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martes, 5 de junio de 2018

La Cueva del Monte Egoarbitza

La República Vasca no tuvo que lidiar solo con la criminal embestida española reforzada por Hitler y Mussolini, también tuvo que enfrentar las traiciones desde dentro.

De eso nos habla este reportaje de Noticias de Gipuzkoa:
 

Los hombres del Delegado de Plaza de Elorrio ‘Tatxo’ Amilibia localizaron en 1937 la cueva donde una organización escondía a personas que querían pasar al bando fascista

Iban Gorriti

La comarca de Durangaldea contó en los últimos compases de 1936 y primeros de 1937 con una red encargada de pasar a nacionalistas y derechistas ubicados en un principio en el bando republicano a coordenadas golpistas de los militares Mola y Franco. Aunque apenas se ha estudiado este episodio histórico, existen documentos que lo certifican. De hecho, Alejandro Goicoechea Omar -hombre que diseñó los planos del Cinturón de Hierro y más tarde inventor del tren Talgo- pudo ser uno de ellos al llegar a posiciones de la IV Brigada de Navarra el 27 de febrero.

La traición se llevó a cabo de noche en Ventabarri -grafía de la época- en el puerto de Arlaban. Junto a él dieron el paso otras personas. Una de ellas fue el también natural de Elorrio Jaime Unceta, hijo del Marqués de Casa Jara.

Sin embargo, al mismo tiempo que la organización se movilizaba habilitando una cueva a modo de morada clandestina donde se les escondía hasta poder dar el paso, la Jefatura de plaza del sector de Elorrio con el socialista-comunista Eustasio Amilibia Matxinbarrena Tatxo al cargo dio al traste con nuevos pases.

Documentos hallados por el investigador Jon Etxezarreta de Intxorta 1937 Kultur Elkartea y aportados por Eduardo Sardón, de Euskal Prospekzio Taldea, a su convencino el historiador elorriarra Igor Basterretxea conllevan misterio suficiente y son aliciente para ir tejiendo aquella enigmática historia.

Los partes de jefatura de Elorrio señalan aquella cueva como refugio de traidores a la legítima Segunda República entrada en guerra tras un fallido golpe de Estado en julio de 1936, supuestamente en el municipio de Zaldibar. Y la citan como ubicada en el monte Ibarbitza. Consultada por este diario, esta desconocida toponimia al exdelegado de cultura del Gobierno Vasco en Bizkaia, Balendin Lasuen, el histórico zaldibartarra valora que la grafía es incorrecta. “Realmente el monte se llama Egoarbitza. Está por la zona de Eitzaga. Ibarbitza es una deformación de la palabra de entonces”, valora Lasuen que el viernes 1 de junio cumplió 94 años.

Tras esta pista aportada por quien fuera primer alcalde demócrata de Zaldibar por el PNV, llegamos a la certeza de que Egoarbitza en la actualidad pertenece a Elgeta, frontera con Elorrio, y podría creerse que era Zaldibar entonces. En su geografía existió un enclave que “servía de refugio a los facciosos que preparaban su pase al enemigo”, según confirma un documento fechado el 24 de enero de 1937, tres días antes del paso del afamado Goicoechea al bando fascista.

Tatxo Amilibia fue informado de todo ello por los agentes zaldibartarras Balbino de Imaz, Saturnino de Gorostiza y Esteban de Garitaonandia. “Ellos descubrieron la existencia, primero, y ubicación, después, de la cueva”, detalla Basterretxea.

Unos disparos en el monte Ibarbitza -Egoarbitza- condujeron a la Sección de Servicios Especiales, reforzada por milicianos del Batallón Larrañaga, al lugar. Según el parte oficial correspondiente, tras numerosas vueltas por un pinar del monte, en el que había varios árboles cortados, hallaron un pequeño agujero, disimulado con ramajes y “suficientemente ancho para el paso de una persona”.

Descendiendo por una escalera de mano, a unos cuatro metros de profundidad, vislumbraron una cavidad en horizontal, donde encontraron una “cocina económica” -calificaban- con su correspondiente salida de humos por un tubo de uralita. El techo se hallaba sellado con chapas de uralita para impedir la entrada de humedad y, en el suelo, sobre helechos, descubrieron hasta ocho colchones, algunos con jergón de muelle. También dieron con una pequeña “biblioteca” de más de 40 volúmenes, así como carbón, provisiones para comer, garrafones, botellas, mantas, almohadas, un candil de carburo y velas. “Es decir, todo un ajuar de supervivencia”, valora Basterretxea.

Por último, destacan en su enumeración un “pedazo de carne” preparada sobre el fogón y un pan reciente, indicio de que aquel zulo había estado habitado hasta hacía menos de 24 horas y que “probablemente, sus moradores habían huido dejándose olvidado en el suelo un cargador de pistola con sus balas del calibre 9 corto, como vemos en una foto”, apostilla Basterretxea.

En el habitáculo se hallaron diferentes documentos, entre ellos, una carta firmada por Eugenio e Isaías Zabala, dirigida a su madre y fechada el 11 de enero de 1937;un telegrama con destino el Secretario del Ayuntamiento de Zaldibar, fechado el 13 de enero;el diario de Julián Zabala, hermano de los dos anteriores, donde aparecía una lista con 20 nombres, y el croquis de un cañón. “El despiste de Julián -valora el historiador de Elorrio- seguro llevó consigo más de una detención, entre las que podría haber estado la del antes mencionado Rufino de Zengotitabengoa”.

Como curiosidad, el citado Julián Zabala era gudari, y de graduación: era teniente del Batallón Martiartu, unidad del PNV resistente en los montes Intxorta. “Sabedores de que Julián era gudari solicitaron a la Dirección General de Seguridad su inmediata detención. Sin embargo, el teniente Zabala, gracias a una publicación del diario Euzkadi sobre el hallazgo de la cueva, se adelantó a los acontecimientos y esa misma noche huye por el frente de Ubidea, en la comarca de Arratia, hacia Araba, tras dejar una carta dirigida a su comandante de batallón”, agrega Basterretxea.

Con aquellos datos en su posesión, Tatxo Amilibia llegó a requisar dinero en Apatamonasterio a -como cita en otro parte de jefatura- un “primo de los Zabalas de la cueva de Zaldibar”, llamado Estanislao Aresti. El montante ascendió a 20.456 pesetas y 3.200 francos franceses. También joyas, un alfiler de corbata, cubiertos de plata...

Basterretxea cita, por otra parte, el libro La guerra civil en Euzkadi, en el que Antonio de Gamarra, entonces secretario del Araba Buru Batzar, valoraba que al principio de la Guerra del 36 los delegados de plaza fueron nombrados por la parte comunista-socialista, lo que según él dio lugar a disensiones y atropellos en los pueblos. “Gamarra reconoció que existieron presiones desde las bases nacionalistas al Gobierno Vasco para que los delegados de plaza fueran nombrados por el Consejero de Defensa, que era el propio lehendakari (José Antonio de Agirre), lo que consiguieron y fue aprobado por decreto”, aporta Basterretxea y va a más allá: “Muchos de aquellos delegados fueron reemplazados por hombres de confianza nacionalista, pero eso no ocurrió en Elorrio, donde, curiosamente, no cesaron a Eustasio Amilibia Matxinbarrena, del partido socialista unificado. El exsecretario del Araba Buru Batzar nos recuerda que bajo la autoridad de Tatxo se cometieron en Elorrio siete asesinatos de personas afectas al tradicionalismo y al nacionalismo vasco”.

Tatxo es recordado, además, por una foto histórica junto al lehendakari Aguirre en una visita a las tropas en el frente.






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