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domingo, 18 de agosto de 2013

El Golpe de Calor de Munilla

Les recomendamos este texto con dedicatoria al impresentable José Ignacio Munilla, mismo que ha sido publicado en Gara:


Fede de los Ríos

A unos, los calores les sientan peor que a otros. Que se lo pregunten, si no, a los Hermanos musulmanes que, como antes lo hicieran sirios, libios e iraquíes, han empezado a disfrutar la democracia de los americanos. A la primavera árabe la ha agostado un tórrido verano. «In God We Trust» (Confiamos en Dios) es el lema que aparece en el dólar. Gracias a esa confianza en el Hacedor, en Egipto se han empezado a matar unos a otros. Los que confían en Alá y los coptos que confían en Cristo podrán despedazarse a la mayor gloria del Dios de cada cual; los maronitas les podrán comer los hígados a los suníes y los protestantes sacarles el mondongo a los chiíes. Mientras, en la Palestina ocupada, los tirabuzones del pueblo elegido por Jehová ondean al viento por las palmas que dan sus pabellones auditivos. Tal es su alegría.

Tampoco parece sentarle bien la canícula al hermano Munilla. Con tanta faja, refajo y fajín, las partes pudendas del señor obispo más parecen una caldera de vapor. La calentura de los bajos -dicen los que entienden de bajos- interfiere en el normal discurrir de la sangre hacia el cerebro, dificultando la sinapsis neuronal de la parte del telencéfalo que relaciona pensamiento y acción, entre otras el habla. Y como pasa a algunos con el vino, la lengua se les desata diciendo lo que piensan sin pensar lo que dicen. El obispo de Chanchebastián dice verse impelido, por «la cualidad del magisterio de la Iglesia», a «contribuir al bien público desde la iluminación de los valores morales». La primera hostia del iluminado obispo es, cómo no, contra Bildu, en la figura del Alcalde de Donostia y la Conferencia de Paz. Dice que no hacer distingos entre las diferentes violencias y sus víctimas es una coartada de la izquierda abertzale para rehuir sus responsabilidades. Yo estoy de acuerdo con el mosén. José Ignacio no ha olvidado a las víctimas de ETA, cosa que le honra. 

No dudo que, en breve, hará repaso de las víctimas del Estado y, contrario a rehuir responsabilidades, las producidas por la Iglesia católica, institución de la que forma parte. Pedirá perdón por los millones de asesinados en nombre de Dios, llorará por los cientos de miles de torturados, juzgados y quemados en defensa de la fe católica, por la legitimación ideológica de centenares de reyes y dictadores, por la miseria sexual de millones de heterosexuales y homosexuales, por la minusvaloración de millones de mujeres, por el estupro y violación de miles de niños y niñas y la protección de curas y obispos pederastas, por haber retrasado siglos el avance científico, por el miedo repartido por todo el orbe y anidado en tantos corazones, por el robo de propiedades públicas, por el maltrato físico y psíquico a impúberes en sus escuelas, por el aburrimiento hasta la nausea de sus ritos en los espacios públicos. ¿Qué penitencia por tanto pecado y dolor causados? La crucifixión resultaría algo excesivo, bastaría con voto de silencio durante lo que queda de verano y unas friegas en sus nalgas con ortigas frescas de Urbasa para facilitar el retorno del riego sanguíneo.






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