Ante el grado de corrupción del estado borbónico-franquista hemos querido recurrir a la memoria, les compartimos este texto que hace referencia a la muerte de las 13 (14) jóvenes mujeres asesinadas por los antecesores del régimen que llega a nuestros días vía Juan Carlos Borbón y "La Transición":
Trece Rosas Rojas
Rafael Narbona
La madrugada del 5 de agosto de 1939 fueron fusiladas trece mujeres en las tapias del Cementerio del Este de Madrid. Nueve eran menores de edad, pues en aquellas fechas la mayoría se alcanzaba a los 21. Con edades comprendidas entre los 18 y los 29, todas procedían de la cárcel de mujeres de Ventas, una prisión que fue concebida para 450 personas y que en 1939 albergaba a 4.000. Salvo Blanca Brisac Vázquez, todas pertenecían a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) o al PCE. Aunque no habían participado en el atentado que costó la vida a Isaac Gabaldón, comandante de la Guardia Civil, se las acusó de estar implicadas y de conspirar contra “el orden social y jurídico de la nueva España”.
El juicio se celebró el 3 de agosto y se dictaron 56 penas de muerte, que incluían a los autores materiales del atentado. Las Trece Rosas acudieron a su ejecución con la esperanza de reencontrarse con sus compañeros de la JSU. En algunos casos se trataba del novio o el marido, pero sus expectativas se frustraron cuando les comunicaron que ya habían fusilado a los hombres. La tapia de ladrillo visto mostraba claramente los agujeros de bala y la tierra se había vuelto negra por culpa de la sangre derramada. Entre 1939 y 1945 se fusiló a 4.000 personas en el Cementerio del Este, incluido Julián Zugazagoitia, Ministro de la Gobernación con Juan Negrín y notable escritor y político socialista. Según María Teresa Igual, testigo presencial y funcionaria de prisiones, las Trece Rosas murieron con entereza. No se produjeron gritos ni súplicas. En mitad de un silencio sobrecogedor, sólo se escuchaban los pasos del piquete de ejecución, el sonido de los fusiles al chocar contra los correajes y la voz del oficial al mando.
Alineadas hombro con hombro, todas recibieron un tiro de gracia después de la descarga, que se oyó nítidamente en la cárcel de mujeres de Ventas. Al parecer, una de las condenadas (no sé sabe si Anita o Blanca), no murió en el acto y gritó: “¿Es que a mí no me matan?”. Antonia Torres Llera se libró de la ejecución por un error mecanográfico. Al transcribir su nombre, bailaron las letras y se convirtió en Antonio Torres Yera. El error sólo aplazó el fin de Antonia, militante de la JSU y con sólo 18 años. Fue fusilada el 19 de febrero de 1940, transformándose en la “Rosa” número 14. En su carta de despedida, Julia Conesa, diecinueve años y afiliada a la JSU, escribió: “Que mi nombre no se borre de la historia”. Su nombre y el de sus compañeras no ha caído en el olvido, pero sí el de sus verdugos, que disfrutaron de la impunidad de 38 años de dictadura y de una vergonzosa amnistía que sólo contribuyó a profundizar el agravio de todas las víctimas del franquismo. El PSOE intentó apropiarse de las Trece Rosas, ocultando que en el momento de la ejecución ya se había desligado de la JSU para fundar la Juventudes Socialistas de España (JSE), con el propósito de manifestar su alejamiento del PCE. Este oportunismo revela una vez más el carácter fraudulento de la Transición, pues ni siquiera la Ley de Memoria Histórica se planteó anular los juicios de la dictadura. Honremos a las Trece (o Catorce Rosas) y a los 43 Claveles, es decir, a los hombres que también fueron pasados por las armas ese triste 5 de agosto.
Los hijos de los verdugos aún siguen escribiendo la historia de España, pero la verdad se abre paso poco a poco y cada vez son más los que sueñan con un República Socialista de Trabajadores, semejante a la que anhelaron las Trece Rosas.
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Y bueno, nos enteramos de última hora que los fachas no están contentos con haber asesinado a las Trece Rosas (y a cientos de miles más), sino que se divierten pisoteando la memoria, hackeando páginas que honraban la memoria de estas mujeres en el aniversario de su asesinato.
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