Desde Gara traemos a ustedes este comentario editorial con respecto a los recientes sucesos en Beirut, mismos que están directamente relacionados con la embestida otánica en contra de Siria y que dejan ver la mano de otro actor aún más siniestro.
Lean por favor:
Dos explosiones causaron ayer en Trípoli la muerte de más de cuarenta personas y cientos de heridos. Una de las bombas estalló cerca de la mezquita de Taqwa, donde el clérigo salafista Salem al Rafi pronunciaba un sermón, y la otra en el entorno de la residencia del primer ministro en funciones, Najib Mikati, que no se encontraba en la ciudad. El hecho de que Al Rafi se haya significado por sus ataques a Bashar al Assad hizo que inmediatamente medios y agencias miraran hacia el conflicto sirio para encontrar el origen de los atentados, que se producen además apenas una semana después de que otro artefacto explosivo causara decenas de víctimas en un feudo de Hezbolá en Beirut.Sin embargo, mientras en aquella ocasión un desconocido grupo suní asumió la autoría del atentado y amenazó al movimiento chií con cometer más ataques como represalia por su apoyo al régimen de Damasco, ayer el partido-milicia que lidera Hassan Nasralá condenó la masacre ocurrida en Trípoli. A su juicio, las explosiones formarían parte de un plan para azuzar el conflicto siempre latente en el país mediterráneo y arrastrar a los libaneses a un enfrentamiento sectario. Una hipótesis que no puede desdeñarse y ante la que cabe preguntarse a quién le interesa sacudir ese avispero.Porque es cierto que la oposición siria, tanto la encuadrada bajo el paraguas del Ejército Libre Sirio como la asociada a Al Qaeda, ha jurado vengarse de Hezbolá por su implicación en la guerra. Y, del mismo modo, el propio Nasralá responsabilizó a los takfiri del ataque de Beirut y advirtió de que castigaría a los responsables. No puede descartarse, por tanto, que estos atentados sean la terrible constatación de que el conflicto sirio se ha extendido a Líbano, tan permeable a lo que ocurre en el vecino del este. Sin embargo, que sea esto cierto, o no, no es impedimento para que quien quiera responder a la anterior pregunta esté obligado a mirar también a otro vecino, concretamente, al del sur.
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