Los analistas políticos insisten en decir que en el pasado proceso electorero del 20D en el estado español ha ganado "la izquierda".
O sea, o son tontos o nos creen tontos.
Con excepción de los traidores, tibios, autoritarios, sumisos - y demás sanbenitos que les han colgado - de EH Bildu, la CUP y la Izquierda Unida de Juan Manuel Sánchez Gordillo, en el estado español que es español y mucho español pues la verdad es que no hay izquierda, porque resulta que los mencionados son de Euskal Herria, Catalunya y Andalucía, tres naciones atrapadas en esa cárcel de naciones que es la Una Bajo Dios.
A eso hay que sumarle la "amenaza de la ingobernabilidad" que ya pusieron en escena desde la bolsa de valores.
¿Qué queda entonces?
Con ustedes el tercer acto verbigracia este escrito publicado en La Jornada:
Joan Martínez Alier
En escaños y más todavía en votos, ha ganado claramente la izquierda. Sus fuerzas son en teoría suficientes para formar gobierno. El Partido Popular (PP, derecha tradicional española) con sus 123 escaños más los 40 de Ciudadanos (centro derecha), suman solamente 163 escaños en el Parlamento, que tiene 350.
En cambio, los 90 escaños del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), los 69 de Podemos y sus aliados regionales, los nueve de Esquerra Republicana de Cataluña, los dos de Izquierda Unida (que malgastó muchos votos porque solamente entró en alianza con Podemos en Cataluña y Galicia), y los dos de Bildu, del País Vasco, suman 172. Los 15 que faltan hasta 350 son ocho diputados de la centro-derecha catalana, seis del PNV vasco y uno de Canarias.
La mayoría en el Parlamento son 176, o sea que un gobierno PSOE-Podemos con 172 votos dependería de la abstención de Ciudadanos o de varios de esos 15 diputados. Los ocho catalanes y los seis vascos seguramente se abstendrían en la investidura de presidente de gobierno, les sería difícil por el contrario apoyar un gobierno del PP con Ciudadanos.
Por tanto, si el PSOE no ensaya un gobierno con Podemos es porque no quiere. Seguramente la aritmética le permitiría incluso prescindir de los cuatro incómodos votos favorables de Bildu e IU. Pero sí que haría falta negociar la abstención de Ciudadanos o, más coherentemente, conseguir los nueve votos de Esquerra Republicana a cambio de una promesa de eventual referendo de independencia en Cataluña, algo que está en el programa de Podemos, pero difícil de digerir por el PSOE.
Podemos, en estas elecciones, ha tenido éxito particular en Cataluña, Valencia, Galicia y el País Vasco. Puede ser que la estructura interna de Podemos se encamine hacia una especie de confederación de izquierdas políticas más o menos autónomas, con grupos de este tenor también en Aragón y Castilla, y en Adalucía, donde el PSOE continúa triunfando por ahora.
Ha ganado la izquierda. La posibilidad aritmética de un gobierno de PSOE y Podemos realmente existe, y ese gobierno podría desarrollar en lo económico un programa un poco contrario a la austeridad de Merkel, podría aliarse al nuevo gobierno de izquierda de Portugal. Así el PSOE podría hacerse perdonar despacito su alianza con el PP para modificar el artículo 135 de la Constitución (al inicio de la crisis económica y por exigencia exterior) imponiendo como prioridad del presupuesto nacional el pago de la deuda. Sacar a Mariano Rajoy del poder podría también llevar a más rápido castigo de los casos de corrupción del PP y a que se olvidaran un tanto los del PSOE.
La prensa internacional conservadora más bien recomienda otra vía. Como el deseado gobierno PP más Ciudadanos no tiene escaños suficientes (suman solamente 163, les faltan 13) y como el PP y sobre todo Ciudadanos son anatema, por españolistas, para los partidos catalanes y vascos moderados, la alternativa conservadora es una gran coalición entre el PP y el PSOE, cambiando algunos de los líderes. No me gusta nada esta alternativa, pero me parece probable. Una gran coalición como en Alemania, elogiada por la Comisión Europea y que al tiempo intente poner coto a la rebelión catalana y relegue a Podemos a su papel de oposición juvenil y simpática.
El PP y el PSOE juntos tienen 213 escaños, tres quintas partes del parlamento; ambos son partidos monárquicos, hicieron juntos la transición de la cual los franquistas salieron tan bien librados. Ese eventual gobierno de coalición a los veteranos socialistas como Felipe González les parece muy bien, en comparación con una peligrosa aventura del PSOE con los muchachos de Podemos. Esa gran coalición apartaría el riesgo de que se ponga en duda las virtudes de la gloriosa transición del franquismo a la monarquía (que incluyó la autoamnistía que se concedieron los franquistas con la aquiescencia del partido socialista de Felipe González y del partido comunista de Santiago Carrillo). Esa gran coalición ampararía mutuamente el pasado y el presente de PSOE y PP ayudando a encubrir sus numerosos delitos. Con el tiempo, otros cuatro años, se iría tal vez olvidando el mal manejo de la economía por ambos partidos durante la burbuja inmobiliaria que duró ocho años y que explotó en 2008, y su cruel gestión de la "austeridad" posterior. Una Gran Coalición dejaría a los muchos emigrantes jóvenes varados allá donde estén y, como ha ocurrido en estas elecciones, con posibilidad escasa de votar.
Sería la continuación del bipartidismo más allá del bipartidismo; sería un bipartidismo monogubernamental durante cuatro años y después ya se vería.
Esta alternativa dejaría a Podemos aparcado en la oposición. Su prestigio y sus votos aumentarían con el tiempo. ¿Quién sabe? Son jóvenes profesionales, son profesores politólogos, pueden esperar cuatro, ocho años, preparándose para sus futuros años en el gobierno, madurándose y moderándose.
Así es, el tercer acto es "la gran coalición", o sea, La Zarzuela gana y todos pierden.
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