Yolanda Barcina sigue haciendo de las suyas pero, afortunadamente, hay quienes lo señalan a cada momento.
Les invitamos a leer este texto de Gara:
Floren Aoiz | www.elomendia.comEs un misterio por qué en Euskal Herria gustan tanto las canciones mexicanas. Si hay algo que une generaciones es una buena ranchera, sea perpetrada al estilo clásico o huajaloteada de cualquier modo. Y a fuerza de canciones, va pasando el verano, se suceden las fiestas y hay quien ha debido de pensar que entre ranchera y corrido las miserias de quienes tan mal nos gobiernan van a pasar de largo.Es el comodín del verano. La técnica es simple: dejar pasar el tiempo para que la gente, con la alegría de las fiestas y las vacaciones, olvide que la casta política dominante ha dejado los cajones públicos en pelotas. Y volver volver volver, y no me sé rajar y recuerdos a Adelita y cuidado con el caballo Prieto Azabache, que son muchos hombres, no te vayan a matar, y así tenemos a Barcina y compañía, con el pañuelico rojo al cuello, de pueblo en pueblo ofreciendo plegarias a la Virgen del Olvido, por si cuela.Pero va a ser que no. Es verdad que en el ambiente estival todo es un poco más frívolo, pero el mosqueo del personal no se va a hacer humo con un par de kalimotxos. Van a necesitar mucho más que unas cuantas rancheras para que a la gente se le olvide lo que nos han hecho.La ayudita del Tribunal Supremo del reino de España, en lugar de blanquear su reputación, ha terminado de embarrarla. Por mucho que a un chorizo le pongas una etiqueta que diga alcachofa de Tudela, no va a dejar de ser un chorizo. La maniobra ha sido tan burda que no ha hecho más que acrecentar el mosqueo popular. Detrás de un gran chorizo siempre hay gente dispuesta a sacarle la cara y estirar la mano para llevarse una tajada. Pero eso no pasa desapercibido y la ciudadanía sabe que los jueces españoles han vuelto otra vez a defender lo indefendible.No hay agua en el mundo que limpie la mancha de Barcina y sus secuaces. Cuanto más les saquen brillo, más reluce la basura acumulada. Pasará el verano y con dinero y sin dinero querrán seguir siendo los reyes y las reinas, pero esta vez la distancia no va a ser el olvido.El reto sigue planteado. Es posible cambiar las cosas. Se puede quitar a los chorizos el control, pero para eso hay que dar pasos. Nos puede gustar más o menos, pero hay que conformar mayorías y ejercer la voluntad popular para dar un giro a la izquierda. Mientras no lo logremos, seguiremos quejándonos, cada vez con más razones, pero el desfalco seguirá, hasta que no dejen nada.El verano es buen momento para pensar, tomando alguna distancia con la vorágine del día a día, en el horizonte o, mejor dicho, para crear ese horizonte. Nos permite, entre corrido y ranchera, recordar que revolución es algo más que un lema demagógico de Caja Navarra para encubrir el juego sucio. Puede sonarnos más o menos duro, pero este país necesita una revolución democrática, no un quítate tú para ponerme yo, para que a Barcina y sus compinches se les hiele la sonrisa para siempre. Para que cuando oigan aquello de volver volver volver, las lágrimas caigan de sus ojos mientras piensan que la gente nunca les dejará recuperar las riendas.
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