carcelarias por tratar de detener los trabajos en el área.
«No vimos otra opción que cortar los cables»
Jasone Mitxeltorena
Hace dos semanas prescribieron las penas impuestas a los ocho Solidarios que paralizaron durante un tiempo las obras del pantano de Itoitz. Han pasado más de diez años desde aquellos hechos, diez años en los que el colectivo ha dado a conocer esta problemática a todo el mundo y en los que tres de aquellos activistas han pasado por prisión. Ahora han contado para GARA por qué lo hicieron y cómo ha sido su periplo desde entonces. La crónica de los Solidarios sobre los hechos se inicia así: «El sábado 6 de abril de 1996, a las 7.15, acompañados por periodistas, ocho miembros de Solidarios con Itoitz provistos con sierras radiales, con las caras cubiertas y vistiendo monos con la inscripción 'Deconstrucciones Itoiz' paralizaron las obras del pantano».
El tono del relato parece frío y distante, pero en ese momento cambiaban las vidas de los ocho activistas. Fueron detenidos y juzgados. Tras conocer la sentencia de cárcel, decidieron dar a conocer su lucha e iniciaron una gira por toda Europa. Serían los primeros en estrenar la Noria del Milenio de Londres, en diciembre del 1999, y también los únicos que han conseguido acceder a la cúpula de San Pedro, en el Vaticano. Durante meses se hicieron oír, pero después llegó una travesía del desierto: la clandestinidad, el exilio y, en tres casos, la cárcel. Casi nueve años largos y duros, en los que su lucha no ha cesado pero en los que el macroproyecto tampoco se ha detenido. En 2004 empezó el llenado del pantano, y próximamente se prevé la finalización de las pruebas, previo a la puesta en marcha definitiva.
En este contexto ha tenido lugar la liberación de Julio Villanueva, tercer encarcelado por el sabotaje de 1996, y la confirmación de la prescripción de la pena impuesta a otros siete solidarios. Es una buena nueva, pero no un punto final; ellos mismos alertan de que debe dar fuerzas para seguir luchando, ya que la situación «es más grave que nunca». Cuatro de ellos se han reunido con GARA en Nabarreria, en el corazón de Alde Zaharra de Iruñea, donde pueden pasear de nuevo sin temor a ser detenidos. Los nombres son lo de menos, porque ante todo conforman un colectivo y huyen del protagonismo. Volviendo la mirada a aquel abril de 1996, enseguida recuerdan la campaña tanto mediática como política para criminalizar su batalla en defensa de ama lurra. En la cárcel supieron que empezaban a llamarles «ecoterroristas».
«Durante quince días tuvo lugar un bombardeo que recreaba una alarma social ficticia. Nos querían mezclar con ETA, nos imputaban el paro laboral de los 300 trabajadores de la construcción del pantano... Se creó un ambiente que justificara un gran castigo aleccionador». «El entonces presidente navarro Javier Otano llegó a declarar que nuestra acción obedecía a una estrategia 'político-militar'. De ahí a unas semanas le pillaron a él», citan recordando cómo el entonces líder del PSN tuvo que dimitir al destaparse que había titulado cuentas bancarias en Suiza. «No había alarma social, ninguna», responden. Y concluyen que el tiro les salió por la culata a quienes impulsaron esta dinámica. La sociedad respondió de una manera totalmente distinta a la dictada por los grandes medios: Apuntan que en los dos meses que pasaron en prisión tras la acción de las Rotaflex recibieron unas 500 cartas de apoyo. «Teníamos miedo, incluso se hablaba de una petición de cárcel de 19 años [la del Gobierno navarro], pero al mismo tiempo, viendo la respuesta social, nosotros nos sentíamos fuertes.
Esa respuesta es la que nos sacó de la cárcel; primero nos ofrecieron la libertad a cambio de pagar dinero, pero iniciamos una huelga de hambre por considerar que, habiendo sido nuestra actuación pacífica y pública, no debíamos pagar nada. Y nos dejaron en libertad. La lucha dentro de la cárcel, y el apoyo recibido fuera, son los que hicieron posible esa libertad. La sociedad lo vio claro», constatan. Años más tarde, entienden que el hecho de detenerles uno a uno fue también un síntoma del temor oficial a la respuesta de la sociedad. Nada más conocer la sentencia, los Solidarios comenzaron una gira por Europa. «Considerábamos que había que sacar partido a lo que se había creado, y también que tanto nosotros como Europa teníamos mucho que decir», explican. «El principal objetivo era difundir la problemática del pantano y denunciar nuestra situación. Durante nueve meses, se realizaron nueve vistosas acciones y se dieron más de cien charlas. En la gira nos relacionamos con numerosos grupos que luchan a favor de la tierra; fue una experiencia rica de trueque y una oportunidad de compartir experiencias.
La gira fue sustanciosa y tuvo un gran éxito; mucha gente conoció de primera mano la problemática de Itoitz, y los que ya la conocían se involucraron en su defensa. Les llegó tanto que empezaron a actuar por su cuenta. Se implicaron aquellos que se hallan a dos mil kilómetros de aquí, y eso es difícil: la gente tiende a deslegitimizar los problemas, y éstos en cambio, lo hicieron suyo. Muchos de los que conocimos en el camino se animaron a participar en las acciones». Uno de los efectos de la gira fue que a la acampada realizada entre Erdozain y Ekai asistió gente de otras naciones: «Se consiguió internacionalizar la cuestión de Itoitz, extender el mensaje a todo el mundo». Pese al éxito, reconocen que «aquello fue duro, se trabajó mucho, y supuso un gran gasto en recursos: La Policía incautaba todo el material tras cada acción».
Y es que no era para menos: Subirse a la Noria del Milenio en Londres, acceder al acto de presentación del Foro Mundial del Agua celebrado en La Haya o llegar a la cúpula de San Pedro en el Vaticano no podía salir gratis. Pero lo hicieron. La acción de Londres, realizada junto a activistas que denunciaban una presa en Narmada (India), llegó a todo el mundo. La presentación del Foro del Agua tuvo que ser suspendida después de que varios miembros del colectivo se personaran en la sala desnudos. Los 80 representantes mundiales y periodistas de todo el mundo vieron a aquellos Solidarios «en pelotas», en alusión a la situación en que quedaban los habitantes del valle de Irati y, en general, muchos millones de personas de todo el globo con la mercantilización del agua. Y luego, Roma. «Nunca se había conseguido realizar una denuncia dentro del Vaticano. Además, era el año Jubileo, por lo que habían dispuesto a 1.500 policías más para seguridad. Era difícil entrar, y la gente de allí tenía miedo, aparte de que para ellos era un edificio sagrado, pero de todas formas nos ayudaron y la acción salió para adelante».
«Hemos pasado otra forma de cárcel»
El eco del corte de cables -el vídeo sobre el mismo se proyectó en todos los rincones de Euskal Herria y más- y sus consecuencias -las obras se paralizaron durante un año, y el coste directo del sabotaje se cifró en torno a mil millones de las antiguas pesetas- pasaron una importante factura a los ocho Solidarios. Desde entonces han pasado muchos años, que evidentemente han sido duros para ellos. «Tienes que dejarlo todo atrás. Si tienes un estrecho contacto con la tierra, es más duro aún. Se da un corte con las raíces. Es una situación que no es legal, y ello dificulta el día a día, es difícil conseguir recursos. Es otra forma de cárcel; te aleja de tu entorno».
Además, está el temor constante, una realidad que no les importa admitir: «El miedo a ser capturado es a veces insoportable. La tensión, el estrés...». De todas formas, con la fuerza que impregna todo su discurso, recalcan que «intentas buscar y encontrar aspectos positivos. Hay buenos momentos; conoces a mucha gente, las relaciones son profundas e intensas... Tienes dos opciones: O te sumes en una depresión, que por una parte es normal, o sales para adelante de una u otra forma. Es una lucha interna».
También subrayan la importancia de ser conscientes de lo que hicieron, de los hechos que desencadenaron esta condena: «Si lo hicimos, es porque realmente no vimos otra oportunidad», concluyen. La manera en que afronta cada uno esa situación es totalmente personal. Uno de los solidarios explica que «yo me había hecho a la idea de ir a la cárcel, y tuve que hacerle frente a otro modo de vida. Ahí emerge el instinto de supervivencia». Otro destaca lo duro que ha sido no participar en la defensa de los pueblos: «Fue una gran resistencia. Se actuó con una dignidad plena, y aunque fue duro, también se demostró gran fuerza».
En una mirada retrospectiva, recuerdan que «como grupo, hemos sido un colectivo 'alegal'. Desde hace ocho años hasta ahora, ocho miembros se hallaban en situación de busca y captura; encarcelados, exiliados o en la clandestinidad. Ha sido una situación curiosa, hemos sido un colectivo 'nebuloso'. Además de afectarnos personalmente, también ha incidido en el grupo, y se ha notado en el carácter del colectivo. La mitad del grupo éramos 'ilegales'. El colectivo se constituía en dos bloques: Los 'alegales' y los 'ilegales', 'a' e 'i', pero ninguno con 'l' de `legal'».
El corte de cables: Un ataque estudiado, transparente y sin violencia física
El corte de los cables llegó en un momento muy significativo de la lucha contra el pantano. La Audiencia Nacional había dado la razón a la Coordinadora de Itoiz y había determinado que el proyecto era ilegal. Sin embargo, a quien exigió la fianza para detener las obras fue a la oposición. Una fianza inasumible: 24.000 millones de pesetas. Solidarios con Itoitz ya era un grupo conocido por sus constantes acciones de denuncia. Pero ninguna había alcanzado tal impacto y repercusión. Hubo más aspectos reseñables. Varios medios de comunicación estuvieron presentes en los hechos, con lo que el sabotaje adquirió el carácter de «público»: pese a ser una época en la que no existían herramientas como el actual Youtube, las imágenes saltaron a todo el mundo.
Los autores habían optado por dar esta caracterización al sabotaje, por lo que convocaron a un reducido número de medios para que la presenciaran y transmitieran abiertamente sus pormenores. Eso suponía, entre otras cosas, «no ocultar nuestra responsabilidad». Aquellos días se celebraba en Itoiz una acampada de protesta contra el pantano. La Semana Santa fue la fecha elegida por los autores del sabotaje para tener «plena seguridad de que nadie se encontraba trabajando en las obras», explican los Solidarios. «La acción consistió en cortar los seis cables del sistema de transporte de hormigón a cualquier punto de la presa. Unos cables de 800 metros de longitud, de 62'5 milímetros de grosor y que soportaban pesos de hasta 140 toneladas. La obra se desarrollaba a un ritmo de 4.200 metros cúbicos de hormigonado diario (equivalente a 700 camiones) a través de ese sistema; sin duda, era el corazón de la obra», aseguran en la crónica.
Probablemente arriesgaron su vida: debido a la enorme tensión de los cables, un golpe fortuito al cortarlos hubiera resultado fatal. En cuanto al guarda de seguridad, al contrario de lo que se determinó en la sentencia -y tal y como atestigua un video que muestra el momento en que ese vigilante es reducido-, se detalla que «fue maniatado y se le arrebató su arma reglamentaria, que fue depositada en el techo de su garita de vigilancia. Este guarda no sufrió agresión alguna, siendo el único que no maltrató a los ocho detenidos, y que incluso se preocupó por ellos cuando los vio tan malheridos por la paliza que les dieron otros guardas jurados».
Asimismo, añaden que «en el video grabado por los periodistas puede observarse cómo este guarda jurado cae de bruces al suelo al pisar la cuerda que aún llevaba enrollada en el pie», por lo que desmienten que fueran miembros de Solidarios quienes le agredieran. Los golpeados, en realidad, fueron ellos. Los guardas de la empresa Protecsa se ensañaron contra los autores de la acción, ante la impasible presencia de la Guardia Civil, según relataron tanto los Solidarios como los periodistas presentes. A estos últimos se les obligó a mirar para otro lado en ese momento, pero pudieron comprobar después los daños sufridos por los activistas.
La jueza ordenó, días más tarde, que uno de ellos fuera atendido en el hospital, ya que tenía un tímpano roto. Todos fueron encarcelados en Iruñea, y denunciaron los malos tratos sufridos. Los periodistas presenciales que dieron a conocer los hechos también denunciaron haber sido objeto de presiones. Días después, «desconocidos asaltaron la oficina de `Euskaldunon Egunkaria' en Iruñea».
Cronología: 12 años de lucha 1995
Nace el grupo Solidarios con Itoitz, que realiza acciones como encadenarse en el balcón del Palacio de Nafarroa, ocupar el despacho del director general de Medio Ambiente, tapiar la sede de la CHE en Iruñea, colgarse de los cables que transportan el hormigón en Itoitz, o parodiar la presentación del proyecto de construir una central nuclear en Pitillas.
6/IV/1996 Ocho activistas de Solidarios cortan los cables, lo que acarrea la paralización de las obras.
9/IV/1996 El juez ordena prisión incondicional para los ocho participantes de la acción de sabotaje.
20/IV/1996 20 de abril: Más de 10.000 personas se manifiestan en apoyo a los encarcelados en Iruñea, Bilbo, Donostia y Gasteiz, convocados por Eguzki.
7/VI/1996 Tras dos meses en la cárcel, los ocho activistas de Solidarios son puestos en libertad.
24/VIII/1996 Miembros de Solidarios «acampan» en el Monumento a los Fueros de Iruñea para denunciar el veto policial a una acampada en Itoitz.
14/V/1997 El Gobierno de Nafarroa pide 19 años de cárcel para cada uno de los ocho autores del corte de los cables. La acusación particular pide tres años de cárcel.
9/III/1998 Comienza el juicio en la Audiencia de Iruñea.
15/IV/1998 El tribunal condena a cada solidario a cuatro años y diez meses de prisión por «detención ilegal» de un vigilante jurado de las obras.
26/X/1999 Miembros de Solidarios se cuelgan de la Noria del Milenio de Londres.
26/XI/1999 Solidarios se suben al tejado del Palacio de la Paz de La Haya.
25/II/2000 25 de febrero de 2000: Solidarios se encaraman a la cúpula del Vaticano, en Roma, coincidiendo con el «Año Jubileo».
JUNIO DE 2001 Iñaki García Koch es detenido en un control en León. Pasaría tres años en la cárcel.
MARZO DE 2004 Ibai Ederra se convierte en el segundo detenido y encarcelado por el sabotaje de 1996.
AGOSTO DE 2007 Julio Villanueva es arrestado en Iruñea para cumplir condena al acudir a renovar el carnet.
DICIEMBRE DE 2007 Los tribunales admiten que el plazo de cumplimiento de condena ha prescrito. Villanueva queda libre y el resto de acusados, exonerados de ir a prisión.
Manifestación en febrero y afán de unir esfuerzos
Los ocho participantes en el sonado sabotaje están en libertad, pero sin olvidar que en el caso de Ibai Ederra esa situación sigue estando condicionada, y que otros dos compañeros siguen teniendo pendiente tramitar la prescripción de las penas. El retorno, en cualquier caso, ha supuesto un respiro y energía para el colectivo, y, tal y como aseguran, «refuerza la lucha contra el pantano, que sufría un desgaste por la represión». La oposición a Itoitz es amplia, como reconocen: «Distintos agentes, cada uno en su ámbito, participan en ella. Han subido nuevas gentes al tren, y es el momento más difícil para el proyecto: Además de la sociedad, la misma tierra lo cuestiona», dicen en referencia a los constantes terremotos en la zona. Recuerdan que la puesta en marcha se anuncia para marzo, por lo que «ahora es el momento de pararlo y vaciarlo».
Y subrayan la situación de los vecinos: «Están peor que en la cárcel; sobre ellos pende la espada de Damocles, viven bajo el riesgo de una catátrosfe, con el miedo de cuándo caerá el monte, que pasará... Psicológicamente es algo muy difícil de llevar». Pese a la situación en que se han hallado, aseguran que «no ha habido un cese en la lucha, nuestra situación era parte de la lucha, y las ganas siempre han estado en nosotros. Si en este momento el pantano está lleno, pues habrá que seguir por otro camino. No hemos ni ganado, ni perdido. Si haces algo, igual conseguirás algo, pero si no haces nada más que esperar a que se caiga el pantano... entonces es seguro que se acaba». Por ello creen más necesario que nunca «la unión entre todos los que participamos en esta lucha».
En ese sentido, valoran positivamente el manifiesto firmado por más de diez colectivos que exigían el vaciado de Itoitz, la paralización de las obras del recrecimiento de Esa, y nuevas políticas en torno al agua. El colectivo explica que para aunar fuerzas y reforzar lazos, han organizado una manifestación para el 23 de febrero.
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