Les compartimos este texto y foto que Iñaki Egaña ha publicado en su cuenta de Facebook:
Hace ahora 45 años, la justicia franquista, apoyada en otra clase de franquismo, el sociológico, cuyas secuelas aún son notorias, llevó ante los tribunales a un puñado de jóvenes que querían “subvertir el orden”. Eran jóvenes patriotas, vascos para más señas, acusados y satanizados por el poder que intuía la ilusión y el compromiso de estos modernos gudaris como un pulso a su omnipresencia.
Los jueces fascistas reunieron en un macro juicio (celebrado entre el 3 y el 8 de diciembre de 1970) a quince presos vascos a quienes acusaron oficiosamente de dirigir ETA, una organización independentista surgida diez años antes. En el haber de ETA estaba la muerte de Melitón Manzanas, un comisario detenido ya en la época republicana por su precocidad fascista, que luego, se había especializado en la persecución del maquis comunista. ETA, también, era la autora de la colocación de cientos de ikurriñas, prescritas por el régimen, y del embadurnamiento de muros y paredes con la estridente inscripción de “Gora Euskadi Askatuta”.
Los encausados fueron juzgados en la causa 31/69, en un sumario de los que gustaba tanto al régimen: tenía cinco mil páginas. La jurisdicción era la militar, impuesta por los vencedores de la guerra de 1936, en función del decreto de 1943 sobre Rebelión Militar, Bandidaje y Terrorismo, regulado en el Código Penal de 1944 y revisado en 1963 con la creación del Tribunal de Orden Público.
El juicio tuvo lugar en la sede del Gobierno Militar de Burgos y sus protagonistas fueron los siguientes: Xabier Izko, natural de Berango que tenía 29 años en el momento del proceso; Teo Uriarte, nacido en Sevilla pero vecino de Gasteiz, tenía 25 años; Xabier Larena, también con 25 años en el momento del juicio, era natural de Sestao; Jokin Gorostidi, con 26 años recién cumplidos al inicio del Proceso, era natural de Tolosa; Mario Onaindia, tenía 29 años; Unai Dorronsoro, de 29 años y natural de Ataun; Enrique Gesalaga, nacido en Eibar y de 27 años de edad; Antton Karrera, de 27 años era natural de Amezketa; Goio López Irasuegi, nacido en Bilbo en 1946; Itziar Aizpurua, nacida en Deba y de 27 años; Bittor Arana, nacido en Bilbo en 1943; Julen Kalzada de 35 años y natural de Busturia era párroco de Iurreta en el momento de su detención; Jone Dorronsoro, hermana del también encausado Unai y compañera de Xabier Izko, tenía 31 años; Josu Abrisketa, de 21 años y natural de Miravalles y Jon Etxabe que tenía 37 años en el momento del juicio.
El 28 de diciembre se hicieron firmes las condenas. El Consejo de Guerra impuso a los acusados penas superiores a las solicitadas por el fiscal. Teo Uriarte, Jokin Gorostidi y Xabier Izko fueron condenados a dos penas de muerte cada uno de ellos. Xabier Larena, Unai Dorronsoro y Mario Onaindia también serían castigados con la pena capital. A las cuatro de la tarde los abogados recibieron la comunicación de las penas impuestas, que ninguno de los defensores firmó.
El 31 de diciembre, sin embargo, Franco conmutó las penas de muerte. La mayoría de los condenados saldría en 1977 con motivo del indulto general al inicio de la Reforma Política.
El mundo industrializado clamó por el levantamiento de las condenas. Hubo dos excepciones, la de Francia, cuyo jefe era Georges Pompidou, aquel a cuya memoria dedicaron un centro cultural lleno de colorines y chorizos transparentes en el centro de París, y la de EEUU, por eso de la guerra fría y el apoyo de Washington a Franco. La del Vaticano, para no herir sensibilidades, se pudo considerar como la propia de quien nada y guarda la ropa. El papa Pablo VI pidió clemencia al dictador, pero se negó a recibir a los familiares de los juzgados, a pesar que entre los condenados había dos sacerdotes. Eso sí, para que no se diga que el viaje fue en balde, el papa de Roma regaló a la expedición vasca una colección de escapularios bendecidos.
En Euskal Herria, de Baiona a Gasteiz, se sucedieron movilizaciones y manifestaciones. En España, por el contrario y salvo excepciones del Partido Comunista, las marchas fueron a favor del tirano y de la pena de muerte. En Madrid, según la televisión española, se concentraron medio millón de personas en “contra del separatismo y a favor de la unidad de España”, en una manifestación que contó, por cierto, con la presencia de J.C. de Borbón.
A decir de los analistas posteriores, la conmutación de las penas estuvo motivada por el secuestro del Eugen Beihl Schaafer, cónsul de Alemania en Donostia. ETA le secuestró el primero de diciembre. Como si se tratara de una historia de contrabandistas contada por Mark Legasse, el cónsul fue trasladado a hombros de sus captores a través del río Bidasoa y encerrado en Berorize, en la muga entre Zuberoa y el Bearne. En esa población, y después de simular una artrosis, Beihl saltaría desde la buhardilla donde estaba retenido llegando hasta una taberna cercana. Allí los vecinos reunidos en el bar devolvieron a Beihl a su lugar de arresto. A fin de ese mes, Beihl fue liberado por ETA, sano y salvo, en Wiesbaden (Alemania), ciudad que luego, desconocemos si por esa razón, se hermanó con Donostia.
Los marxistas de ETA, agrupados en su VI Asamblea, también pusieron su grano de arena en el proceso preparando una fuga de la prisión de Burgos que, de haberse efectuado, hubiera sido la más espectacular del franquismo. Fracasó por muy poco, después de que el túnel, a través del alcantarillado, estuviera concluido. El agujero era tan bueno que, dos años después, un grupo de presos sociales se fugó por esa misma vía.
El llamado Juicio de Burgos tuvo muchas víctimas y dos de ellas mortales, aunque para la historia Franco conmutara las penas capitales. La primera se produjo en Milán y el muerto fue un manifestante que resultó herido por la policía italiana en una de las protestas realizadas frente a la Embajada española. El otro fallecido fue el joven eibartarra Roberto Pérez Jauregi que falleció el 8 de diciembre a consecuencia de las heridas sufridas en una manifestación contra el Juicio.
°
No hay comentarios.:
Publicar un comentario