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miércoles, 14 de agosto de 2013

El "Secuestro" de los Txupineros

Desde Gara traemos a ustedes esta editorial en la que se ahonda en el tema de los vetos interpuestos a quienes han sido elegidos para llevar a cabo el txupinazo en diferentes localidades de Hego Euskal Herria:


Mientras el Ayuntamiento de Bilbo espera la resolución sobre el veto impuesto al nombramiento de Jone Artola como txupinera de las fiestas, todo parece indicar que las de Laudio comenzarán hoy sin pregón y sin pregonero, por lo que su Ayuntamiento criticaba a «los aguafiestas» que «tratan de vetar» la estima de Gorostiaga. Acertada apreciación, ya que ningún delegado de Gobierno ni juez pueden vetar el aprecio de los ciudadanos a quienes han elegido para dar comienzo a sus fiestas.

Quizá alguno se vea en la obligación de apostillar -como Eduardo Vall en el momento de lanzar el txupinazo en Iruñea- «desde el respeto institucional», pero cualquiera que haga un análisis mínimamente serio del comportamiento del aparato estatal representado por Urquijo concluirá dando la razón a quienes ayer respondieron al llamamiento de las comparsas de Bilbo para mostrar su apoyo a los símbolos de la Aste Nagusia y rechazar el ataque a Jone Artola a los gritos de «txupinera aurrera» y «señor gobernador, usted es bobo». Ciertamente, plantear el veto judicial a Gorostiaga y Artola en clave de «victoria para las víctimas», además de absurdo -puesto que no se trata de un pulso de legitimidades, sino de una imposición ante decisiones populares en cuyo ánimo no está ni por asomo ofender a nadie- deja al descubierto una carencia que explica ese afán de lograr «victorias» utilizando el comodín de las víctimas. Si, además del patente ridículo de Urquijo, hubiera que resaltar algo en los términos por él planteados, sería precisamente su propia derrota, toda vez que Gorostiaga y Artola no solo cuentan con la estima de sus convecinos, sino que también sus figuras se han engrandecido.

Un vano intento, uno más, de Carlos Urquijo y su partido de aparecer victoriosos en batallas inexistentes, en una estrategia de guerra sicológica que se repite verano tras verano, en la creencia de que con vetos podrán derrotar una realidad que no les es favorable.





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